Hemos sufrido mucho. En mi mente siempre estará grabada aquella tarde en Iruña, cuando me tocó asimilar la nueva realidad de mi equipo: el descenso al infierno. Para colmo el destino, siempre tan cruel con nosotros, nos regaló aquel penalti en Anoeta apenas unos días después. Jamás he sentido pararse el tiempo con la certeza de aquella tarde y con la congoja del silencio más atronador de mi vida. Mis manos se agarraron a las de mis amigos y compañeros de fatiga en Anoeta y sentí el peso de los segundos, convertidos en eternidades, mientras Donosti entera observaba a Savio prepararse para el lanzamiento. Creímos, por un momento, que podría ser posible, pero sólo fuimos espectadores de cómo se rompían nuestras esperanzas, una vez más.
Tres años. Lavadoras que se estropean a media noche, partidos mediocres, humillaciones inolvidables, récords para desterrar, etc. Temporada tras temporada fuimos testigos de un equipo caricaturizado y roto, institucional y deportivamente.
Repito: Hemos sufrido mucho. Por eso, y aunque me crié con un equipo que protagonizaba tardes europeas, un equipo de UEFA e incluso de Champions, y heredera de grandes gestas, nunca olvidaré esos tres años en los que sufrí y lloré, pero en los que aprendí a querer como nunca a mi Real.
Por eso, y aunque esté disfrutando como hace años con este equipo, jamás dejaré de lado lo que hemos sido él y yo en esta particular relación. Jamás querré -ni podré- olvidar aquella asquerosa tarde en Gasteiz. Porque este equipo nos regalará siempre lo mejor y lo peor, y eso es lo que me hace quererlo tanto.
Y por eso, a este equipo ahora no le exijo nada más que disfrutar. Ellos en el campo y nosotros en la grada. Cualquier premio que llegué como consecuencia será más que bienvenido, y ojalá hagamos que Europa entera sea txuriurdin. Y así, Real, disfrutaré de mis dos pasiones: de viajar, y de ti. #EuropaTxuriUrdin


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