Real Sociedad 3 – 2 Málaga: Subidón, subidón, subidón!!!
¡Son
tan bonitas las reconciliaciones! Después de lo de Sevilla, volví a sentir los
nervios de la primera vez y no sabía cómo íbamos a reaccionar al volver a
vernos en “nuestra casa” y a la hora de la siesta. Me arreglé más de lo normal,
terminé mi Coco Mademoiselle (¡¡¡drama!!! Menos mal que viene pronto el
Olentzero) y estrené una minifalda gris que llevaba con la etiqueta puesta
desde las rebajas de verano. Con dice Mi Otro Yo “la vida se ve de otra manera con etiquetas por quitar”. Y así,
salí de casa contenta, de estreno y dispuesta a disfrutar de ti.
Como
la Ley de Murphy siempre se cumple, no todo iba a ser perfecto: Tenía un dolor
de cabeza horrible que no se me fue ni con el “Espidi”. Mi cuerpo me pedía
siesta y oscuridad pero mi corazón ansiaba verte y volver a sentir la pasión de
nuestros colores aupándote desde la grada dándote la luz que necesitas para
venirte arriba.
Repetiste
el ‘once’ que ganó al Betis con Elustondo, Aranburu y Zuru-Zuru dirigiendo el
medio campo y Aguirretxe en punta dando sentido a la zona de ataque ¡¡¡cómo a
mi me gusta!!! Pidieron cambio de posiciones y tuviste que empezar marcando en
mi portería, una pena, porque me hubiera encantado tenerte más cerca en el éxtasis
final.
¡Cómo
la tocabas en la primera parte! Y cómo celebré ese primer gol. Ya ni me
acordaba de cómo se celebraba uno. Tuve que mirar al niño del pelo raro que
tengo sentado detrás para recordarlo ¡¡¡Qué pulmones, qué efusividad!!! No era
lo mejor para mi dolor de cabeza, pero todo sea por La Real. El empate me
devolvió a la realidad y me dejó sentada en el sitio mientras te veía correr.
Después,
todo se enfrió: ni toques ni aproximaciones, ni nada que se le pareciera a lo
que me esperaba ver. En el 75´, con el 1-2 en el marcador fruto de un error
imperdonable de Mikel, me acordé de ´mi rubia´ mientras miraba a medio campo y
pensé “mecagüenlaostiajoder, vamos
p´arriba, con dos cojones” (perdón por los tacos)
Y
Phillippe hizo que Ifrán, Llorente y Pardo saltaran al césped. Esta vez, no
terminamos con una defensa de cinco…¡¡¡querías darme una alegría, querías
meterme un gol que nos diera el empate!!!
Empezaste
a tocarla, suave, con decisión, midiendo tus pases con confianza…Y de repente,
Carlos Vela hizo lo imposible: Vi volar al mexicano haciendo una chilena
perfecta marcándose el golazo de la jornada. ¿Era verdad? ¿Habíamos empatado en
el 89’ ?
Grité con tantas ganas que me mimeticé con el niño del pelo raro y cantamos
olvidándome del dolor de cabeza y de las pipas que tenía en la mano y que
saltaron por los aires.
¡¡¡Qué
alegría!!! Pero tú aún querías darme más. No querías dejarme sólo con dos sino
que buscarte el tercero. Y ahí vino mi “uruguasho”, disimulando sus nervios y
colocándola donde no pudo llegar Willy, con suavidad y elegancia provocándome
un cosquilleo que me recorrió toda la espalda y salió por mi boca en forma de alarido
de placer. ¡¡¡¡¡SUBIDÓN, SUBIDÓN, SUBIDÓN…. GOOOOOOOOOOL!!!!!!!
“Bip-Bip.- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii
gooooooooooool no me lo puedo creer, ¡¡¡si hasta se ha emocionado el león que
tengo al lado!!! Disfrútalo, por mi, pequeña, ¡GOAZEN ERREALA!”
Terminé
abrazada a un hombre de bigote, abuelo del niño del pelo raro, subida en el
asiento y ondeando la bandera de un compañero de asiento que nunca recuerdo su
nombre mientras mentalmente decía “Rubia,
no sé cómo lo hemos hecho… ¡¡¡pero lo hemos hecho!!!”
Dos
días después sigo sonriendo y suspirando cuando pienso en ti…¡¡¡Y que dure!!!,
No?
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