Real
4 – 0 Rayo Vallecano: La Victoria de los Primos
"Me
encanta que los planes salgan bien". Así pusimos fin a un fin de semana
REALmente mágico. Si hubiera tenido que escribir un guión para mi quedada de
primos ideal, no me hubiera salido tan perfecto como lo que vivimos durante
tres días inolvidables. Tampoco me hubiera creído nunca que uno de los fichajes
fiasco de la Real, McDonald Mariga, fuera a convertirse en uno de los
personajes del fútbol que más sonrisas me provocan. La Real une y que el sentimiento
txuriurdin no entiende de fronteras, pero este fin de semana me ha quedado
totalmente claro que hay algo más que fútbol detrás de nuestro escudo.
Siempre
he pensado que las experiencias se viven y que los objetos nos ayudan a recordar
con fuerza todo lo vivido, los detalles, las personas que lo compartieron
contigo, las sensaciones que tuviste…. ¿no te ha pasado nunca que un olor te
recuerda a una época concreta o que al encontrar un viejo vestido que hace
tiempo que no te pones el reloj del tiempo echa marcha atrás para devolverte
justo a la última vez que lo usaste? Necesitaba encontrar algo material, un
souvenir que con sólo mirarlo nos transportara a este 31 de marzo. Terminé
rodeada de pañuelos azules y escribiendo nuestro nombre a tippex veinte veces.
Cada vez que terminaba uno, pensaba en quién lo llevaría y en qué momento del
fin de semana sería especial para su dueño.
Lo
que nació siendo una cena terminó convertido en una especia de fiesta Non Stop
en plan boda gitana de viernes a domingo donde las risas fueron las artistas
invitadas, las ausencias estuvieron más que presentes y cada uno de nosotros
consiguió olvidarse por un momento del mundo exterior, de los problemas, del
quiénes somos y sólo nos concentramos en disfrutar del momento, pensando en
nosotros mismos y en nuestra propia felicidad.
Entre
futbolines, bocadillos, ‘vici-cletos’, cactus, polis, kalis y caris, un grupo
de locos desconocidos hizo posible que su realidad dejara de ser virtual para
dar forma a una nueva gran familia poniendo cara a cada uno de sus primos. Un
cartel completisimo presidió una gran mesa llena de cosas ricas. Nos faltaron
horas para estar juntos y cerrando bares, abrimos la puerta de un domingo
contigo que puso el broche de oro a un fin de semana de ensueño.
Con
la pancarta presidiendo Anoeta y nuestro primo Ifrán posando para nosotros, la
Real se unió a la fiesta goleando a un Rayo Vallecano que será siempre
bienvenido a Tierra Santa. ¡qué gran afición! Si ya me enamoraron los Bucaneros
en el Teresa Rivero, en Anoeta me rendí ante su recuerdo para Aitor Zabaleta.
Nunca una afición visitante ha conseguido empatizar tanto con nosotros. Uno a
uno, llegaron los goles: Agirretxe, Zurudin, Antxon y Vela se unieron al que
desde Parma nos dedicó Mariga, el Primo Mayor, que también quiso estar presente
en nuestra quedada.
Raúl
Tamudo y Mikel Labaka regresaban a su casa y pudieron sentir el cariño que les
tenemos. ¡Qué mal lo pasé cuando el nombre de mi Tamu acompañó a Martín y Rivas
en las despedidas del verano! Sólo cambiaría una nota de la partitura de
nuestro fin de semana y fue la lesión de mi ‘6’. Íñigo Martínez abandonó el
terreno de juego en camilla con una lesión de menisco le hará que se pierda lo
que resta de temporada.
Miraba
a mi lado y veía a mis primos que veían ganar a la Real en directo por primera
vez. Me emocioné al intentar sentir lo que estarían sintiendo cuando hicimos la
ola, al verles disfrutar del juego de los nuestros y, aunque estábamos
rendidos, sólo podíamos pensar en cerrar el ‘Gabana’ con nuestros chicos para
celebrar la victoria. A mi lado el talismán que no ha visto perder a la Real
las veces que ha pisado Anoeta. Ahora que lo sé, ¡¡¡lo quiero siempre conmigo
para verte ganar!!! Con el ‘bip-bip’ mi otro yo también disfrutó de la victoria
como si estuviera con nosotros. Uno a uno fueron pasando los primos ausentes
por mi cabeza sabiendo que allá donde estuvieran, estarían pensando en
nosotros.
Una
victoria perfecta para un fin de semana inolvidable. La última copa, la última
foto, las últimas palabras de despedida no hicieron más que ser testigos de que
esto sólo iba a ser el primero de mil momentos por vivir. Hoy mi
pañuelo-souvenir cuelga del cabecero de mi cama del pueblo, a 550 kilómetros de
donde nos vimos por última vez para tener la certeza de que por mucho que
hubiera intentado imaginar un fin de semana ideal, la realidad siempre supera
la ficción.
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