Si
estuviera escribiendo a mano, ya tendría una papelera haciendo de canasta y
todo el suelo lleno de bolas de papel destinadas al reciclaje. Aquí estoy, como
esos escritores mediocres de las películas, con un flexo que está pidiendo un
cambio de bombilla, escuchando ABBA y con el pelo mojado enrollado a modo de
turbante árabe y oliendo a aceite de argán cáñamo de Marruecos. No, no estoy
fumando en cachimba nada chungo; ¡es un elixir para dar brillo y suavidad al
pelo! :p
No
sé cuántas veces he empezado este relato porque la situación actual me impide
pensar con el corazón. Siento que alguien nos ha colocado un reloj de arena
gigante y que el peso de nuestros errores acelera el abismo de nuestros
fracasos.
Un
punto de dieciocho, alineaciones sorprendentes, reacciones tardías, banquillos
impensables, posiciones que descolocan… Todo parece indicar que la mano que
debe voltear ese gigantesco enemigo debe ser la mano de Montanier. Le
propusimos un proyecto a largo plazo, pero cuando los resultados no acompañan,
llega el tiempo de la desconfianza.
¡¡¡Tiempo!!!:
unas veces queremos que corra deprisa y otras venderíamos nuestra alma al
Mismísimo con tal de que se detuviera. Un primer tiempo perdido; nueve minutos para
que Higuaín burlara a una defensa de cinco; ochenta para ver los primeros
cambios y tan sólo tres para que el pequeño Pardo intentara demostrar su valía.
Al final, el Madrid intentaba perder tiempo temiendo que se le escapara la
octava victoria consecutiva y CR7 aún tuvo tiempo para dedicarnos algún que
otro gesto “amable” tras su enfrentamiento con nuestro IñiGoL.
Me
quedé sentada en el asiento cuarenta y ocho de la diecinueve mientras sonaba
nuestro himno y los nuestros entraban al túnel de vestuario intentando asimilar
una nueva derrota y recordando esos tiempos oscuros en el Infierno. Quizás
fuera una derrota más previsible que la del Getafe pero no por ello fue menos
dolorosa.
Salimos
del campo como zombis vagando poseídos por una maldición que, como en La Bella y La Bestia, se cierne sobre
nuestro Castillo. No sé si será está fiesta de importación del primero de
noviembre la que me hace verlo todo en tinieblas, pero si en ese momento
hubiera sonado la musiquilla de Thriller
nadie la hubiera visto fuera de lugar.
¿Aglomeraciones?
¿Musiquilla? ¿Zombis? ¿Thriller?... ¿Por qué en medio de esta tristeza mi mente
ha visualizado una coreografía callejera y multitudinaria en plan musical,
encabezada por Montanier, Loren y Aperry con toda la afición haciéndoles los
coros por detrás, como en el vídeo clip? Venga, bufandas al viento, una vuelta
para la derecha, otra para la izquierda, subimos la mano, bajamos la mano ¡y
damos la vuelta al body!
Desde
luego, ¡la vida debería ser un musical! Todos nos hubiéramos ido a casa con una
sonrisa si la noche hubiera terminado con semejante espectáculo. ¡Aunque os
cueste creerlo os juro que lo del cáñamo es un sérum y que no estoy fumando
nada extraño! jajaja
Al
igual que en la película de Disney, donde la rosa que marcaba el desenlace del
cuento estaba a punto de perder su último pétalo, nuestro reloj de arena
empieza a tener los granos contados. La Bella, con su beso de amor, consiguió
romper el maleficio y llegar a tiempo para que la Bestia no muriera.
Y
volviendo a la realidad, ¿Llegará a tiempo la fórmula que rompa el hechizo y
nos libere de este maleficio?
¡Nos
vemos el Vallecas!
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