viernes, 12 de octubre de 2012

MOJO PICÓN

Lo peor que puede pasarle a un equipo es que se convierta en previsible. Es lo que puede llevar al aficionado al hartazgo, consciente de que va a pasar lo inevitable, porque nadie le pone remedio, porque no hay manera de virar el rumbo. Es una pena. Es lo que va camino de conseguir la Real de Montanier. Una de cal y otra de arena. Una película demasiadas veces repetida, hasta la saciedad, y que, al igual que los capítulos del Príncipe de Bel Air, pasan de hacerte partirte de risa a terminar por odiarlos. Como si te pasas con el mojo picón al untar las ‘papas arrugás’. Lo de los partidos lejos de Anoeta no es que empiece a ser, sino que ya es preocupante. Y los discursos internos, los que argumentan que perder de la manera que se perdió en Sevilla, es para ser optimistas porque fueron dos jugadas aisladas, no se los cree ni el más místico de los forofos txuri urdin. Más bien, debería servir para lo contrario, para responsabilizarse en que has perdido un partido por dos conceptos tan básicos como la concentración y la defensa de la estrategia. Si fallas en algo tan elemental, pierdes los partidos hasta en cadetes, que me perdonen. Así, mal vamos.

De nuevo, tras un compromiso a domicilio, la sensación es de incredulidad, de, por qué no decirlo, de cierta desesperación. Un día pasas por encima del contrario y te llevas el derbi con total merecimiento, poniendo como bases de tu filosofía futbolística la raza, la intensidad, la concentración y la calidad. Y al día siguiente, no se sabe ni por qué ni por quién, ofreces una actuación de patio de colegio, sin apenas tirar a la portería contraria y defendiendo de horror dos jugadas a balón parado, un córner y una falta lateral, en la que dos futbolistas, que representan los polos opuestos en cuanto a este tipo de estrategia se refiere, rematan casi a bocajarro, casi sin oposición, para cabecear a la red. Primero Paulao, el mayor potencial del Betis en estas jugadas y que ya había marcado un gol parecido. Después, Rubén Castro, el más pequeño de la clase pero también el más hábil, sólo tiene que empujarla con la testa. ¿Cuántos goles habrá marcado el canario de cabeza en toda su carrera? Seguimos batiendo récords. Y una de dos. O no se trabajó con la suficiente eficacia la estrategia de cara a este partido, qué ya me extraña con la importancia que Montanier concede a los contrarios para confeccionar su alineación, o las lecciones quedaron en agua de borrajas en las mentes de los jugadores, que suspendieron por defecto tanto la teoría como la práctica. Como para no haberse acostado cabreado el sábado.

Así las cosas, o el equipo espabila ya o, más pronto que tarde, llegará la primera derrota en Anoeta, donde hasta ahora la Real se ha mostrado intratable –y menos mal-, y con ella las primeras urgencias. La fiabilidad de Montanier y los suyos lejos de Donostia es cero y agarrarse al clavo ardiendo de ganarlo todo en casa, teniendo en cuenta de la competición tan feroz de la que hablamos, sería una temeridad impropia de profesionales. Para más inri, llega un parón y tenemos que mantener esta mala uva dos semanas. Y con el Atlético a la vuelta de la esquina. No, si todavía el mes de octubre va a acabar siendo movidito… ¡Qué desasosiego!

Triángulo roto

La consistencia que estaba ofreciendo el triángulo del centro del campo con el que había dado Montanier, al menos en los partidos de casa –los de fuera son caso aparte, como hemos comentado en el texto principal-, no va a tener continuidad por la lesión de Zurutuza. El ‘17’, que cuajó un partido sensacional ante el Athletic y que, casi siempre, es un futbolista determinante en este equipo, faltará algunas semanas y no podrá alinearse junto a Markel e Illarramendi. Una fatal noticia que, sin embargo, puede suponer, si el técnico se decide y él lo aprovecha, en una gran oportunidad para Pardo. Ya recuperado, el riojano tiene que empezar a ser parte mucho más activa en este grupo.



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