Esta semana sólo se habla de una
cosa. Bueno, de dos. Por supuesto, tal y como adelantaba Mendilibar, las
televisiones no repitieron ni una sola vez las jugadas conflictivas del
Betis-Osasuna. Obviamente, las excepcionales paradas de Bravo en Málaga tampoco
ocuparon más que los habituales tres minutos de resumen de partido normalito de
la semana. No. Desde el lunes sólo ha existido la Champions, hasta ayer, y,
cómo no, el denominado ‘Clásico’ entre el Barcelona y el Real Madrid. La Liga
en juego, señores. Pues sí. Qué preocupación. Que les vaya bien, sinceramente,
me la trae al pairo quién gane y quién pierda. Veré el partido porque me
apasiona el fútbol, pero lo haré con una tranquilidad pasmosa. Para sufrir ya
tengo la matinal del domingo.
La matinal, sí. Recuperamos el
fútbol con vermú. Y hay mucho en juego, muchísimo. Tanto como vivir sin
sobresaltos las últimas cuatro jornadas de campeonato si se le gana al
Villarreal de Lotina. Un técnico, por cierto, que sobrevive pese al estigma de
haber descendido a unos cuantos equipos, entre ellos, no hace falta recordarlo,
a nuestra Real, donde no fue capaz de subsanar con sus decisiones, muchas de
ellas desacertadas, la pésima planificación deportiva llevada a cabo por el
Consejo de ‘Denon’, cuyo brazo ejecutor fue Bakero.
La afición se sintió
engañada por él. No porque le considerara el único culpable del descenso a
Segunda tras 40 años sino porque vendió la moto de que quería quedarse cuando
ya lo tenía apalabrado con el Deportivo. Una tomadura de pelo que la feligresía
de Anoeta no olvida.
Pero recuperemos el hilo que me
pierdo en el pasado. Esta semana he escuchado una de las mejores frases de los últimos
tiempos en boca de Martí, ex txuri urdin ahora en las filas del Mallorca. “Al
clásico que le den por el culo”. Tal cual. En rueda de prensa. Lógico. El club
insular, como la Real, puede sellar la permanencia esta semana y lo que menos
importa es quién se va a llevar el Barça-Madrid. Esa es una guerra que no nos
compete. Que pase lo que tenga que pasar. Pero el quid de la cuestión está, en
nuestro caso, en que la Real derrote al Villarreal y alcance los 42 puntos. Y a
otra cosa, mariposa. Será entonces el momento de dar pasos al frente y comenzar
a edificar la próxima campaña, con los pilares actuales u otros, eso ya
dependerá de Aperribay y su Consejo.
El otro día en La Rosaleda, y no es
poca cosa, el equipo fue capaz de, a base de lucha, coraje y concentración,
amarrar un punto jugando toda la segunda mitad con uno menos, un tesoro por el
que ningún aficionado en estado cuerdo hubiera apostado al término del primer
acto. Y ello provocó que, por primera vez, Montanier perdiera un poco la
compostura y su semblante serio celebrando como si de un título se tratase la
igualada obtenida. El galo se soltó la coleta. ¡Fluye sangre por sus venas! Quizá
esa reacción fuera provocada por la evidente necesidad que tiene de que el
equipo termine bien la Liga para continuar sentado en su banquillo. Qué pasará
con él si nos importa. Lo que ocurra en el ‘Clásico’, sinceramente, no.
Una persecución
intolerable
Ya está bien. La persecución a la
que se está viendo sometida la afición de la Real en los últimos partidos a
domicilio es intolerable. No hay derecho a que por ser de donde eres y lucir
unos colores te estén esperando para ajusticiarte. Hay que levantar la voz y
denunciarlo. Es una vergüenza la desprotección de los aficionados por parte de
las fuerzas de seguridad. La Real debe erigirse en altavoz de esta injusticia y
tomar cartas en el asunto. Lo que está ocurriendo en fechas recientes es un
insulto a la memoria de personas como Aitor Zabaleta. Y eso no lo podemos
permitir. Desgracias injustificadas como aquélla no pueden volver a suceder.
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