martes, 29 de enero de 2013

Ni Un Domingo Sin Ti_ NO SOMOS DIOSES

Celta 1-1 Real


Si después de la tormenta siempre llega la calma, después de la ciclogénesis tocaba bajar a la tierra. Después de una semana en mi nube, la tormenta perfecta dejó a su paso un torbellino de pasiones desatadas, una oleada de euforia desmedida, un vendaval de optimismo que nos permitía alzar nuestro álter ego a lo más superlativo de la creación rozando la categoría de Dioses

Nos mirábamos al ombligo como aquél que venció a Goliat (referencia al artículo de Iñaki Milla) conscientes de ser los únicos en derrocar al imbatible, insignia capaz de hacer que el rival nos temiera, que agachara las orejas a nuestro paso recitando alguna oración tipo ‘Oh Real, mi Real, todopoderosa Real, yo te venero, yo te admiro, yo te respeto. Tú que venciste al imbatible; tú que moras en los cielos; tú que irás a Europa hoy pisas mi casa. Bienaventurada y heroína, Yo te idolatro. Amén’.

Con un aura de divinidad, la Real llegaba a Balaídos con su séquito de fieles dispuestos a cantar sus alabanzas, a implorar su gracia y comulgar con su creencia Real. Los once que saltaron de inicio no eran santo de mi devoción, por lo menos en lo que a Elustondo y Markel se refería e intenté revelarme contra las decisiones del maligno que dejaba en el banquillo a Antoine, Pardo y Agirretxe, pero la suerte ya estaba echada.

Diego Ifrán volvía a ser el líder en solitario y como tal, debía llevar la voz cantante pero una vez más volvió a desafinar. Contabilicé hasta dos ocasiones erradas solo delante del portero que se me antojaron imperdonables e impropios de un líder. Y llegó el primer estacazo, directo donde más duele. El 1-0 obra de Krohn Dehli fue directo a nuestro orgullo y deshaciendo el encantamiento, nos devolvió a la REALidad.

Por quinto partido consecutivo, el equipo rival dejaba en el camino a uno de sus guerreros quedándose sólo con diez, pero fuimos incapaces de saltar su trinchera para lograr el triunfo. Sólo un valiente osó romper las reglas, reivindicar su valía y avalar la confianza que Montanier puso en él haciendo el empate. El gol de Elustondo fue tan inesperado que no supe cómo celebrarlo.

A partir de ahí, querías pero no podías, intentabas volver a ser una divinidad pero te faltaba el bastón de mando; querías ser leyenda pero no lograste un desenlace de fábula. Creíste que eras Dios pero te faltó creértelo de verdad. Ni ayer fuimos héroes ni hoy somos villanos; ni ayer fuimos dioses ni hoy el nivel más bajo de la creación; ni Montanier es el Maligno ni Elustondo el enemigo (tampoco es la hostia después de marcar el gol)

No somos Dioses. Somos la Real. Somos mortales y en nuestra condición está ganar y perder, acertar y fallar, disfrutar y padecer. Unos días lo haremos mal y otros muchos lo haremos bien pero debemos asumir nuestra realidad, encontrar en nuestra humildad el camino del éxito. Ni es buena la euforia excesiva ni la autoflagelación eterna.

¿Entonces, el punto es bueno? El punto nos dejó un sabor agridulce; fue un quiero y no puedo porque siempre que podemos dar un golpe en la mesa, nos olvidamos el mazo. Puede que no seamos dioses, pero  sí debemos creer que podemos llegar a ser uno de los pocos elegidos que vean la luz europea al final de este túnel llamado #LigaBBVA.

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