viernes, 24 de febrero de 2012

POR EL PITO DE UN SERENO



Escribo todavía atolondrado, incrédulo, muy cabreado, caliente. Me enteré vía twitter. Y mi idea de cómo desarrollar el artículo de la semana, claro, se fue ayer al traste. No podía ser para menos. La sanción de dos partidos a Illarramendi es, sencillamente, una vergüenza. Me parece un insulto, en sí, a la Real y a toda su afición. Una infamia incomprensible, un agravio extremo que no hay por dónde cogerlo. Es difícil plasmar en la página en blanco la frustración que siento y que sentirán todos los que tienen el corazón azul y blanco. Un auténtico esperpento.

Nos toman por el pito de un sereno. Es lamentable. Un club con la historia, con la grandeza de la Real no merece un tratamiento semejante por parte ni de los árbitros ni de los comités, estamentos en los que resulta difícil de medir, por el elevado porcentaje, la incompetencia imperante. El debate de si la entrada de Illarramendi era roja, naranja o amarilla ya no importa. En absoluto. El tema trasciende por lo incomprensible, por lo hiriente. Imponer tal castigo sólo puede ser una decisión de alguien intransigente, ofuscado, al que lo blanco y azul, y quizá algo más que trascienda lo meramente deportivo, le pone de los nervios y no puede soportar. De lo contrario no se entiende. Hasta un crío sabe discernir y es capaz de señalar sin ningún tipo de duda que el de Mutriku comete una dura entrada pero sin ningún tipo de intención de hacer daño. ¡Pero si sería incapaz de quitarle un caramelo a un niño, por favor!

Y ahora, claro, habrá que tragar. No deberíamos. Para empezar Aperribay no puede hacerse esperar. No puede pasar un minuto más sin que el presidente de la Real se haga notar y ponga el grito en el cielo. Que flete un chárter y se plante hoy mismo en Madrid si hace falta. Ya está bien de atropellos. Que somos la Real, un club centenario, uno de los pocos que tienen títulos de Liga en sus vitrinas, y que tiene una afición con solera y un orgullo y un honor que no dejan de ser mancillados por activa y por pasiva. El mundo del fútbol es una selva y el que no va con el cuchillo entre los dientes no tiene nada qué hacer. Hay que meter ruido de una vez por todas. Levantarse frente a la injusticia y no claudicar ante el sistema establecido. De verdad, Jokin, esto no puede quedar así. Es un atropello. Se están riendo, mejor dicho, y con perdón, descojonando, a la cara de todos los que sentimos de verdad la Real.

A partir de aquí, y lo que está en nuestras manos es la libertad de expresión. Deberíamos tomar la iniciativa y realizar una protesta multitudinaria el domingo en Anoeta. Ya está bien de ensuciar el escudo de la Real. Si no nos hacemos oír ante una injusticia de este calado, ¿cuándo lo vamos a hacer? Es imposible de digerir. Qué vergüenza. Qué barbaridad. Qué desazón.

Vuelta a las andadas
El ataque indiscriminado a la Real por parte del comité de competición ha dejado en un segundo plano lo acontecido en Granada, al margen de la roja a Illarra. Montanier y los suyos volvieron a las andadas y, por mi parte al menos, no va a haber medias tintas ni excusas de chiste. El partido fue horrible, el equipo bajó los brazos y el entrenador volvió a cometer ciertos errores de los cuales parecía que ya había escarmentado. ¿Por qué cambia la alineación si ante el Sevilla se cuajó un partido muy completo? ¿No hubiera sido mucho más sencillo repetir ‘once’ o, a lo sumo, meter a Griezmann por Xabi Prieto, que había estado ausente por fiebre días atrás? El resultado podía haber sido el mismo, pero, por lo menos, la coherencia aplicada le hubiera eximido de buena parte de culpa a Montanier. 

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