viernes, 30 de marzo de 2012

INTELIGENCIA EMOCIONAL


La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Se trata de un término que puso en boga Daniel Goleman –que no Coleman, ex técnico realista y actual seleccionador de Gales- con la publicación de su célebre libro que tituló con ese nombre en 1995. Bien. Tengo claro que los futbolistas de la Real el pasado fin de semana en Madrid no la pusieron en práctica. Más bien se olvidaron de ella o, quién sabe, lo que sería más preocupante, carecen de la misma. De otra manera no puede explicarse si no, la decisión de salir a ‘celebrar’ por las calles de Madrid el 5-1 cosechado en el Santiago Bernabéu.

Hasta el otro día pensaba que ‘Gabanna’ era el segundo apellido de una ropa de marca italiana. Ahora ya sé que se trata de una discoteca de moda en la que la presencia de VIP-s suele ser habitual, lo que también provoca que haya un buen número de cazadores y cazadoras de autógrafos. Evidentemente, los txuri urdin que acudieron allí no tuvieron la habilidad, claro, de manejar, en este caso, los sentimientos ajenos, personificados en la sufrida afición realista que terminó el sábado cabreado y avergonzado por la pusilánime y pobre imagen ofrecida por los suyos en el coliseo blanco. Qué decir, obvio, de los que tuvieron la meritoria idea de desplazarse hasta allí. Parece claro que los sentimientos propios eran los de asumir una derrota que estaba en el guión, pasando página desde ese mismísimo momento y correr un tupido velo cuanto antes. Y esa es la sensación que dio el equipo en el propio terreno de juego que, es al final, lo más doloroso. Vimos un once abatido de antemano, que no necesitaba tampoco, por cierto, la ayuda del entrenador y su táctica para salir al campo con mentalidad perdedora y cumplir el trámite de salir derrotado de Madrid. Pero ojo, porque una cosa es perder contra el líder y otra cosa es ser arrollado y ni siquiera hacer ademán de poner un ‘pero’ para que no lo haga. Alfombra roja, oigan. Y a otra cosa, mariposa.

Con todo, la conclusión más clara que se extrae de todo esto es que el aficionado sufre y padece mucho más las derrotas que los propios jugadores. Y son estos, sin embargo, los que representan una camiseta y un escudo. Por eso, sólo por eso, por respeto a los diez, treinta, mil o veinte mil que se marcharían poniendo el grito en el cielo el sábado a la cama, se lo tenían que haber pensado un par de veces antes de salir de fiesta. Porque aunque, por supuesto, cada uno puede hacer en su tiempo libre lo que le de la real gana, no todos representan a una masa social ni a un sentimiento tan hondo y profundo como lo que supone, para muchos, la Real Sociedad. Es muy sencillo. Inteligencia emocional. Sentimientos propios. Pero también los ajenos. Y saber manejarlos bien. Goleman hubiera suspendido a todos. Incluido Montanier, claro.

Pasillo al campeón
La Real le hizo pasillo de campeón al Real Madrid antes de tiempo. Montanier dispuso de un sistema con cinco atrás que cada vez que lo prueba el desastre es mayor. Y que para el minuto 6 ya lo habían hecho trizas Higuaín. Después, un dato revelador leído por ahí: ocho faltas en todo el partido, cuatro tarjetas. Es decir, poquísimas trabas al rival y las que se pusieron, mal hechas porque tuvieron castigo. ¿Cómo puede terminar un central un partido en el que te meten cinco sin cometer ni una sola falta? Con esa falta de carácter y agresividad es imposible puntuar en ningún lado. Perder entraba en los planes de todos. Pero no de esa manera. Hay que decirlo. 

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