Vale, todos esperábamos una victoria del Athletic, ayer, para facilitar la permanencia de La Real en primera. No se produjo. ¿Y qué? ¿Es que vamos a descubrir ahora el fútbol del equipo vizcaíno, ramplón, plano fuera de casa, y que está donde está gracias a Llorente y poco más? Y Castillo... ¿Es extraño su gol en propia meta? Si fuera el "Maldini de Durango", ¿No le habrían rebautizado ya en San Mamés como Gaztelu, como hicieron con Caparrós, que ya no es Joaquín, sino Jokin? -pasó algo parecido con Bixente Lizarazu, pero al revés, que cuando fichó por el equipo rojiblanco decían de él que era de Iparralde, pero que cuando les abandonó era ya "el gabacho"-
En fin, que todos sabemos que si queremos que las cosas se hagan bien, tenemos que hacerlas nosotros mismos, y que si el resultado en Riazor hubiera sido favorable a los intereses txuri urdines, nada hoy hubiera cambiado entre nosotros, a saber: necesidad, hambre, sed, mono, anhelo, de victoria, de triunfo, de tranquilidad, de respirar sin congoja, de volar lejos del Zombieland que es la segunda división...
Hoy, un Zaragoza peor, mucho peor situado que La Real, y con un estado anímico aún más infame que el nuestro, vendrá a las 20.00h de ¡un miércoles! Sólo, atemorizado, amedrentado, al estadio donde cayó, hace tan sólo 10 días, el todopoderoso e intocable Barcelona. La magia que salió del caldero que 30.000 corazones calentaron no se ha disuelto, sigue ahí, fuerte, temible, blanca y azul hasta el paroxismo, para devorar a un nuevo enemigo. Tenemos en la mano la salvación. Sólo hay que cerrar el puño. Cerrémoslo, pues. Entre todos. Para luego mostrarlo con rabia hacia el limbo y gritar que allí no volveremos.
Edu Flamarike
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