Fue una noche de sorpresas desagradables. Osasuna salió enrabietado a Anoeta y no tardó ni trece segundos en acercarse al área de Bravo. Un dato significativo es que en los primeros 12 minutos disparó 5 veces sobre la portería realista aunque la mayoría de sus remates se perdieron en el limbo.
El cuadro local llegaba a cuantagotas, si bien Carlos Vela estuvo a punto de lograr el primer gol ,pero Andrés Fernández hizo una gran parada rememorando la noche de gloria que tuvo en enero de este año.
De la fuerza inicial, el duelo derivó en un espectáculo bronco y aburrido, en el que los genes leñeros de Osasuna lograban imponerse. Era el típico derby de mucho cuerpo y poca cabeza, y la Real en ese terreno no se mueve bien. Si a eso le unes que nuestro creador de juego fue condenado al banquillo por Montanier (podía haber apostado por más físico sin renunciar a Rubén Pardo), poco tuvimos que hacer.
Muy poco cambió el decorado en la segunda parte. La Real también tuvo su gran oportunidad, esta vez por medio de Ifrán pero las llegadas eran aisladas y carentes de fluidez. Osasuna, muy bien situado en el campo siguió presionando desde el campo rival y tuvo alguna oportunidad que le podría haber dado incluso la victoria.
En el tramo final, llegaron los cambios deseados pero ya era demasiado tarde y las últimas escamaruzas no dieron el resultado deseado. 0-0 final y no podemos poner excusas. Por primera vez en esta liga en Anoeta, los de Montanier no jugaron mejor que su rival, y no queda más remedio que dar por bueno el empate.
Un punto de seis ante el penúltimo y último clasificado en casa no resulta buen botín. De haber conseguido la victoria la Real se habría encaramado en la parte alta de la tabla, pero demuestra una y otra vez tener mal de altura. Seguiremos buscando el salto.
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