sábado, 13 de julio de 2013

EL TREN DE ASIER


Es difícil para mí escribir un artículo sobre la marcha de Asier Illarramendi. Es duro porque en estos casos resulta prácticamente inevitable escribir con el corazón más que con la cabeza. Y es difícil porque los aficionados a este circo llamado fútbol somos hinchas de nuestros clubes por encima de cualquier barrera racional que un ciudadano estándar y “anti-fútbol” pudiese establecer. Con todo ello, asumo que alguien se pueda sentir en desacuerdo con estas palabras. Y he decidido hablar del tema.

Así lo he decidido porque ayer pasadas las 13:00 horas, Asier Illarramendi se despedía del club que le ha dado todo para aceptar “una oferta única e irrechazable”. Antes de ello, habíamos asistido a la inverosímil decisión tomada por RSTV al escoger “I wanna be with you” de Bruce Springsteen como hilo musical del previo de la rueda de prensa. Un abrazo al técnico encargado de tal tomadura de pelo. Crack.

Más allá de lo anecdótico y grotesco, Illarra no podía evitar las lágrimas cuando era preguntado por las razones de su decisión. Lágrimas que quizás evoquen ternura a los simpatizantes merengues, pero que resultan sencillamente indiferentes para la grada txuri-urdin. Y es que Illarramendi tiene todo el derecho del mundo a considerar la oferta del Real Madrid irrechazable. Pero no puede esperar que la hinchada de Anoeta lo acepte.

Porque él era el jugador franquicia de la Real. El abanderado, el ´one club man´. El que hizo posible que el humilde y sufrido aficionado realista creyese en un proyecto con ilusión. El que logró junto al equipo que el humilde y sufrido aficionado realista pudiese sonreír orgulloso en las tertulias madrileñas con sus compañeros merengues. Illarramendi y el Real Madrid han borrado de un plumazo la sonrisa de ese humilde aficionado encarnado en este caso en mí mismo.

Hay quien pide comprensión. Si nos atañemos solamente a los términos profesionales y económicos de la operación, comprender el "paso adelante" que puede dar Illarra en su carrera es innegable. Ningún club le va a ofrecer unas mejores condiciones que el Madrid para poder pelear por Champions todo los años y cobrar como un jerifalte qatarí. Pero esto es fútbol y algunos estúpidos románticos como yo creíamos posible que un mutrikuarra de 23 años al que le cuesta expresarse en castellano decidiese apostar por quedarse en el club que le ha dado todo. Y en este año, con el proyecto actual, más aún.

La moraleja que saco de todo esto es que ser un romántico del fútbol en los tiempos que corren es lanzarse piedras a tu propio tejado. La máxima que manda en (casi todas) las realidades personales y entre entidades de este deporte es el dinero y el negocio. Una máxima en la que gigantes como el Real Madrid o el Barça se mueven como pez en el agua. Y por eso al aficionado de la Real le da el doble de rabia que su querido y rubio 8 demuestre no ser una excepción en ese negocio. Excepciones hay pocas. A bote pronto me vienen los nombres de Le Tissier, Totti, Del Piero... Aranburu y Xabi Prieto.

Por todo ello, comparto totalmente la visión que Kike Marín expresaba en un tweet posterior a la rueda de prensa: “La comprensión hay que tenerla con los aficionados (de todos los equipos), que son los únicos que no cobran, sino que pagan y sienten”. Y los que no entiendan el cabreo/rencor que los aficionados realistas puedan tener con Illarra, no entienden el fútbol.

No quiero acabar este texto sin mencionar la frase más importante e impactante que he escuchado ayer: “Preferíamos a Asier Illarramendi al dinero. Los trenes también pueden salir de Anoeta. Pero la vida sigue”. Jokin Aperribay dixit. Lo que bien sabe Jokin es que el único tren que no puede salir de Anoeta es aquel que va cargado de dinero. Pero el tren de la Real transporta identidad, valores, casta y sufrimiento. La siguiente parada sigue siendo Europa. Y a día de hoy, es el único tren que Asier Illarramendi nunca podrá coger.


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