Athletic 1-3 Real
Cuando el árbitro canario Hernández Hernández pitó el final del Real Sociedad – Levante, empezó la semana derbi. Con la mochila llena de ilusiones, la marea txuriurdin acampaba en las taquillas de Anoeta, consciente de que algo grande iba a pasar el viernes en Bilbao. Todos lo sabíamos, lo sentíamos, lo augurábamos, se palpaba en el ambiente. En los corrillos de máquinas de café, en las tertulias de taberna, en la cola de la carnicería el derbi era el único tema de conversación y la ilusión y los once puntos de ventaja nos hacían ser conscientes de que este año si, la Real tenía todo de cara para ganar con contundencia. Y por ello, todos queríamos estar allí. Sería el derbi de derbis, un partido para la historia, el último que albergaría la vieja Catedral.
Supimos mantener durante toda la semana la convicción absoluta de que los puntos se vendrían a Donostia. Sin un solo titubeo, la ilusión se dejaba notar también en las redes sociales. Nunca he vivido una final con la Real, pero las sensaciones de la previa al derbi me parecieron similares a las de estas citas importantes. Y esta expectación llegó a oídos de plantilla y directivos y en un precioso gesto de unión que nos emocionó a todos, agradecieron en primera persona a los txuriurdines acampados su entrega y pasión por nuestros colores.
El miércoles mientras comía en un restaurante cualquiera del ‘treviño txinbo’ en Gipuzkoa, dos señores de traje osaron pronunciar en mi presencia que el ‘Athletic tenía que bajar los humos a esos ñoñostiarras subiditos’. No dije nada. Les miré y coloqué boca arriba la foto de portada de un diario deportivo en su edición guipuzcoana, marcando territorio y cortando en seco su conversación. Me despedí con un ‘suerte, que la vais a necesitar’. Me dijeron un falso ‘Aupa Real’ a lo que asentí con un irónico ‘Eup’. ¡¡¡Y es que el derbi ya estaba en la calle!!!
Los piques y abrazos de derbi se dejaban sentir y mi cuadri y mi otro yo estaban dispuestos a vivirlo en primera persona. Dos para dos. Igualdad de condiciones. Dos leones acompañados de dos damas txuriurdines. Una estampa que se repetiría en muchos hogares en los que todos los días son derbi. Yo lo viví ansiosa en Tierra Santa esperando recibir las noticias que no tardaron en llegar en forma de instantáneas que inmortalizaran una victoria épica.
En mi salón con la tortilla de patatas preparada, el pelo liso oliendo a una nueva mascarilla de argán y la camiseta del centenario, la de las ocasiones especiales, contaba los minutos que quedaban para verte aparecer, gloriosa, impecable, imponente, sin Vela pero confiando ciegamente en Montanier porque aunque le haya costado casi dos años ganarme, poco a poco me va teniendo de su lado. La Catedral se engalanó con los colores de derbi, los leones rugían y los txuriurdines tenían el rifle cargado de cánticos para acallar su ensordecedor bramido.
Undiano era el árbitro, Ibai marcó el primero, Antoine pidió calma al estilo CR7 cuando igualó la contienda y lo demás…¿lo demás? Lo demás nos lo sabemos de memoria. Un dubitativo Raúl sirvió en bandeja el segundo a un Agirretxe en racha y el reaparecido Zurudín hizo lo propio con Vela quien sólo ante el debutante marcó a placer el tercero. No sé si la primera parte fue mejor que la segunda, si Markel mereció la expulsión o si Iñigo hizo falta sobre Herrera. No sé si Llorente se merecía tanto castigo o si Raúl atacó sin querer a la grada con ese chut fuera de lugar. Sólo sé que el sector txuriurdin creyó, coreó, y venció. Que sus gargantas terminaron quedándose bajo los muros de la demolida Catedral y que en el libro de su historia, el nombre del glorioso vencedor del último derbi será el de nuestra Real.
Cuando vía twitter me llegó la foto del vestuario en plena celebración encontré el secreto de nuestro éxito: LA UNIÓN, la cercanía con nuestros jugadores, ellos sienten nuestro calor y nosotros percibimos el buen rollo que hay entre bambalinas. La tortilla se enfrió y mi pelo empezó a perder su forma. Con 40 puntos el objetivo de la permanencia me resulta completamente irrisorio y Europa tiene q ser lo primero en lo que pensemos por la mañana y lo último que mencionemos al acostarnos.
Los leones enmudecieron y sin ganas de fiestas llevaron a las damas txuriurdines lejos de la marea blanquiazul. En el día después, el abrazo a mi otro yo me permitió descargar una pizquita de la euforia contenida poniendo el broche de oro a un fin de semana inolvidable con el eterno rival a 14 puntos. Los abrazos pudieron con los piques y leones y txuriurdines compartimos mesa entre risas y buenos deseos porque nuestros derbis son así.
Dos días después, aún sigo emocionándome con cada resumen, cada vídeo, cada foto. Cada nuevo titular aumenta mi sensación de que hemos hecho historia. Sé que seremos realistas y que con el paso de las horas volveremos a nuestra humildad guipuzcoana y a pensar que el camino hacia Europa ha de andarse paso a paso, aunque me muero de ganas de coger avión y plantarnos mañana mismo en Liverpool
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