viernes, 29 de marzo de 2013

ME GUSTA MONTANIER, ME GUSTAS TÚ


El título hace mención a esa pegadiza canción de Manu Chao titulada, Me gustas tú. Lo cierto es que me gusta este Montanier, y por supuesto tú: Real.

Tras más de un año y medio entre nosotros, hasta ahora nunca me había gustado, ni siquiera su Real Sociedad, nuestra Real Sociedad. Es cierto que la temporada pasada hubo momentos, escasos, muy buenos como el comienzo ante el Sporting en Gijón y una gran segunda parte ante el FC. Barcelona. Fases buenas de juego durante los partidos se fueron sucediendo durante toda la temporada, pero contadas con los dedos de la mano. La Real fue tremendamente irregular  protagonizando un rendimiento marcado por los dientes de sierra, por la montaña rusa. Hoy bien, mañana mal... Incluso llegamos a ser colistas. El equipo no estuvo cerca del nivel que atesoraba en ningún momento de la temporada.

Y qué decir de la labor del normando. Bajo mi punto de vista, lamentable, protagonizando todo tipo de errores y sus famosos ´experimontis´. Llegó sin conocer la liga ni el club y durante toda la temporada trató de amoldar el equipo a él, y no al revés, cambiando a los jugadores de posiciones; con un 4-3-3 imposible con las líneas separadísimas; con miedo y sin confianza en las posibilidades del equipo, como demostró en reiteradas ocasiones, la primera, en la décima jornada ante el Real Madrid en Anoeta en la que se mostró temeroso a más no poder planteando un encuentro ultradefensivo con cinco defensas y sin sacar Agirretxe hasta el minuto 81 de juego pese a ir en desventaja en el marcador desde el minuto 10; con un inoperante Mariga jornada sí y jornada también… Fuera de casa renunciaba a la posesión y al control del balón y nunca vimos atisbos de poder llegar a ver al ´pequeño Guardiola´. Un entrenador por el que se había pagado traspaso y al que, a su vez, se le estaba pagando por hacer un master en la Real Sociedad.

Era un hecho, esto le quedaba grande. Dije verdaderas barbaridades de él y me reí de Aperribay cuando aseguró que este grupo de canteranos era similar al de las ligas y que el de Vernon iba a marcar una época en la Real. Sin duda la estaba marcando, pero negativa. El equipo no acababa ni un partido entero y le asoló una plaga de lesiones musculares debido a una mala preparación; goleadas escandalosa las recibidas como el 6-1 de Mallorca, y uno de los mayores bochornos que recuerdo desde que tengo uso de razón en la siguiente eliminatoria de Copa en Granada en la que alineó ante el todopoderoso conjunto nazarí nada más y nada menos que seis defensas más Cadamuro… La grada clamaba contra él y el propio Consejo negoció con Luis Aragonés para sustituirle, pero un gol de Iñigo Martínez desde medio campo le salvó la cabeza. Con más vidas que un gato y con verdadera flor, el técnico normando fue salvando ultimatums hasta final de temporada, en la que Jokin Aperribay ofreció tomar las riendas del equipo a Unai Emery, declinando éste la oferta de la Real y aceptando la del Sevilla.

Y comenzó esta temporada como había acabado la anterior, haciendo de las suyas y frenando la euforia de una afición que soñaba con volver a Europa. La dirección deportiva, a diferencia de la temporada anterior, había hecho los deberes con nota y había incorporado a Vela, Chory y José Ángel. Pero durante las ocho primeras jornadas Montanier no convocó a Carlos Martínez y por el contario sí lo hizo con dos jugadores que ni disponen de minutos en Segunda B con el Sanse de Kodro: Fuchs y Nanizayamo. Ifrán y Pardo continuaron a su vez en el ostracismo, y Chory apenas contó. Siguió sin apostar por Illarramendi como ´4´ cuando el rubio de Mutriku daba verdaderos recitales con la selección actuando en esa posición. El técnico francés, cabezón como él solo, seguía apostando por un jugador destructivo en esa posición y no creativo, cuando Illarra había demostrado que él atesoraba ambas cualidades y las ejecutaba con maestría. La afición lo veía, pero el mister erre que erre. Fuera de casa continuaban los planteamientos temerosos, y tocamos fondo tras pasar precisamente por Anoeta en la décima  jornada el rival al que visitamos este domingo, el Espanyol. Los de Pocchetino llegaban a Donostia penúltimos y se impusieron por 0-1 a una Real en la que alineó a Dani Estrada en el medio campo y a Carlos Martínez, hasta entonces inédito, en el lateral.

Y viajamos a Málaga a un punto de los puestos de descenso con un Montanier que naufragaba por segunda campaña consecutiva. Pero de nuevo apareció  el duende del galo, esta vez en forma de plaga de lesiones en el medio campo que le obligaron a formar con Illarramendi por delante de la defensa, con Pardo a su lado. El resultado fue magnífico y la Real ganó con solvencia a un rival Champions, dando ´Zipi y Zape´ un recital. Ahí se produjo la catarsis y el punto de inflexión de la temporada y de la era Montanier. Creo que obligado por las circunstancias -y por el toque del Consejo-, pero el de Vernon cambió de esquema, y tras más de un año se impuso la lógica en sus alineaciones. Comenzó a dar minutos a Ifran y Chory Castro, incluso a Rubén Pardo. Comenzó a adaptarse al equipo y no adaptar el equipo a él, y los resultados y el buen juego comenzaron a llegar. La Real Sociedad era un equipo que solo requería a alguien en el banquillo que le diese rienda suelta, y no al revés. Y comenzó una regularidad que hasta entonces nunca habíamos tenido y una escalada espectacular que a día de hoy nos ha llevado a ocupar la cuarta posición en la tabla, sorprendiendo así a propios y extraños.

El gusto futbolístico de Montanier nunca ha estado en tela de juicio, sí todo lo demás. Una vez corregidos esos errores y mejorada la preparación, el equipo acaba entero los partidos y se empiezan a vislumbrar las dotes y el talento del francés. Este equipo indudablemente lleva su sello y, aunque ha costado, ambos se han adaptado: entrenador a equipo, equipo a entrenador. La calidad estaba, solo había que sacarle brillo, y Montanier, ahora, se lo está sacando. Este conjunto crece día a día y está sabiendo interpretar diferentes roles y sacar partidos adelante que antes se la atascaban. Capaz de jugar como los ángeles o pelearse en el fango. Montanier ha crecido con el equipo y ya no intenta imponerse a éste, y una vez se ha sacudido sus complejos y no es timorato, una vez se ha dejado de planteamientos temerosos y busca la posesión de la bola y la magia, ha florecido. Un entrenador con gran gusto futbolístico que ha dado con la tecla y que está trabajando desde hace unos meses muy bien. Un entrenador que ya cree en los suyos. Un entrenador al que la dirección deportiva vio algo que, ahora sí, está demostrando, y efectivamente como dijo Aperribay, está marcando una época y consiguiendo marcas históricas: De los últimos 19 partidos, tan solo una derrota. Victorias importantísimas en La Rosaleda, Mestalla, San Mamés, y una remontada épica ante el mejor Barça. Récord de goles y de victorias a domicilio. Récord de expulsiones... En definitiva, unos resultados excepcionales acompañados por un juego que ha llamado la atención de medio mundo.

A Montanier le siguen faltando barreras que superar como dar oportunidades a Rubén Pardo y mostrar mayor mano izquierda haciendo partícipes a todos los jugadores del éxito de la plantilla, gesto que precisamente tuvo contra el Valladolid al dar minutos a José Ángel, Estrada y el riojano. Me sorprendió a su vez que dejase en el banco a un jugador para él insustituible como Markel Bergara, y aplaudí su decisión. Los jugadores por su parte son una piña y disfrutan con el de Vernon. Negar estos aspectos es ridículo. El éxito de Montanier es el éxito de la Real. Si bien todavía le va a a costar ganarse el favor de una afición que es algo escéptica, quiero creer que no va a volver a cometer los errores del pasado, y que va a acabar clasificandonos para la Champions League. Sí, quiero creer. Y es que este Montanier me gusta. 

Quién me lo iba a decir pero... ¡Me gusta Montanier, me gustas tú!



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