"Iñigo Matónez". Así aparece, tanto en la edición impresa como en la digital de este periódico, el nombre del central de la Real en el análisis arbitral que hace de la jornada el ex colegiado Urizar Azpitarte. Lo leo y lo releo. Podría pensar que es una errata, pero la errata sería "Martónez", no "Matónez". Y entonces, como la ingenuidad la perdí hace mucho tiempo, creo que la causa de que esto haya aparecido tal cual en un periódico de tirada nacional es una traición del subconsciente. Muy malo siempre el subconsciente.
A esta hora, esta enorme falta de respeto (al jugador, a la Real y a todo lector del diario) no ha sido corregida de la edición digital. Sorprende que nadie en la redacción del periódico se haya leído su propio periódico para darse cuenta de algo así. Bueno, no, no sorprende. No sorprende porque a nadie parece preocuparle lo que nos suceda a 18 equipos de la Primera División (y el comentario que he dejado para destacar su error, directamente ha sido censurado). Y esto, con ser una pequeña anécdota, es en realidad una demostración más. Ese error no se tendría con un jugador del Barcelona o del Real Madrid. Y si se tuviera, se armaría un escándalo cruzado entre los periódicos de una y otra ciudad. Como es Iñigo Martínez el protagonista, ni se arregla el error. Estupendo.
En fin, a lo que iba. Iñigo Martínez ha cosechado elogios por su actuación en El Molinón. Elogios merecidísimos, de eso no hay duda. Gran colocación, todo un coloso por arriba, contundente a la hora de entrar, inteligente para sacar el balón y asumiendo más responsabilidad incluso que Demidov. Todo eso ya se ha dicho. Yo me quedo con dos detalles más. Del primero algo se ha mencionado, pero el segundo parece haber pasado inadvertido y me parece que merece ser destacado.
En primer lugar, me quedo con su primera intervención seria en el partido, cuando salió a cortar un balón que conducía en carrera André Castro. Ni la más mínima duda en el central txuri urdin. Metió el pie con fuerza y colocó su cuerpo para recibir el impacto. Y salió indemne, al contrario que su rival. Sin hacer falta, a pesar de la protesta generalizada de El Molinón e incluso de Manolo Preciado. Advirtiendo a todo atacante del Sporting que ahí estaba él. Y sin amilanarse lo más mínimo de ahí en adelante. Me impresionó ese aplomo en un debutante. Todos tenían otras virtudes, pero no recuerdo a Mikel González, Ansotegi, Labaka o Pikabea lanzando mensajes tan contundentes en su debut con el primer equipo.
Pero es el segundo detalle el que más me ha impresionado, por novedoso. Minuto 67 de partido. Paradas Romero señala el penalti de Carlos Martínez sobre Botía (otro inciso para referirme a la nota de As; si Urizar ve penalti por un derribo con la pierna izquierda, cuando el lateral navarro entró con la derecha, me reafirmo en que no veo nada claro que haya infracción, por justa que sea la roja si lo pita) y es Iñigo Martínez el jugador que sale corriendo, desde el área pequeña y en dirección al árbitro, para protestarlo con vehemencia.
Fue una explosión de rabia y carácter, dos virtudes más que añadir a lo futbolístico que ya había mostrado para entonces Iñigo Martínez. Llevo unos años diciendo que a la Real le falta un Karpin, le falta su carácter. ¿Puede ser que al fin lo haya encontrado, al menos en parte, en las formas de este chaval de 20 años que hace solo tres días que debutó en Primera División? Iñigo lo tiene todo para convertirse en un central que marque época, si él progresa y la Real le cuida. De cualquiera de las formas, tengo muchas ganas de ver su rendimiento ante el Barcelona. Una enorme prueba de fuego para un central que, de momento, ya me tiene encandilado.
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