viernes, 7 de junio de 2013
AITA, ERREALA!
Creo que, aún, no he asimilado la hazaña. Parece un sueño de esos en los que despiertas justo cuando el árbitro pita el final y estás a punto de celebrar un título. Y eso que digerir semejante plato de buen gusto no debería ser difícil. Lo que ha conseguido la Real esta temporada es de un mérito superlativo. Difícilmente uno encuentra razones para poder explicar los porqués de semejante hito. El equipo ha superado todas las expectativas y lo ha hecho con una receta muy sencilla, la de toda la vida, la “de la abuela”: trabajo, sentimiento, calidad y fe. Mucha fe. Una fe que tanto el vestuario como la afición habíamos perdido hace algunos años, cuando una pésima gestión institucional y deportiva llevo al club a las catacumbas de la segunda división.
Aquello ya es pasado. En apenas tres años hemos vivido un ascenso y una clasificación para la Champions, un objetivo otrora inalcanzable, una quimera absoluta para todo aquel que tuviera dos dedos de frente. Una alegría inmensa que, no en su totalidad, pero sí en parte compensan los malos momentos vividos provocados por la desunión existente en el entorno, por el mal hacer de unos cuantos, que despojaron a la Real de su idiosincrasia y la convirtieron en un club de medio pelo, como otro cualquiera, sin que nada ni nadie pudiera conseguir dar un giro de 360 grados. Lo mínimo que podrían hacer es taparse un poco. Pues ni eso. Hoy, por suerte, y por el buen hacer de Aperribay y compañía, el cielo está despejado y podremos disfrutar de un verano de sol deportivo, esperando con cierta ansiedad por cierto, la llegada de la eliminatoria previa de la máxima competición europea por equipos. El mero hecho de escribir estas líneas hace que los pelos se me pongan como escarpias. Una locura.
Esta es la Real que queremos. Y no lo digo por su clasificación para la Champions. Somos conscientes de que es un objetivo, a día de hoy, con las diferencias económicas existentes, quimérico. Pero por fin podemos volver a estar orgullosos de un equipo que cree en sí mismo, que siente los colores, que compite con ambición, en definitiva, que aplica la misma filosofía que los miles y miles de aficionados que se desviven por él domingo tras domingo. Que la Real gane un domingo hace que el lunes sea menos lunes. Para mucha gente que lo está pasando muy mal. Y eso era algo que se había olvidado. Las personas llegan, ganan o pierden, y se van. La Real permanece. Y su afición también. De padres a hijos. De abuelos a nietos. Una de mis grandes alegrías es ver vestido al pequeño Unai con la camiseta txuri urdin y que señalándose al escudo diga “aita, Erreala!”. Esa es la fortaleza de este club. Y la que ha recuperado volviendo a los orígenes, aplicando el sentido común, confiando en lo que siempre ha tenido éxito. Y debemos seguir así por mucha Champions que vayamos a jugar. Ahora toca celebrar, disfrutar y trabajar para seguir haciendo las cosas igual de bien. Comenzando con la patata caliente del entrenador. A Montanier le agradecemos lo que ha hecho. Pero es una página pasada. Hasta otra. No hay debate. Quien venga tiene el listón muy alto. Pero también tiene marcados de forma cristalina los pasos que llevan al éxito.
Y así, nosotros también nos vamos de vacaciones. Con la esperanza de volver el año que viene y contarles desde esta sección una pasión semanal, un sentimiento muy Real. Siempre desde el corazón. “Aita, Erreala!”. Enorme.
Mantener el bloque
Entre los riesgos de realizar una extraordinaria temporada, como la que nos ha regalado la Real, están el que algún club poderoso pueda querer echar la caña en el vestuario. Es ley de vida. Los Iñigo Martínez, Illarramendi, Griezmann, Vela y compañía tienen hoy un cartel que hace escasamente un año no tenían. Aquí el club debería tener la misma mano dura que en otros apartados. Ahí están las cláusulas, que para algo están. Que pasen por caja. Mantener el bloque durante el verano, será, sin duda, uno de los objetivos más complicados a conseguir. Un objetivo de importancia capital para seguir creciendo.
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