El traje no nos entra. Estamos inflados, hinchados de autoestima, orgullosos de nuestro equipo, de cómo afronta los partidos, de cómo juega y de cómo gana. Esta Real es como la cobra. Te fulmina de un mordisco. El Málaga lo sufrió en sus carnes. El sistema nervioso de los de Pellegrini se detuvo durante veinte majestuosos minutos en los que los txuri urdin escupieron veneno a borbotones, fulminando a todo el que pasaba por delante. Es como si supiera, exactamente, cuándo es el momento idóneo en cada envite, como si tuviera estudiado a la perfección al enemigo y conociera de primera mano los puntos débiles, para atacarlos cuando más daño puede hacer, y lanzar la toxina mortal, para la cual no se ha inventado antídoto.
Esta Real reúne muchas de las características de la Real que nos hizo campeones. Un grupo de amigos, de casa, que es consciente de lo que supone portar ese escudo en el pecho y lucir de txuri urdin. Un grupo poderoso, que ha crecido en experiencia por la confianza otorgada, y que tiene en el carácter ese gen básico sobre el que todo equipo debe apoyarse para dar pasos al frente. Una raza innata en tiempos de Atotxa, que fue languideciendo hasta evaporarse en Anoeta, y que, por fortuna, ha vuelto a florecer. No tengo dudas de que el trabajo de Martín Lasarte en este sentido fue esencial. El uruguayo fue quien comenzó a edificar el equipo que está deslumbrando a propios y extraños esta temporada. Montanier le ha dado forma y lo ha terminado de engrasar. Ambos merecen reconocimiento. A todo ello se le ha unido un grupo de foráneos que marcan la diferencia y el cóctel es explosivo. Aspirando a la Champions. Bendita locura. No queremos despertar.
Es una delicia comprobar la seguridad que transmite Bravo en la portería. Excepcional la trayectoria de los dos laterales, Carlos Martínez y De la Bella, de lo mejorcito de la Liga, hacia atrás y hacia delante. Una maravilla ver a Illarra en el tránsito defensa ataque, escudado por un Markel omnipresente, y un Prieto estelar jugando por el centro, o por un Zurutuza ‘delicatessen’ que cuando está y deja de estar, como el otro día, deja un espacio dificilísimo de cubrir. Fantasía pura la de Vela, que va sobrado, y Griezmann, que está cerca de su mejor versión. Y asombroso el crecimiento de Agirretxe, que el otro día realizó un partido soberbio, a pesar de que no marcara, mostrando un virtuoso juego de espaldas y dejando su impronta con detalles brillantes como el pase con la zurda a GR7 para que éste marcara a placer. Desde la grada, ciertamente, poco más podemos pedir. Estamos disfrutando.
El premio, en forma de pasaporte europeo, está cerca. La heroicidad requerirá máxima concentración, máxima intensidad y el mejor fútbol. Sólo así reptaremos, sigilosamente, hasta el objetivo. Y sólo así esquivaremos las barricadas. Porque irán a por nosotros. Lo acontecido en el Valencia-Valladolid clama al cielo. Es una vergüenza. Pero no pasa nada. El perjudicado no tiene fuerza para meter ruido. Lamentable. No podemos permitir que nos toque a nosotros.
Yo tengo otro pálpito, Paco
El otro día escuché a Paco Jémez, técnico del Rayo, próximo rival de la Real, que tenía el pálpito de que si conseguían ganar este fin de semana a los de Montanier jugarían la próxima temporada en Europa. Normal. Y es que la Real sólo ha perdido un partido de los últimos 20, y si perdiera en Vallecas los madrileños darían un paso de gigante. Yo, Paco, tengo, sin embargo, otro pálpito. Soy consciente de que Vallecas es un campo nefasto, históricamente garrafal, y que seguramente tendremos una o varias bajas muy importantes (Illarramendi, por ejemplo). Pero creo que si ganamos allí jugaremos la Champions el año que viene.
Esta Real reúne muchas de las características de la Real que nos hizo campeones. Un grupo de amigos, de casa, que es consciente de lo que supone portar ese escudo en el pecho y lucir de txuri urdin. Un grupo poderoso, que ha crecido en experiencia por la confianza otorgada, y que tiene en el carácter ese gen básico sobre el que todo equipo debe apoyarse para dar pasos al frente. Una raza innata en tiempos de Atotxa, que fue languideciendo hasta evaporarse en Anoeta, y que, por fortuna, ha vuelto a florecer. No tengo dudas de que el trabajo de Martín Lasarte en este sentido fue esencial. El uruguayo fue quien comenzó a edificar el equipo que está deslumbrando a propios y extraños esta temporada. Montanier le ha dado forma y lo ha terminado de engrasar. Ambos merecen reconocimiento. A todo ello se le ha unido un grupo de foráneos que marcan la diferencia y el cóctel es explosivo. Aspirando a la Champions. Bendita locura. No queremos despertar.
Es una delicia comprobar la seguridad que transmite Bravo en la portería. Excepcional la trayectoria de los dos laterales, Carlos Martínez y De la Bella, de lo mejorcito de la Liga, hacia atrás y hacia delante. Una maravilla ver a Illarra en el tránsito defensa ataque, escudado por un Markel omnipresente, y un Prieto estelar jugando por el centro, o por un Zurutuza ‘delicatessen’ que cuando está y deja de estar, como el otro día, deja un espacio dificilísimo de cubrir. Fantasía pura la de Vela, que va sobrado, y Griezmann, que está cerca de su mejor versión. Y asombroso el crecimiento de Agirretxe, que el otro día realizó un partido soberbio, a pesar de que no marcara, mostrando un virtuoso juego de espaldas y dejando su impronta con detalles brillantes como el pase con la zurda a GR7 para que éste marcara a placer. Desde la grada, ciertamente, poco más podemos pedir. Estamos disfrutando.
El premio, en forma de pasaporte europeo, está cerca. La heroicidad requerirá máxima concentración, máxima intensidad y el mejor fútbol. Sólo así reptaremos, sigilosamente, hasta el objetivo. Y sólo así esquivaremos las barricadas. Porque irán a por nosotros. Lo acontecido en el Valencia-Valladolid clama al cielo. Es una vergüenza. Pero no pasa nada. El perjudicado no tiene fuerza para meter ruido. Lamentable. No podemos permitir que nos toque a nosotros.
Yo tengo otro pálpito, Paco
El otro día escuché a Paco Jémez, técnico del Rayo, próximo rival de la Real, que tenía el pálpito de que si conseguían ganar este fin de semana a los de Montanier jugarían la próxima temporada en Europa. Normal. Y es que la Real sólo ha perdido un partido de los últimos 20, y si perdiera en Vallecas los madrileños darían un paso de gigante. Yo, Paco, tengo, sin embargo, otro pálpito. Soy consciente de que Vallecas es un campo nefasto, históricamente garrafal, y que seguramente tendremos una o varias bajas muy importantes (Illarramendi, por ejemplo). Pero creo que si ganamos allí jugaremos la Champions el año que viene.
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