Con desigual reparto, el campeonato liguero español se ha encasillado en una lucha entre Barça y Madrid, más 18 equipos de relleno
La Real Sociedad logró el más difícil todavía en la reciente temporada: acabar en cuarta posición, cuando por presupuesto ocuparía la mitad de la tabla. Pero, afortunadamente, el fútbol no es una ciencia exacta -o es incientífico, que diría Lillo-.
Si fuera por dinero, la Real hubiera ocupado el noveno puesto de la competición. Por delante, los dos equipos que, aunque invirtiendo posiciones, acabaron la Liga en los dos primeros lugares de la tabla: el Real Madrid manejó 517 millones, mientras que el Barcelona tuvo un presupuesto de 470.
El Atlético sí clavó la tercera plaza que se le presuponía por presupuesto (de 120 millones), mientras que el Valencia (con 103 millones), rozó y perdió in extremis ante la Real la cuarta posición, la última que daba derecho a disputar la Champions, a través de su fase previa.
El renovado Málaga fue el siguiente (6º y 80 millones), mientras que, en cuanto a economía, el Sevilla sólo pudo acercarse a la plaza que hubiera debido conquistar con sus 60 millones. Más lejos estuvo el Athletic, séptimo equipo por presupuesto, de 58 millones, por delante del Espanyol, que consiguió enderezar rumbo con Aguirre y justificó sus 46 millones.
Mucho mérito por tanto para esos 43,5 millones de la Real. Totalmente saneada, algo de lo que no pueden presumir otras entidades, como el mismísimo Valencia, cuya deuda roza los 400 millones -casi el presupuesto del campeón y cuatro veces más que el propio-. Bankia al rescate, ya saben.
La Real recibió 25 millones por derechos de televisión, la mitad que los ché y varias veces menos que Barça y Madrid. Gracias al reparto televisivo puede sobrevivir también en parte el Atlético, que no obstante aparcó su proyecto de renovar estadio -el Nuevo Mestalla también tendrá que esperar-.
Los andaluces Málaga y Sevilla, pese a haber tenido que vender también a sus estrellas, no se resignan a quedar atrás en la lucha por ocupar posiciones cabeceras en una Liga en la que el tercero, el tuerto, parece el rey de los ciegos. De veinte, sólo dos tienen para lentes de aumento.
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