Desde que leí "La Brecha" de Toti Martínez de Lezea, no puedo caminar por la Parte Vieja de San Sebastián sin pensar en los terribles acontecimientos que tuvieron lugar durante la Guerra de la Independencia cuando la ciudad fue quemada el 31 de agosto de 1813.
En junio de ese mismo año, y con las tropas napoleónicas ocupando Donostia, los aliados formados por tropas anglo-portuguesas, bajo el mando directo de Sir Thomas Graham y teniendo por generalísimo al Duque de Wellington, sitiaron la ciudad y la dejaron aislada. Intensos bombardeos y un mayor ensanchamiento de la brecha fueron la antesala de la operación de asalto formada por una columna de voluntarios, denominados «los desesperados». Los franceses asesinaron a los soldados aliados y cuando una nueva retirada parecía lo más acertado, un incendio fortuito y el estallido de un depósito de munición francés
creó la confusión en este bando. Los asaltantes aprovecharon este desconcierto obligando a replegarse a las tropas francesas hacia el Castillo, donde capitularán el 8 de septiembre.
El saqueo de los aliados durante la recuperación de la ciudad duró seis días y medio, salvándose del incendio sólo las dos parroquias y treinta y cinco casas que servían de alojamiento para los oficiales británicos y portugueses, situadas en la calle Trinidad, la actual calle 31 de agosto en conmemoración del brutal sabotaje.
Tras la guerra, lo más fácil hubiera sido abandonar las ruinas y que la ciudadanía empezara una nueva vida asentándose en algún lugar virgen de sufrimiento, pero los vecinos más representativos se reunieron en las afueras, en Zubieta, y decidieron reconstruir la ciudad. Gracias a aquéllos valientes, San Sebastián resurgió de sus cenizas, dotándola de personalidad, fuerza y carácter emprendedor.
Hoy Zubieta también es cantera de emprendedores, de osados chavales que con su arte sueñan con llevar Gipuzkoa a lo más alto. Zubieta fue nuestra llama de esperanza y debe seguir siendo el centro de nuestro desarrollo como potencia, esta vez futbolística.
Antoine Griezzman, Iñigo Martínez, Asier Illarramendi o Rubén Pardo son Hijos de Zubieta, las joyas más deseadas y ante un inminente saqueo, conviene fortalecer nuestros muros para que no se abra ninguna brecha que permita la entrada del bando rival. Han manifestado su deseo de quedarse y sus declaraciones no deberían dejar lugar a la duda. Pero como antaño, un hecho fortuito podría sembrar el desconcierto provocando ‘la toma de la plantilla’ ante la reciente marcha de Javi Martínez y con el mes adicional del que dispondrá el Athletic para fichar de forma unilateral previo pago de cláusula a cualquier jugador de la liga nacional.
Hoy los Generales van de corbata y dirigen clubes; hoy las armas no son de fuego pero son igual de contundentes en su ataque. Se representan con el símbolo ‘€’ y quien las posee tiene la facultad de campar a sus anchas con la salvaguardia del poder. La lucha se libra en los despachos y el mejor contraataque para su virulenta munición debe ser el sentimiento txurirudin porque el corazón es el motor del organismo y no debería venderse nunca.
Hoy los asaltantes no mancillan mujeres, violan ilusiones. El debut de un Hijo de Zubieta llega precedido por años de intenso trabajo y es motivo de orgullo para los 33.000 fieles de Anoeta y los miles de aficionados que se ilusionan en la distancia. Un Hijo de Zubieta nace para hacer grande a este Club, pero, ¿qué es ser ‘grande’? ¿cuál es la misión de los Hijos de Zubieta? ¿son productos o piezas clave del puzle de nuestros sueños? Y, lo más importante, ¿cuál es nuestro sueño?
Quizás el ataque inminente sea inevitable y alguno presuma de cantera a golpe de talonario. Quizás el sentimiento se desvanezca con cinco cifras en la cuenta corriente.
Todos somos Hijos de Zubieta y en la herencia de aquéllos audaces vecinos encontramos hoy la ventaja competitiva más codiciada: nuestro fútbol de cantera. Porque Zubieta es para todos un lugar que simboliza los nuevos comienzos, nuestra seña de identidad y mayor orgullo.
Nota personal:
En memoria y homenaje a los donostiarras de la época con todo mi respeto en el día en que se cumplen 199 años desde aquél 31 de agosto. Ruego a los lectores sepan perdonar mi osadía al servirme de tales acontecimientos para ilustrar el sentimiento de la afición ante la hipotética marcha de algún canterano, puesto que ambos hechos no tienen punto de comparación. Como donostiarra, el 31 de agosto es un día triste que no debe quedar en el olvido. Con este artículo, me gustaría acercar a los más jóvenes una parte de la historia de nuestra ciudad para que al caminar por sus calles y alzar la vista a sus edificios sepan comprender que en otra época, la vida no era tan fácil como lo es ahora. Que esa piedra que ha quedado relejada a la segunda planta de un centro comercial al que llamamos ‘La Bretxa’, fue protagonista de la Historia de San Sebastián y que su nombre no es capricho de su arquitecto.
Con respeto y lágrimas.
Cris García.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/San_Sebasti%C3%A1n
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