La entrevista me pilló medio dormido, con la radio pequeña bajo la almohada casi me había quedado traspuesto cuando regresé, de golpe y porrazo, a la realidad. Cuando el oído se me hizo a la nueva situación, caí en la cuenta de que era uno de los supervivientes de la tragedia de Los Andes, que ha cumplido estos días 40 años, el que tomaba la palabra y rememoraba aquella situación, lo recordaba con pelos y señales, de cómo supieron vencer a la muerte en el partido más difícil de sus vidas. No recuerdo bien, pero creo que el protagonista era Carlos Páez, uno de los héroes que, después de 72 días aislados de todo, pasaron a la historia como ejemplo de superación y no rendición ante las adversidades. De su boca escuché una frase que me encantó: “El verdadero éxito aquellos días fue convertir los ‘no’-s en ‘sí’-s”. Qué sencillez, pero que dificultad para lograrlo en casos como el que comentamos, ¿no creen?
El caso es que considero que, precisamente, es eso lo que tiene que hacer el vestuario de la Real, y de una vez por todas. Convertir el no en sí. El transcurrir de los acontecimientos en verano despertó la ilusión de una afición que arde en deseos de disfrutar con su equipo y dejar a un lado los sinsabores del pasado. Las incorporaciones, tanto externas como internas, la plantilla confeccionada, provocó una sensación de optimismo inexistente en los últimos periodos estivales. Pero el no, no termina de convertirse en sí. Falta dar un paso adelante en determinadas facetas y en aspectos concretos, para conseguirlo. Y es que, desde la grada resulta incomprensible comparar la trayectoria del equipo en Anoeta, excelente, y la trayectoria fuera, deficiente. Evidentemente, algo está fallando lejos de casa, lo que conlleva que un pequeño tropiezo en territorio amigo puede convertirse en un alud si no varía la tendencia a la hora de visitar a los contrarios. El peligro es sustancial y puede llevarse a más de uno por delante.
Los héroes de Los Andes pudieron haberse escudado en su mala suerte, y claudicar, dejarse llevar hacia la muerte, maldiciendo el día y la hora en la que se montaron a aquel avión. Por el discurso uniforme que sale del vestuario de la Real parece que todo, las derrotas fuera, se debe a la mala fortuna, a jugadas puntuales que decantaron la balanza en contra a pesar de no ser inferiores. Las cifras no engañan, no hay nada más objetivo. Cuatro partidos a domicilio, cuatro derrotas. Lo mismo en Anoeta, pero a la inversa: tres encuentros, tres triunfos. ¿Acaso no pasa algo raro? Se deben encontrar soluciones y apurar responsabilidades, porque decir que se han merecido más puntos de los que tienes en el casillero es muy fácil. Me sigue faltando sangre. Rebelarse ante las adversidades. Porque soy de los que cree que la actual plantilla no tiene nada, pero absolutamente nada que ver, con las que hemos tenido en los últimos años. Y deben demostrarlo. Deben convertir el no en sí de una vez. Como lo hicieron Páez y compañía. Qué ejemplo. Aún se extrañaba de estar vivo. Normal. Con la mitad de capacidad de superación que ellos la Real no tendría nueve puntos.
Los queremos lejos
Los enfrentamientos ante el Atlético de Madrid, ya sean en Donostia o a orillas del Manzanares, siempre llevan consigo un fuerte componente de emotividad y tristeza, ya que resulta inevitable acordarse del asesinato de Aitor Zabaleta. Dicho esto, lo que de ninguna manera nos gustaría ver de nuevo es a los ultras del Frente Atlético en Anoeta, que no hacen sino causar destrozos allá por donde van y provocar al personal. Si el Atlético solicita entradas la Real debería tener muy en cuenta esta cuestión. Y lo mismo con la venta de entradas por cuenta propia. Los queremos lejos. Por favor.
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