Una vez en Primera otra vez, todos teníamos asumido que nuestro principal objetivo era mantenernos y asentarnos en la división de honor y luego ver venir. Sufrimos y mucho durante esa temporada pero logramos mantenernos. Estábamos contentos aunque nos tocó luchar hasta el último momento, pero sabíamos que era eso lo que nos tocaba.
Lasarte contaba con la simpatía del aficionado pero estaba claro que no contaba con la confianza del cuerpo técnico y hete aquí que, con gran sorpresa para mí, decidieron no contar más con la labor del entrenador que consiguió subirnos y mantenernos en primera. A bombo y platillo nos anuncian la contratación de un entrenador francés, poco o nada conocido por estos parajes. Según nos vendieron, este entrenador, admirador de Pep Guardiola y sus métodos, iba a conseguir que la Real aspirara a cotas más altas. Ya no tendríamos que conformarnos con quedarnos en la división de honor, sino que aspiraríamos a clasificarnos en mejores posiciones e incluso, quién sabe, podríamos soñar con la clasificación para competiciones europeas.
Y nos lo creímos, bueno yo, me lo creí. Me dio mucha pena la marcha de Martín Lasarte pero con aquellas promesas de buen fútbol en Anoeta nos conformamos. La temporada empezó bien. Ganamos al Sporting en su casa y en el siguiente partido empatamos con el mejor equipo del mundo, Barcelona, en Anoeta después de ir perdiendo 0-2. Parecía que la promesa se iba a cumplir. La primera gran decepción vino al perder con nuestro eterno rival en casa. Son esas derrotas que duelen mucho y que no se olvidan.
Golpe duro fue también la derrota ante el Real Madrid en Anoeta. No por la derrota en sí, sino por la actitud y falta de ganas de los jugadores. Esos son los partidos en los que los aficionados vamos más motivados de lo habitual, por lo que yo no entendía aquella pasividad y falta de carácter en el césped. Si nos tienen que ganar que nos ganen porque ellos son mejores o porque el árbitro se ha equivocado, pero no entiendo que un jugador no se deje la piel en el campo, sobre todo en esos partidos donde la motivación viene sola.
Desgraciadamente esta temporada hemos visto muchas veces esa parsimonia y falta de actitud. Falta de actitud por parte de los jugadores y falta de actitud por parte del entrenador, porque es él el responsable de transmistir el carácter a los jugadores, de elegir a los más adecuados para cada momento y de realizar los cambios necesarios si ve que en un momento dado el equipo no funciona.
Después de la derrota contra el Madrid y Rayo Vallecano y el empate en casa contra el Español, el francés tenía prácticamente las maletas preparadas para marcharse cuando Iñigo Martinez se las deshizo al marcar un golazo en el campo del Betis. Montanier seguía.
Vino la Copa y nos las prometíamos muy felices cuando le metimos 4-1 al Granada en Anoeta pero, con un planteamiento ultradefensivo por parte del míster, el Granada nos dio un terrible susto, pero logramos pasar a la siguiente eliminatoria. Eliminatoria contra el Mallorca, que por primera vez y espero última en mi vida, provocó que me diera vergüenza ser de la Real. Increíble pero desgraciadamente cierto lo que ocurrió en tierras baleares: una vergüenza. Otra vez, Monti se vio al límite, pero consiguió un buen resultado ganando al Valencia en su campo y un 5-1 al Sporting y se salvó.
A partir de aquí recibimos varios correctivos como el 0-4 contra el Atletic de Madrid en Anoeta, 2-0 en casa contra el Sevilla, el 4-1 en Granada, el 1-3 contra el Levante en Donosti o la manita del Madrid en el Bernabeú donde jugamos con un equipo y un planteamiento que sólo el entrenador entendía. Al enfado por el resultado y el juego se sumó la famosa fiesta de algunos jugadores que se quedaron en Madrid celebrando no sabemos qué, con permiso del club.
Un abril lleno de empates y una segunda vuelta sin ganar ningún partido fuera de nuestro campo. ¿Cómo puede salvarse un equipo de bajar a Segunda sin ganar un partido en campo foráneo? De milagro, está claro.
Señores de la Real, esto no es lo que nos prometieron a bombo y platillo y con fuegos artificiales cuando ficharon al francés. No me vale con que me vendan la película de que estamos salvados a dos partidos de acabar la Liga. Echaron a Lasarte, pagando un dinero, para hacernos creer que, por fin, íbamos a gozar de un fútbol de nivel. Y ¿qué hemos hecho? Muchas veces, el ridículo. Como mucho vamos a conseguir dos puntos más que los conseguidos por Lasarte. Eso es lo que han logrado con este fichaje, además de enfadarnos y contrariarnos a los aficionados.
Aunque nos hayamos salvado quince días antes, hemos sufrido mucho esta temporada: partidos aburridos y malos, derrotas humillantes, apatía en el campo, salidas de tono de algunos jugadores ( fiesta nocturna en Madrid, partido en San Mamés)...
Estamos tristes, contrariados y enfadados, nos sentimos engañados, estafados y defraudados. Nos hicieron creen en los Reyes Magos, Olentzero, Papa Noel y hasta en el ratoncito Pérez, y ¿qué nos han dado? Una gran bofetada. No ha habido magia, calidad o buen juego, sino que todo ha sido una gran estafa. Le pongan el lazo que le pongan al paquete de regalo, no nos ha gustado.
Si son consecuentes con su forma de actuar, quiero creer que utilizarán la misma vara de medir esta vez, y estarán buscando un sustituto al míster. Necesitamos un entrenador que imprima carácter, que dirija al equipo con rigor, disciplina y seriedad, que sepa transmitir no sólo a los jugadores, sino a los aficionados, confianza.
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