Poco movimiento en la actualidad realista en estos últimos días. Quizás la Eurocopa, las vacaciones o la crisis económica estén frenando el mercado de fichajes, no sólo en la Real, sino en otros equipos de primera. Suenan rumores sobre la posible marcha de Llorente al recién ascendido Real Valladolid, pero no dejan de ser simples conjeturas.
Después de varios meses auto convenciéndonos de que el ascenso era posible con eso de "que sí, joder, que vamos a ascender", el día 13 de junio de 2010 todos los txuriurdin teníamos una cita en Anoeta para decir ‘adiós’ a la segunda división. El día amaneció muy caluroso pero se volvió tormentoso a media tarde. La gente de la Real se volcó con el equipo y se aglomeraba en los aledaños de un estadio que luciría sus mejores galas para rendirse a la fiesta.
El club puso pantallas gigantes para que no hubiera ni un txuriurdin al margen de lo que aconteciera sobre el césped y la afición respondió tiñendo de blanquiazul Anoeta, Donostia, Gipuzkoa y todos los rinconcitos donde hubiera un corazón vibrando con la Real.
El rival cantaba Rianxeiras y el triunfo de los de Martín Lasarte por dos goles a cero desató la fiesta en la grada. Vimos renacer un sentimiento por los colores que en mis 15 años de socia de Anoeta no había conocido (el año del subcampeonato me pareció, incluso, más discreto que lo que vivimos ese 13 de junio)
El "Goazen Erreala" rugía con fuerza e hicimos la ola tantas veces que aquello me pareció cercano a un tsunami. Cantamos, gritamos, saltamos, nos emocionamos y lloramos juntos porque por fin, después de dos años en las catacumbas, regresábamos al cielo de primera.
Muchas imágenes quedarán para siempre en nuestras retinas: el manteo a Martín Lasarte, técnico al que siempre llevaré en mi corazón y al que admiro profundamente como profesional y como persona; los protagonistas jugando al corro de las patatas sobre el césped; a Carlos Bueno portando su bandera con orgullo y lágrimas en los ojos; a Antoine Griezzman derrochando y levantando pasiones con la ikurriña en los hombros; al eterno capitán dedicando gestos cómplices a la grada...
Todas las cámaras querían captar cada segundo, empaparse de cada instante. Los teléfonos acercaban corazones haciendo que los ausentes estuvieran también presentes y sé que hubo muchos que en la distancia lloraron en plena calle, sin importar el qué dirán.
Cantamos con Diego Rivas para que nos quitaran las pistas y nadie quería abandonar el estadio. La playa de la concha encontró las miradas perdidas de viandantes y turistas mientras alegres almas bañaban su alegría y sus colores en las aguas del Cantábrico.
Fue un día inolvidable en el que el sentimiento txuriurdin estuvo a flor de piel. Una vez más, sacamos de algo malo, estar en segunda, algo muy bueno: recuperar nuestra identidad, mantener unida a la afición, acercar el calor txuriurdin a los pequeños que nunca han vivido alegrías con la Real…
No había balcón sin bandera, escaparate sin nuestros colores, comercio sin promoción en la que se incluyera algún artículo con merchandising de nuestro escudo. Relacionaré siempre eso de "aurten bai" con lo vivido durante esos meses y con la lección aprendida, tendremos que trabajar para defender nuestro nombre con orgullo y no descender ‘nunca mais’.
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