domingo, 10 de febrero de 2013

LA REAL NO SE LO MERECE


El domingo por la noche se me erizó el pelo. Al regresar a casa tras disfrutar con el triunfo de la Real ante el Mallorca, me llegó al móvil el habitual atracón de mensajes que se quedan en el camino durante el partido por la pésima cobertura telefónica de Anoeta. Uno de ellos me avisaba de que estuviese preparado por la supuesta bomba que soltaba al día siguiente el Diario AS. Lo que ya tenemos claro es que su explosión lo único que ha conseguido es amargarnos la vida y ensuciar para siempre el escudo de un club con una leyenda centenaria. Lo primero que quiero decir es que los temas relacionados con el doping hay que tratarlos siempre con pies de plomo. La presunción de inocencia debe prevalecer en todo momento sobre interpretaciones ventajistas o intencionadas. Aquí no valen medias tintas, lo que se publica hay que refrendarlo con pruebas convincentes que lo demuestren. Si no es así, ahí están los juzgados para denunciar las acusaciones falsas.

Por mucho que no nos guste, hay dos circunstancias que, al menos a mí, me perturban. Una, que no hace falta ser un lumbreras para imaginar que el acrónimo Rsoc de las anotaciones de Eufemiano Fuentes se refiere a la Real. Y dos, que, además de defraudar a Hacienda con una contabilidad B (algo desgraciadamente habitual en el fútbol), nadie del club txuri-urdin salga para explicar la supuesta relación acabada con el médico procesado, lo que, por mucho que se diga ahora, no implica ni prueba de manera implícita que se hayan tomado sustancias prohibidas.

Uno de los grandes problemas es que la propia Real no está actuando de manera contundente ni con la denuncia de Badiola ni con el tratamiento de la prensa española (de vergüenza La Vanguardia abriendo su sección de deportes con un "Dopaje en la Real Sociedad"). Además, el inquietante motivo principal para ello es que sus gestores no parecen convencidos de lo que realmente puede llegar a aparecer en fechas venideras, al sospechar incluso que han desaparecido varias carpetas en el club. Lo que más escuece es que ya nadie nos va a quitar la agobiante duda de "¿y si fuera verdad?".

A lo largo de la semana se han vivido dos realidades paralelas en torno a la supuesta exclusiva publicada por AS, por una denuncia desvelada en una Junta de Accionistas en 2008. Una, la que se percibe en Madrid como el bombazo informativo del año y, otra muy distinta, la que interpreta la indignada afición guipuzcoana que no da crédito a que haya sido un expresidente del club el que ha vuelto a prender la mecha del escándalo cuatro años después.

Lo triste es que a Badiola los medios de Prisa (supongo que algo tendrá que decir el patrocinador principal de la Real, Canal +, en todo esto) le han utilizado para atacar al pez gordo que de verdad les interesa y que no es otro que Astiazaran, el presidente en los tiempos de la denuncia. En su ofensiva frontal no han dudado en emplear a la Real como arma arrojadiza cargada en la catapulta de largo alcance. Por si fuera poco, parece la cabeza de turco ideal, porque es ruidosa pero poco poderosa, lo que permite pasar de puntillas por encima de otras sospechosas iniciales de supuestos deportistas más importantes que aparecen en las notas de Eufemiano. Al día siguiente de que saliese la noticia ninguna radio ni periódico hablaba ya de Badiola y todos se centraban en el actual mandatario de la LFP. Conozco a Badiola. A todo a lo que ha hecho hasta ahora le había acabado encontrando un sentido con el que podía estar más o menos de acuerdo. En esto no. La única explicación que se me ocurre es su sed de venganza y un desmedido afán de protagonismo. Esta vez no ha tenido en cuenta que su víctima colateral es la Real y su gente.

En una señal inequívoca de grandeza, el realismo ha cerrado filas más que nunca para protegerse. Lástima que el Consejo haya puesto en peligro esa unión permitiendo que su periódico de cabecera, ese cuya primera reacción fue proteger a la directiva poniéndole incluso por encima de la Real, publicase en exclusiva la renovación de Iñigo Martínez. Una imprudente maniobra en busca de enemigos que la hubiese firmado hasta el patoso de Mourinho. Aunque, en este caso, no se corre demasiado peligro, porque nuestro sentimiento, al menos el mío, está a pruebas de presidentes pasajeros.


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