Si la pelota entra, no hay problemas. Es una máxima muy extendida y que, en realidad, sólo sirve para ocultar los problemas cuando existen. Pero es importante destacar que, ahora mismo, la buena marcha deportiva encuentra un fiel reflejo en la situación institucional del club. Es muy difícil encontrar aspectos negativos en la gestión de Jokin Aperribay durante la última temporada. Desde que llegó a la Presidencia, y ahí es obligado recordar que no lo hizo de la mejor de las maneras por muy olvidada que haya quedado ya aquella Junta de Accionistas de los tiempos más oscuros, ha ido borrando las reticencias de muchos, incluso desde el desacuerdo con algunas de sus decisiones más trascendentales, sobre todo las que han afectado a la situación contractual del técnico, Philipe Montanier. Muchos pidieron su cese y el presidente aguantó. Y muchos pidieron su renovación, sin que el Consejo se alterara al no cerrarla por las razones que fuera.
Puede que en la situación del entrenador el factor fundamental haya sido la reticencia de Aperribay a cesarle en mitad de la temporada, algo de lo que ha presumido el presidente txuri urdin no sin cierta razón objetiva. Eso salvó la cabeza de Montanier la pasada temporada cuando el equipo llegó a ocupar el farolillo rojo y en ésta cuando bordeó los puestos de descenso, con la grada coreando mayoritariamente entonces el conocido "Montanier, dimisión". Pero, al mismo tiempo, parecía evidente que el Consejo no veía en el francés el preparador ideal para que la Real siga desarrollándose. De ahí, si es cierto lo que se ha publicado en estas últimas semanas, que cumpliera con el obligado movimiento de ofrecer la renovación el técnico, pero nunca en unas condiciones en las que Montanier se pudiera ver como el principal artífice del crecimiento clasificatorio y futbolístico del equipo. No es el fuerte de Aperribay el mostrar las mejores maneras en la marcha de los entrenadores, y con Montanier, al que abandonó, también lo demostró, pero eso es otro asunto que nada tiene que ver con la gestión de su contrato. Quien sí renovó, dejando claro al menos sobre el papel que el club quiere marcar directrices y no dar excesivo poder al inquilino del banquillo, fue el director deportivo, Loren Juarros.
Y es que parece también evidente que el eje de la gestión deportiva de Aperribay, y por extensión del propio Loren, está en los jugadores. El presidente lo dejó claro, todavía en los peores momentos de la temporada, cuando comparó algunos aspectos del actual equipo con la generación campeona de los años 80. Y tanto Aperribay como Loren lo han demostrado con una acertada política de renovaciones de todos los canteranos del equipo, aunque alguna chirriase en su momento (Markel y Elustondo) por su extensión o por el papel que hasta el momento de la firma habían tenido esas piezas en el desarrollo de la temporada. En todo caso, cabe considerar como un éxito que ninguna de las piezas clave del equipo finalice contrato este verano y que no haya voluntad de vender a ninguna de las estrellas. Los únicos peligros en ese sentido pasan por la titularidad compartida de la propiedad de Vela con el Arsenal (un detalle cuya inclusión fue necesaria para poder ficharle) o que algún jugador exprese su deseo de marcharse, en cuyo caso dejaría una gran cantidad de millones en las arcas realistas.
Pero, y ese es uno de los grandes méritos de Aperribay como presidente, de Loren como director deportivo y de la Real como entidad, el club ha alcanzado un punto en el que los jugadores quieren seguir vistiendo la camiseta txuri urdin. No ya los más identificados, como aquel Xabi Prieto que permaneció en una Real hundida en Segunda, sino todos. No es una carga seguir en la Real, no es una obligación, es un deseo y un orgullo. Por eso todos sin excepción han firmado una renovación. Por eso incluso los que han aparecido vinculados a otros equipos, como Vela, Illarramendi o Iñigo Martínez, han proclamado con frases creíbles y nada artificiales, que su deseo es seguir en la Real. Y si lo han hecho es porque saben que están en un club económicamente saneado y deportivamente ambicioso. Que la pelota haya entrado esta temporada con tanta facilidad ha venido a darles la razón a todos ellos. Quizá un éxito rebajado sea la renovación de Rubén Pardo sólo por un año más, aunque parece una conclusión razonable sobre este asunto que el jugador no se quiso hipotecar hasta saber si el entrenador que no confiaba en él seguía en el banquillo de Anoeta, e incluso que el club ha tenido en cuenta este caso a la hora de plantearse la continuidad de Montanier.
Ha habido ambición en la composición de la plantilla y eso era el mensaje que le hacía falta a la Real. A falta de confirmaciones oficiales sobre quién es el responsable de cada fichaje que ha llegado al club, cabe achacárselos a la dirección deportiva. Y por tanto se puede decir que Loren cometió errores de bulto en temporadas anteriores. Songo'o, Sarpong o Mariga están en la mente de todos. Pero este verano su apuesta fue clara y ambiciosa. Un lateral izquierdo joven, prometedor y que estuvo en la órbita del Barcelona, un notable jugador con experiencia en la Liga española y que llegaba libre, y el fichaje de la estrella que había brillado en la Real bajo cesión la temporada anteriores, además del ascenso definitivo a la primera plantilla de dos jugadores del filial. José Ángel, Chory Castro, Vela, Pardo y Ros. Cinco refuerzos de lujo. La única pega es que tres de esos refuerzos evidenciaron una falta de conexión entre la dirección deportiva y el entrenador. Es difícil no pensar que eso también ha pesado a la hora de decidir sobre el futuro. Un aspecto a reforzar, además, será la gestión del Sanse, que deja algunas dudas en este final de temporada.
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