Qué tiempos aquellos, aitona, en los que veíamos a la Real cada quince días en Atotxa y escuchábamos por la radio el resto de los partidos, ¿verdad? Muy de vez en cuando teníamos la suerte de que la televisión se acordara de nosotros y nos restransmitiera algún partido fuera de casa. Pero si había algo que me gustaba eran aquellos partidos en los que juntos acudíamoss a ver a la Real en algún campo foráneo. Cuánto hemos disfrutado con la Real, qué buenos momentos hemos compartido. Y lo seguimos haciendo.
Hoy, después de lo de Riazor, entiendo algo que me tenía intrigada. Cada vez que voy a Anoeta o veo un partido de la Real te siento cerca, sé que estás viendo el partido conmigo y que celebras los goles conmigo; siento tu abrazo y tu alegría; noto cuando te enfadas si algo no funciona y oigo tu “cauen la puñeta” o el “pailaso”. Y ahora sé porqué.
El sábado lo volvimos a conseguir, aitona: un gran triunfo. Un triunfo de esos que nos llevan a la gloria; esos triunfos que nos provocan no sólo el sollozo, sino que nos hacen llorar como a críos, como en Gijón, ¿te acuerdas? Esos partidos que llevan a nuestro corazón a latir a ritmos que romperían cualquier electrocardiograma; esos días en los que no podemos dejar de gritar, animar y cantar; esas jornadas que nos hacen olvidarnos del resto del mundo y de todos los problemas que nos acechan; esas victorias que nos hacen subir a tres metros sobre el cielo. Y ahí, aitona, a tres metros sobre el cielo, estás tú. Por eso te siento tan cerca cuando veo los partidos de la Real porque la Real también está a tres metros sobre el cielo.
La temporada ha sido impresionante; victorias en San Mamés, Valencia, Málaga, Vallecas, Calderón, Sevilla, Coruña, Zaragoza.... al Barca, Athletic, Valencia, Málaga, Sevilla en Anoeta. Los chicos nos han hecho vibrar y saltar y al final lo hemos conseguido entre todos.
Aitona, tú me enseñaste a querer más que a nada a este equipo, a seguirlo en cualquier situación: en primera y en segunda; en puestos europeos y jugándonos el descenso; siendo campeón o subcampeón; ganando o perdiendo... tú me tatuaste el corazón con el escudo y me tintaste la sangre de color txuriurdin.
Hoy estamos felices otra vez, esa felicidad que roza el éxtasis y celebramos una gran victoria; una gran victoria que si con alguien quiero compartir es contigo, a tres metros sobre el cielo, porque este triunfo también es tuyo, y mío y nuestro. Aitona, ahora me toca a mí llevarte de la mano a ver a la Real, como tú lo hiciste conmigo. Pero esta vez nos vamos a Europa, con los grandes, como nos merecemos. ¡Aupa Real!
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