domingo, 26 de mayo de 2013

A PUERTA GAYOLA


Con Anoeta lleno, y el Madrid como rival, el duelo de hoy es la final soñada por cualquier realista

No entiendo el fútbol sin pasión. En ese escenario enmarco la rivalidad que se genera con los adversarios y sus aficiones. Que nadie se confunda, siempre desde el buen ambiente y el máximo respeto con otros sentimientos y sensibilidades. Los cerca de 700 seguidores blanquiazules que se desplazaron el pasado fin de semana pudieron comprobar la gracia con la que se vacilan los seguidores de Betis y Sevilla. Mientras los segundos les acogían con una hospitalidad y amabilidad digna de destacar, para luego decirles, con salero, que les iban a clavar cinco en el partido; los verdiblancos les pedían encarecidamente que les hicieran felices con una goleada. Es más, fue un hincha bético rebosante de felicidad tras el 1-2, quien pagó las consumiciones de toda la expedición en el hotel el sábado por la noche.

Las rivalidades nacen y se forjan a lo largo de la historia de los clubes al gusto y deseo de cada uno. Algunos, como los bilbainos, incluso se empeñan en rememorar tiempos pasados para resucitar piques en blanco y negro como los que tenían con el Madrid. Incluso los más talibanes continúan considerando esos duelos como su verdadero derbi, cuando no hay más que ver lo cerca que han estado clasificatoriamente ambos en los últimos 30 años para tomárselo a risa.

Yo las rivalidades de la Real las interpreto muy en serio y las respeto profundamente. No tengo por qué exagerarlas ni rebajarlas sin motivo aparente. Me siento muy orgulloso de que nuestro equipo mantuviera un feroz cara a cara con el todopoderoso Real Madrid en la década de los 80. No hay más que escuchar repetir a exjugadores madridistas de esa época, e incluso de más tarde, que su salida más complicada era Atocha. Pero tampoco se me caen los anillos por reconocer que la diferencia actualmente es abismal y que el club de Concha Espina no nos considera un adversario de demasiada entidad, pese a que nos ha demostrado siempre mucho más respeto y reconocimiento que su eterno enemigo azulgrana.

A finales del año pasado, el diario AS hizo una encuesta entre todas las hinchadas para descubrir con qué equipos congeniaban mejor y a quienes detestaban más. La realista eligió al Madrid como el club más odiado. Este motivo, sumado a la necesidad de la Real, convierten el duelo de hoy en la final soñada para cualquier alma blanquiazul. En un Anoeta lleno y entregado a la sobresaliente temporada de los suyos, que solo tienen la Champions en su mente, parece complicado pensar que se pueda escapar algún punto en el choque trascendental de la temporada. Aunque confiaba ciegamente en la reacción del equipo en una situación límite y asfixiante como la que afrontó en Sevilla, soy de los que piensan que era el escollo más complicado que le quedaba, porque en casa, en una fecha tan indicada, no creo que tropiece y la dificultad de la visita a A Coruña no se definirá hasta las 22.00 horas.

El Madrid es el único grande al que no ha ganado la Real desde su regreso a Primera, y también el único de entre los que ha disputado la Champions este año. Es la última cuenta pendiente que queda por saldar en el regreso a la elite. Y me gusta que exija a la Real mostrar su mejor versión, esa que tanto nos seduce. No he querido hablar de Montanier ni de su salida, porque tiempo tendré para ofrecer mi opinión, pero el destino ha querido que pueda comprobar en primera persona la mejora que ha experimentado su equipo y la progresión que ha protagonizado él mismo. El técnico tocó fondo en la anterior visita del Madrid en octubre de 2011, al sacar un disparate de alineación ultradefensiva que el otro día busqué y hasta me costó situarla por posiciones. Fue la mejor demostración de sus dudas y su escasa confianza en la plantilla en su traumático proceso de adaptación. 19 meses después, su sobresaliente trabajo en la Real recibe al Madrid a puerta gayola y sin complejos. Ese es el gran triunfo de la obra de Montanier y el legado que deja antes de marcharse al Rennes. Y yo me alegro, aunque le critiqué. Y mucho además. Se puede, ¿no? ¿Me dejan los guardianes de la Champions, otrora del Ascenso? Gracias. Todos a una. ¡A por ellos!


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