Los hinchas realistas vibraron durante los 90 minutos en Riazor y estuvieron muy atentos a lo que sucedía en el Sánchez Pizjuán
Los minutos previos al encuentro fueron una demostración de ambas aficiones. Los locales, con lógica mayoría, realizaron un increíble recibimiento a los suyos, sabedores de lo que había en juego.
A pesar del buen trato entre aficiones en la parte vieja de la ciudad, los de siempre empañaron el día con una hostil bienvenida al autocar de la Real, al que lanzaron alguna botella, además de incesantes insultos a los jugadores realistas.
Ese fue el detonante para que la preocupación del club por la seguridad de sus aficionados se disparase. Ya se avisó previamente del peligro existente en caso de descenso del Depor, y el recibimiento no hizo sino confirmar la preocupación de los dirigentes.
Los donostiarras, ansiosos por vivir la última fiesta de la temporada llegaron al estadio horas antes. Situados en la parte superior de uno de los córners de Riazor, animaron a los suyos en el calentamiento, mientras las gradas del estadio deportivistas estaban semivacías.
Los nervios, como en todas las jornadas decisivas, estuvieron presentes en las gradas. El primer gol de la tarde, el que marcó Banega en Sevilla fue coreado por los aficionados locales, pero nada tuvo que ver esa celebración con las que protagonizaron todos los txuri-urdin en cada gol del nuevo ídolo local. Álvaro Negredo puso en bandeja la Champions a la Real. Y es que el sueño ya es real, la música de la Champions sonará en Anoeta.
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