Hay muchas opiniones y decisiones adoptadas por el presidente de la Real, Jokin Aperribay, desde que aterrizó en el club y que no he compartido. Lo entiendo como algo normal, es imposible estar siempre de acuerdo con quien toma las decisiones. Sin embargo, hay algo que me siento obligado a decir, y es que cada vez me siento más identificado con algunas de las cosas que hace y dice. Y la palabra clave para entender este planteamiento la da él en la espléndida entrevista que Mikel Recalde le hace hoy en Noticias de Gipuzkoa. Esa palabra es ambición. Aperribay es ambicioso y quiere que su Real lo sea. Y estoy plenamente de acuerdo con él. Es más, me gusta que el presidente de la Real use esa palabra sin miedo. Me alegra enormemente de que no sea un conformista, que apueste por seguir creciendo en todos los sentidos y devolver por fin a la Real al lugar que se merece y que ha tenido durante tantos años.
Él habla, evidentemente, de la estructura del club y no sólo de lo que le preocupa por encima de todo al común de los realistas, que es lo que sucede cada semana en el terreno de juego. Es su responsabilidad, y a tenor de lo que vemos el club ha recuperado con él una estabilidad institucional y económica que se comenzó a poner en riesgo con el mandato de José Luis Astiazarán. Pero también habla de fútbol. Y lo que es mejor, actúa sobre eso. Es justo reconocer, al margen del resultado que hayan podido ofrecer, que sus fichajes han sido muy ambiciosos desde que la Real volvió a Primera. Hace dos veranos, llegaron Llorente y Tamudo, dos goleadores consolidados como referentes en Primera. Hace uno, llegaron dos jugadores, uno del Arsenal y otro del Inter. Y ahora de lo que se habla es de convertir a Vela en el mejor pagado de la plantilla (¿acaso no se lo ganó con su espectacular y determinante segunda vuelta?) y en seguir reforzando el ataque. Eso es ambición. Y es una ambición elogiable y digna de aplauso. Con todos los matices y los peros a la labor de la dirección deportiva que se quiera, pero ambición hay.
Aperribay sólo duda al fijar un objetivo para ese ambicioso crecimiento. Duda al hablar de Europa, de ese ansiado regreso a las competiciones europeas que la Real no conoce desde la temporada 2003-2004. Tengo la impresión de que ahí no quiere pillarse los dedos, y es entendible, sobre todo desde un planteamiento económico y de club. Pero es el objetivo natural de la Real y defender lo contrario va contra natura. No significa eso que haya que conseguirlo siempre, pero hay que aspirar a ello. Las seis primeras plazas de la Liga conforman la aspiración de este equipo, y es hora de que lo entendamos y de que luchemos por ello, sin volvernos locos y gastar lo que no tenemos, pero con determinación. Si digo que es hora de hacerlo, es porque en las dos últimas temporadas lo hemos despreciado. Hemos decidido, sin que hubiera auténticas razones para ello, que el techo de la Real era la permanencia. Nos hemos felicitado, como si fuera un logro incomparable, por salvarnos tres jornadas antes del final. Y, sí, fue un alivio no sufrir como un año atrás. Pero no es para pensar en una temporada muy buena, como se ha llegado a oír.
La ambición que demuestra Aperribay y que, insisto, aplaudo enérgicamente, tiene ahora mismo una dificultad evidente, y se llama Philippe Montanier. Coincido en que no es buen síntoma relevar al entrenador cada año, pero no creo que el francés se haya ganado la continuidad. Ha demostrado demasiadas carencias en su primer año para ofrecer confianza. Lo he dicho durante la temporada y lo he dicho al hacer balance. Y temo que no esté a la altura de la ambición del club, evidenciada a través de su presidente, también en la próxima temporada. Lo temo, sí, porque cuando el francés se ha referido a esas legítimas dudas que muchos hemos expresado sobre su capacidad lo ha hecho en términos de incredulidad e incomprensión. Ojalá Montanier sepa aprovechar el aprendizaje que ha supuesto su primera temporada. Ojalá sea capaz de pulir los muchos defectos que ha demostrado hasta ahora. Ojalá la temporada 2012-2013 evidencie la necesaria ambición de la que habla Aperribay. Ojalá.
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