A los futbolistas y a los entrenadores les suele molestar mucho escuchar los clásicos topicazos que rodean a cada equipo. A los de la Real, por ejemplo, les disgusta que les digan que les falta carácter y ambición. Su excusa más utilizada delante de los micrófonos para defenderse es que este último ingrediente se demuestra en el campo, y no en la sala de prensa. Puede que tengan razón, pero es que cuando nos vemos obligados a repetir tantas veces que a esta plantilla le falta un punto de ambición y de voracidad para lograr metas más ilusionantes es única y exclusivamente por su culpa.
La Real se dejó dos puntos ayer en Vigo en un partido que debió ganar sí o sí. No estoy de acuerdo en estos casos en escudarme en la máxima conformista que un punto fuera siempre es un buen botín porque lo importante es sumar. Desde el primer minuto se vio que los realistas eran superiores a su rival, algo que se acrecentó sobremanera cuando se le puso todo de cara por la expulsión de Augusto. A partir de ese momento, los blanquiazules iniciaron un asedio a la meta de Navas en el que solo encontraron el gol en un córner botado por Chory y cabeceado por Elustondo.
Pero volvamos al tema de la ambición. El fútbol en muchas ocasiones se mueve por señales. No hace falta acreditar que tienes hambre de puntos solo con tu juego, a veces un solo gesto es suficiente para intimidar a tu adversario. Por eso es difícil de explicar varias circunstancias que se dieron ayer en Balaídos. La primera en el banquillo.
En cuanto el Celta se quedó con diez Herrera movió sus piezas y se quedó sin delanteros para establecer un plan que le permitiese al menos salvar un punto. Es incomprensible que en ese mismo momento Montanier no introdujera un cambio ofensivo para adaptarse a la situación. Porque en esto no se puede incluir quitar a un punta por otro punta, un extremo por otro y un pivote organizador por uno similar (la sustitución de Illarramendi fue de traca). Más lógico parecía quitar a Markel Bergara, que firmó un buen encuentro, cuando sabes que vas a tener todo el rato el balón al habértelo dejado claro el entrenador rival con su cambio de plan.
Después, a la misma altura, vienen los futbolistas. Sin entrar ahora a valorar el penoso encuentro de Ifrán, no resulta aceptable que justo cuando se consiguió la igualada, con media hora por delante, se marchase del campo andando a un ritmo lentísimo para ser sustituido por Agirretxe. Luego con Chory castro pasó tres cuartos de lo mismo. Sí, es cierto, la ambición se demuestra en el campo y ayer la Real, pese a dominar y por momentos avasallar a su rival, no acreditó que tuviese el deseo irrefrenable de sumar tres puntos vitales para luchar por Europa. Y en este terreno podemos incluir también a un Carlos Vela, el mejor de largo de este equipo, que se coge fiesta en demasiadas salidas. Ayer desapareció a la media hora del partido y no volvimos a tener noticias de él.
Fue una pena. En el fondo tiene una parte buena que un empate a domicilio nos deje ese sabor agridulce. La Real dispone de un potencial importante, lo que le lleva a parecer superior a sus enemigos en la gran mayoría de partidos de esta campaña, pero no acaba de creérselo. Y eso, como la ambición, solo se podrá dar en el campo. Me lo decía el otro día un periodista sabio, pienso que en una lectura muy atinada, "la Real tiene peor equipo de lo que muchos creen, pero mejor que el que la plantilla se piensa que tiene". Y es así.
En este creciente conjunto, en el que cada fin de semana puede destacar cualquiera de sus jugadores, desde el portero al punta, pasando por sus laterales, pivotes o mediapuntas, comienza a sobresalir un futbolista que tiene la misión de organizar la orquesta. Asier Illarramendi completó una fenomenal actuación. Abarcó más terreno que nunca, apareció por cualquier parte y en todas sus acciones siempre actuó con criterio. Estamos ante un jugador extraordinario, cuya evolución no parece tener techo, ya que él sí comienza a creer en su rol de líder. Ayer estaba siendo de largo el mejor hasta que fue sustituido por Montanier en una de las decisiones más pintorescas que se le recuerdan. Y que conste que cuenta con un amplio historial en este sentido.
La Real se confundió en la primera parte. Tuvo más el balón, pero regresó ese ritmo plomizo que llega a convertirse en desesperante al completar posesiones eternas y horizontales, sin ninguna mordiente ni verticalidad. Ese tiqui-taca mal entendido también lo podemos incluir en el saco de la ambición. Los blanquiazules eran mejores, pero no lo plasmaban, ya que apenas pisaban el área rival. El choque discurría sin apenas ocasiones, hasta que Carlos Martínez puso un centro perfecto con la zurda e Ifrán no logró rematar en una posición inmejorable. Lo del uruguayo tiene delito. Primero sorprendió que jugase ayer, ya que la inspiración de los arietes suele venir en muchas ocasiones por su estado de ánimo, y el de Agirretxe estaba por las nubes tras su gol ante el Barcelona. Y después, en lo que respecta al fútbol, no hizo nada bien. Es justo lo contrario que Tamudo, siempre está donde no va el balón. Además, no aguanta el esférico de espaldas, lo que suele ayudar mucho a este equipo a estirarse en ataque. Su juego se limita a darse la vuelta y buscar un golazo. Su estilo individualista no se ajusta a las señas de identidad de esta Real. Era necesario que le diesen una oportunidad para catalogarlo y la ha tenido, pero su nota es un suspenso estrepitoso, aunque siempre tendrá condiciones y estará a tiempo para mejorar.
El Celta es uno de los equipos que mejor juega de la parte baja de la Liga. Los gallegos amagaron en un disparo de Augusto que salvó Bravo, antes de que Krohn-Dehli marcara en una bonita pared con Iago Aspas. El tanto fue muy parecido al que firmó De Lucas en Anoeta y, una vez más, aunque la acción tuvo mérito, dio la sensación de que rompió al entramado defensivo realista con excesiva facilidad.
Expulsión de Augusto
Todo cambió en la segunda parte. A los cuatro minutos de la reanudación Augusto vio la segunda amarilla en una decisión demasiado rigurosa de Paradas Romero. El argentino tenía el brazo ahí puesto, no hizo ninguna intención de interceptar el balón y no se lo puede cortar. Es la quinta roja seguida para los rivales, algo que también hay que explotarlo al máximo, ya que pronto cambiará el viento y los árbitros perjudicarán a la Real.
En ese momento los realistas tocaron a rebato y encerraron a los locales, que se protegieron como pudieron del temporal txuri-urdin. El problema es que los donostiarras nunca tuvieron la claridad ni la brillantez para encontrar los caminos hacia Vara. Solo lograron empatar en un cabezazo de Elustondo a saque de esquina botado por Chory Castro. El centro debería desterrar para siempre cualquier nuevo intento de gilicórner. El de Beasain consiguió marcar el tanto que casi anota en su estreno hace seis años en este mismo campo, en un testarazo que le sacó el hoy azulgrana Pinto.
Con un dominio territorial y de la posesión abrumador, la Real no halló el tanto del triunfo. Agirretxe tuvo varias opciones, pero su olfato no anduvo fino. Markel remató al palo y Vela, en un disparo muy suyo, también se acercaron. Y casi al final Pardo de falta y Griezmann de cabeza estuvieron cerca de firmar la diana de la gloria.
La Real sigue sin ganar a los últimos clasificados. Llevamos tiempo dándole vueltas al tema sin encontrar argumentos tangibles que lo expliquen. Ayer, sin embargo, quedó bastante claro: si este equipo quiere crecer va a tener que demostrar un plus más de ambición. En Vigo se dejó dos puntos en lugar de conseguir tres. Lo mismo que le pasó ante el Deportivo, Osasuna, Granada… Eso sí, contra el Mallorca ahora estará prohibido dejarnos a medias. Es lo que tiene no vencer cuando lo tienes todo a tu favor.
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