Tras la buena imagen ofrecida hace
pocos días en el Calderón, no podemos negar que la Real ha llegado en buena
forma a este tramo final de liga como lo atestigua el hecho de que lleve 7
partidos consecutivos sin conocer la derrota. No obstante, se ha repetido la
historia del final de la primera vuelta, en la que la Real también encadenó una
racha de buenos resultados pero la mayoría de ellos acabaron con el signo del
empate, tal y como ha vuelto a ocurrir ahora.
44 puntos siguen siendo a mi juicio
un bagaje escaso respecto a las posibilidades reales que tiene esta plantilla y
es necesario sumar el mayor número de puntos posible para que la valoración de
esta temporada no sea demasiado negativa. Nunca he sido amigo de embelesarnos
ante nuestro propio espejo, y menos aún cuando no existen argumentos razonables
para ello. Ejemplos como el del Mallorca -hace
poco luchando por la permanencia y ahora con muchas probabilidades de
clasificarse para la UEFA- nos deberían hacer reflexionar y no caer en exaltaciones injustificadas.
¿Tienen Levante, Mallorca y Osasuna
mejor plantilla que la de la Real Sociedad ? En mi modesta opinión, no, y sin
embargo, esos tres equipos a falta de dos jornadas tienen en sus manos la
posibilidad de clasificarse para la Europa
League o incluso la Champions en el caso levantinista. Ya tendremos tiempo de analizar con
detenimiento en qué hemos fallado para volver a acabar la liga en un lugar
insustancial. Ahora debemos centrarnos en el
encuentro del sábado, en el que yo pido a esta plantilla que se concentre al
100%.
Durante el resto de nuestras vidas
recordaremos siempre con sonrojo aquellas ayudas que la Real prestó al Alavés y al
Osasuna en los años 1999 y 2001 respectivamente. Fueron dos episodios negros en la
historia de la Real
en los que además de comportarnos como unos ingenuos, creamos nuevos enemigos
en el camino.
Aunque me duele en el alma decirlo,
la Real pagó un
castigo (¿justo?) por su falta de profesionalidad y recibió pocos años después
los que seguramente serían los dos golpes más duros de su historia moderna
precisamente en Vitoria y en Pamplona: La amarga tarde
del 27.de mayo de 2007 con una derrota por 2-0 en El Sadar que tuvo sabor a
descenso y con la que despertamos de ese sueño de supuesta fraternidad en el
que hemos vivido durante tantos años; y la trágica
derrota en Mendizorrotza del 7 de junio de 2008 con aquella remontada final que
evitó un ascenso y quién sabe si una nueva era.
Estos dos precedentes fueron lo
suficientemente dolorosos para que dejemos de vivir en los mundos de Yupi.
Este sábado, Osasuna se juega buena
parte de sus esperanzas europeas mientras que la Real tan sólo se juega el
orgullo. Sería imperdonable, que los
jugadores realistas salieran desmotivados al Reino de Navarra.
Debemos salir con la misma actitud
que el día del Calderón, porque de lo contrario esta plantilla se habrá reído
de todos de realistas que sufrimos y lloramos lo que no está escrito en
aquel año 2007.
No le tengo resquemor a Osasuna
(lazos familiares me unen a este equipo), pero obviamente ya no me transmite la
simpatía de antaño, porque aunque desde Pamplona insisten en que ellos se
jugaban mucho aquel día de 2007, lo cierto es que tanto en el fondo como en las
formas, hubo cosas difíciles de explicar.
Osasuna es un equipo más de esta
liga y la Real
no debe tener ningún trato de favor, saltando al campo con hambre de brindarnos
una victoria que nos haría mucha ilusión. Las últimas 4 veces que hemos
visitado la capital navarra, la
Real hincó la rodilla (marcando un solo gol en 360 minutos) y
es hora de demostrarles que queremos, podemos y debemos ganar este sábado allí.
Dice una cita célebre que “el
pasado debe ser el maestro del futuro”. Nuestro equipo ha vivido situaciones que le deben haber hecho más fuerte y este mañana tiene una buena
oportunidad de demostrarlo.
A por Osasuna, sin venganza pero
con memoria.

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