Me desperté nerviosa mientras imaginaba a las peñas madrugando para coger el autobús que les dejaría a las puertas del estadio, los cánticos y porras, las risas y las anécdotas de ayer que vuelven a la luz para amenizar el viaje después de chistes y pelis raras. Visualicé las calles madrileñas teñidas con nuestros colores, a vallecanos y realistas abrazados en un hermanamiento REAL. Incluso me pareció escuchar al simpático del micrófono dándonos la bienvenida más calurosa de todos los campos de primera. Cerré los ojos y sentí el rumor de una fiesta pagana con banderas y bufandas al viento, con una grada de Champions desgarrando sus gargantas a la espera de que el árbitro diera el pistoletazo de la salida a una nueva final.
Cuando abrí los ojos, estaba sola en una pulpería gallega con partido de segunda en sus tres televisores gigantes a cinco minutos del inicio. Corrí sobre mis tacones hacia la barra y les rogué que me cambiaran de canal. No sé si fue mi tono el que resultó convincente o el escote de mi blusa blanca con motitas azules, pero al segundo tuve tres pantallas a mi servicio.
La siguiente de tantas lágrimas del día cayó cuando la cámara hizo un recorrido rápido por las 2000 almas que lo estaban viviendo en primera persona pero me parecieron 6000 por la intensidad de sus cánticos que provenían de un amplificador que envolvió el local con la magia de Vallecas. ¡Parecía que estaba allí! Realmente, yo estuve allí a través de los ojos de mi otro yo.
Era la única del local que prestaba atención al partido y cuando Agirretxe marcó el primero y mi teléfono pareció cobrar vida con los ´bip-bip´ses’ que llegaban de aquí y de allá, la actividad detrás de la barra se paró para ver la repetición. Minutos más tarde llegó el doblete y esta vez no pude evitar gritar ‘gooooool’ Hombres con solera y aspecto de antaño, me miraron confundidos ¿Una chica viendo fútbol?
Pues sí. Una chica que vivió su fiesta pagana con pulpo y cañas, tan lejos y tan cerca del epicentro de sus pasiones. Cada pase, cada jugada, cada gesto, me ponían los pelos de punta y los comentarios que escuché volvieron a nublarme los ojos: "Esta Real pinta muy bien" "qué equipazo tienen este año los vascos" "dicen que no pierde desde noviembre" "fíjate que están ya cuartos" "Y está Del Bosque en el palco. A mí el ocho me gusta para la selección"
A la Real le volvió a sobrar más de una hora de partido ya que a los quince minutos ya estaba todo decidido. En los 75 minutos restantes, seguimos viendo ocasiones por los dos lados y es que el Rayo también mantiene vivas sus aspiraciones europeas. ¡qué bonito sería que Rayo y Real consiguieran hacer realidad su sueño europeo en la misma temporada!
Cuando el árbitro dio el ‘no va más’ y el 0-2 se fijó en el marcador, volví a emocionarme al ver a Montanier acompañando a sus jugadores a pie de grada para rendir homenaje a los miles de aficionados que no pararon de animar, que acompañaron al equipo en la cita de citas, que tiñeron de blanquiazul la grada de Vallecas y que demostraron estar a la altura de un equipo de Champions.
En todos y cada uno de los corazones que vibraron en Vallecas, estábamos todos los que lo disfrutamos en la distancia y a través de mi otro yo, mi alma también estuvo allí.
La Real suma y sigue y esto ya no tiene vuelta atrás. La Real está de moda y Montanier ha logrado encajar las piezas de su puzle. Me fijé en su mirada de satisfacción del quien se sabe artífice de algo precioso porque aunque las cosas no empezaran bien, hoy estamos viendo los resultados de dos años de trabajo. Me alegro mucho por él.
¡Que no pare esta fiesta pagana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario