El capitán de la Real Sociedad se ha consolidado como uno de los referentes del vestuario tras vivir una década plagada de luces y sombras en el equipo
No resulta extraño escuchar a Xabi Prieto diciendo que no se ve con otra camiseta que no sea la txuri urdin de la Real Sociedad. Es un realista de tomo y lomo que nunca ha tenido la intención de dejar su equipo favorito, a pesar de que no han faltado las tentaciones. Dio sus primeros pasos en las categorías inferiores de la Real, club al que llegó procedente del equipo de su colegio, y va camino de convertirse en uno de esos jugadores que pasan a la historia... y no sólo por sus cifras como realista, sino porque es un espejo para los jóvenes, como Mikel Aranburu lo fue para él, por ejemplo.
Es el orgullo de la afición y un ejemplo para el vestuario. Es habitual que destaque sobre los demás jugadores de la Real, y no sólo por sus habilidades balompédicas... también porque es uno de esos futbolistas que no duda en dar la cara en los momentos difíciles. Si algo le preocupa más que él mismo es su equipo, ese del que ahora es capitán.
“Siempre es un orgullo ser el capitán y más si es el equipo del que eres seguidor desde niño, con el que sueñas con jugar algún día”, comentaba orgullosísimo una vez que Aranburu había colgado las botas y la Real comenzaba la preparación de una temporada que, a la postre, ha sido más que brillante. Ha sido un sucesor más que digno de Aranburu, arengando al vestuario cuando hacía falta y arropando a los chavales que han subido al primer equipo en entrenamientos, desplazamientos y partidos. Esta temporada también se le ha visto prestando especial atención a los potrillos del Sanse que en ocasiones se ejercitaban con los mayores en Zubieta. Tiene madera de capitán y lo ha demostrado.
Prieto llegó a la Real cuando el equipo se encontraba en una situación similar a la que se vive ahora. El equipo estaba en Champions y todo eran sonrisas. Eso sí, después de las luces llegarían las sombras, encabezadas por una gestión lamentable del club que llevó al equipo directamente a Segunda. A la mala situación deportiva se unieron problemas personales que se reflejaron sobre el césped, aunque acusarle de falta de compromiso era un disparate.
Con la Real en el infierno hubo quien sólo le veía como una opción para recaudar fondos, aunque Xabi siempre dejó claro que no se iba a mover. Pudo alzar el vuelo, rumbo a dos equipos Champions, uno de la Liga y otro de la Premier, pero los sentimientos están por encima de todo lo demás y su corazón le retuvo en la Real. Sabía que la tormenta no iba a ser eterna y que tarde o temprano el sol volvería a salir... y, además, era impensable que dejara la Real antes de devolverle a su lugar natural, la élite del fútbol. A lo Del Piero.
Cogió la camiseta con el 10 a la espalda, un dorsal siempre reservado a los mejores. También cogió peso en el vestuario, lugar en el que pudo aprender del maestro Aranburu, todo un símbolo de la Real, hasta alcanzar el segundo lugar en la línea de sucesión. Se hizo cargo de los lanzamientos desde los once metros, tarea que se le da de cine, no en vano sólo ha fallado uno de los más de veinte penaltis que ha lanzado en su carrera -con un gol a lo Panenka en el Bernabéu incluido-.
La retirada de Aranburu hizo que el brazalete que lleva impresa la ikurriña llegara a su brazo izquierdo. No había dudas de que iba a cumplir ese rol a la perfección, como así ha sido. Su calidad tampoco albergaba dudas, aunque es cierto que la grada le pedía un poco más sobre el campo... hasta que comenzó a actuar como mediapunta.
Alejado de la línea de cal ha ofrecido su mejor rendimiento. Se ha hecho a una posición a la que le costó adaptarse... aunque no cabe duda de que la espera ha merecido la pena. El Real Madrid puede dar fe de ello, pues le ha endosado nada menos que cinco goles en los dos partidos que han disputado este curso. Eso sí, sus números no son los únicos que hablan bien de la gran temporada que ha llevado a cabo. El vestuario al completo avala el trabajo de su capitán, porque también es el buque insignia del equipo y un espejo para los jóvenes.
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