La función del presidente y del Consejo es la más difícilmente evaluable. Lo es, al menos, cuando un equipo cuenta con unos dirigentes que se prodigan poco en los medios de comunicación. Sin escándalos, declaraciones altisonantes o grandes problemas institucionales, y la Real no tiene habitualmente nada de eso (aunque casi de todo ha tenido hace no tanto tiempo), lo más sencillo es ligar la gestión directiva a la marcha deportiva del primer equipo. Es un camino fácil que no siempre se corresponde con la realidad, pero hay muchas cosas que no se ven, que suceden en los despachos, y a las que el aficionado, y buena parte de los periodistas, no tienen acceso. Aperribay está haciendo cosas bien, gestiones que contribuyen a asentar el futuro institucional del club, pero sigue dejando dudas en cuanto al manejo de la parcela deportiva. La discreción es un buen camino para un presidente, y eso es digno de aplaudir, pero hubiera sido positivo más firmeza pública en algunas cuestiones.
Empezando por la parcela deportiva, su balance de la temporada está unido a la situación creada en torno a Philippe Montanier. La campaña empezó ya con un serio problema, y es que las explicaciones para el cese de Martín Lasarte no calaron. De hecho, las mismas habrían podido ser utilizadas igualmente en el despido del francés al finalizar esta Liga 2011-2012, pero esta vez la decisión ha sido distinta. No fue el mejor de los movimientos de Aperribay decir en la Junta General de Accionistas que mientras el fuera presidente Montanier sería el entrenador, porque hasta en tres ocasiones desde entonces el futuro del entrenador estuvo en el aire. Y en las tres ocasiones, dos consecutivas salvadas con los milagros de último minuto de Iñigo Martínez e Ifrán, buscó (y encontró, según la prensa, en el primero de los casos) un sustituto. El Consejo y su presidente han sembrado dudas sobre la continuidad del entrenador y han convertido este asunto en un misterio que incluso se le ha tenido que ratificar teniendo contrato en vigor.
Sería bueno para la Real que formamos todos que el club, dirigido por su Consejo, tuviera clara su apuesta. Y que muera con ella si es preciso. Lo malo es que las formas han dejado sembrado en la afición un germen peligroso. Si la gente cree que Montanier es entrenador de la Real porque no hay otro o porque no se le ha querido pagar un finiquito, un mal comienzo de la próxima temporada podría desembocar en una notable protesta social, mucho más fuerte que aquellos gritos de "Montanier dimisión" que abrieron el debate sobre el banquillo en el tramo final de la temporada. Y puestos a buscar un sustituto, teniendo en cuenta que esta percepción se basa sólo en rumores, también sería bueno que el perfil estuviera más definido. Es difícil encontrar puntos de coincidencia en las ideas futbolísticas de todos los entrenadores que han sonado en esa búsqueda no concretada de un sucesor para Montanier, que han ido desde Manolo Preciado hasta Unai Emery, pasando por Luis Aragonés.
En lo que sí que hay que felicitar al Consejo es en su política de renovaciones. Se puede estar más o menos de acuerdo en algún nombre concreto o en la necesidad de ampliar el contrato de alguno a lo largo de la pasada temporada. Pero, por un lado, es evidente que la apuesta de la Real es Zubieta, son sus canteranos. Es decir, la esencia de lo que tiene que ser el equipo txuri urdin está más que salvaguardada. Por otro lado, no hay voluntad ni en apariencia necesidad de vender a las joyas de la cantera para sostener el proyecto. Y también sería importante destacar que, en los movimientos del consejo en el pasado verano, hubo ambición. Al margen del resultado de los fichajes de Mariga y Vela o de que se pudiera incluir o no una claúsula de compra, no olvidemos que los fichajes de la Real de esta campaña procedían de Arsenal e Inter de Milán. Otra cosa bien distinta es que los movimientos de la cuestionada dirección deportiva que dirige Loren fueran los adecuados, que en muchas ocasiones no lo han sido (por acción y por omisión), pero los objetivos del Consejo fueron ambiciosos.
Ya en el trabajo exclusivo de despacho, hay un tema del que hace tiempo que no se habla pero que marca por completo la gestión del Consejo, y es el conflicto con Mediapro. Bien por Aperribay por plantar cara al en apariencia todopoderoso operador, porque bastantes cosas funcionan mal en nuestro fútbol (nos faltaron fuerza y firmeza para conseguir que las protestas por el trato arbitral y de los comités tuvieran efecto) como para encima aceptar el chantaje de una entidad como esa. Esperemos, porque eso de momento no hay forma de saberlo, que sea un movimiento bien calculado por parte del presdiente, porque si la Real ya tiene de por sí pocos medios económicos para completar con fichajes de categoría lo que produce Zubieta, una asfixia económica podría ser letal. De la misma forma que Aperribay compareció para explicar este asunto, quizá tendría que haberlo hecho por otros temas más terrenales, como los problemas que tuvo la afición en campos como San Mamés o el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe. Eso el aficionado de a pie lo habría agradecido. Al menos el club, según se dijo en su día, está con los afectados por ambos casos y, en el primero, presentó una demanda a Prosegur de la que también sería bueno saber cómo va.
Aperribay ha reaccionado tarde en el reconocimiento a los mitos de la Real, pero la despedida de Aranburu, brillantemente ejecutada desde el club (especialmente por abaratar el precio de las entradas y permitir que Anoeta estuviera repleto ese día), parece haberle animado a ofrecer a otras leyendas de txuri urdin el homenaje que no tuvieron cuando salieron del club. Hubo esta misma temporada una oportunidad para brindarle a Darko Kovacevic la despedida que nunca tuvo, y se dejó pasar. Ojalá sea el primero de los nombres en la lista que maneje el presidente. También sería bueno que el club tuviera más presente su propia historia, porque el aficionado, sobre todo el veterano, gusta de esos detalles. El uso de una camiseta conmemorativa por el 30 aniversario del segundo título de Liga fue un detalle bonito, pero chocante, pues no se hizo con la primera nada parecido. Aun así, más vale tarde que nunca, porque la historia tiene que ser recordada. La de la Real es demasiado bonita como para que caiga en el olvido. Anoeta cumplírá 20 años al finalizar la próxima temporada. ¿Se recordará de algún modo? Ojala que sí.
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