La Real de Lasarte, que también llegó a perder tres partidos seguidos en este tramo (y uno de ellos fue también contra el Mallorca), comenzó la pasada temporada con diez puntos en siete partidos, por los siete que acumula la de Montanier en este mismo número de encuentros, aunque aquella era 15ª y ésta es 13ª. Otra mínima mejoría está en las cifras goleadoras, puesto que el equipo de la presente temporada ha marcado los mismos tantos y ha encajado uno menos. Pero, ojo, que con los mismos rivales con los que ya ha jugado esta temporada la Real (cambiando al Granada por el equipo que logró la tercera plaza de ascenso hace poco más de un año, el Levante) se sumaron en el pasado ejercicio tres puntos más.
Pero estos son los fríos números. Esos no dan razones cuando se han jugado siete partidos. Sirven de orientación, pero no son sentencias. Lo que sí sirve para sentenciar, aquí y ahora, insisto, son las sensaciones. Y ahí sí que sale perdiendo en la comparación la Real de Montanier. Eso es lo preocupante. Empecemos por lo más básico. Lasarte sabía a lo que jugaba su Real. Tuvo un momento de duda antes de aquella gran victoria en Soria del año del ascenso, y le entró vértigo al final de la temporada cuando optó por aquella extraña defensa de cinco en Santander y Sevilla, pero apostó por lo que creía que la Real podía hacer.
Montanier no parece tenerlo tan claro. La comparación es dañina incluso con lo que mostró en la pretemporada. La Real de agosto tocaba y jugaba. Le faltaba la misma velocidad que ahora, pero apostó por el balón. Eso le sirvió, por ejemplo, para dominar con claridad a la Lazio en la pretemporada y como visitante. Se perdió, pero la sensación era otra. Como en Mallorca, por ejemplo, donde yo sí acabé satisfecho con el equipo. Las apuestas de Lasarte parecían más claras en conjunto de lo que lo están siendo hasta ahora las de Montanier. Y eso, se mire como se mire, es preocupante.
Lo es porque el técnico francés, por muy interesantes que sean sus ideas, no ha conseguido mejorar lo que el año pasado fallaba. Fuera de casa, la Real está mostrando la misma endeblez que en la segunda vuelta del año pasado e incluso es peor que entonces. No hay que olvidar que en la segunda vuelta del pasado ejercicio hubo que jugar como visitante en los campos de siete de los ocho primeros clasificados finales. Este año ya hemos perdido en Zaragoza y Mallorca, cuyos equipos lo más probable es que no estén luchando en mayo por la clasificación europea. Y la Real mereció más en San Mamés o El Madrigal.
Este año, las derrotas en Sevilla y en Zaragoza no fueron más abultadas porque el rival no tenía para más. Eran partidos para puntuar, y se perdió con claridad por deméritos propios. Tampoco se ha suturado la herida de los goles encajados, que está ahora mismo al nivel de la pasada temporada. Y con la misma sensación de que el rival marca siempre en su primera llegada (lo hizo el Barça, el Mallorca, el Zaragoza... y el Athletic en la segunda mitad). No hay mejora en el carácter, y un gol en contra es casi sinónimo de derrota, como lo ha sido en los tres partidos como visitante de los que la Real se ha vuelto de vacío, sin capacidad de reacción.
Comparando, hay más situaciones inexplicables esta temporada. El año pasado, se le echó en cara a Lasarte que, ante la falta de fútbol en el centro del campo, no diera oportunidades a Illarramendi y (con menos fuerza) que, ante la falta de gol, no diera algún minuto más a Agirretxe. Este año juegan los dos, y son de las mejores noticias del equipo. Pero el ostracismo sin explicación afecta a otros jugadores. Pardo, la sensación del verano gracias a su papel con la selección española sub-19, aún no ha debutado. Que no lo hiciera en Zaragoza es extraño. Primero, porque ni siquiera fue titular con el Sanse. Segundo, porque no estaban ni Illarra ni Elustondo, porque Markel aún no había debutado. Y tercero, porque Mariga se quedó en el banquillo en La Romareda. Era la gran oportunidad de apostar por Pardo.
La semana que viene estarán disponibles todos los mediocentros de la primera plantilla, lo que dificultará el salto de Pardo. A Lasarte se le reprochó no ser valiente para subir a chavales del Sanse (en su segunda temporada, pronto olvidamos lo que hizo con Zurutuza y, sobre todo, Griezmann). Y si ahora Agirretxe juega, el que ha pasado a estar en una situación muy extraña es Llorente. Incluso Ifrán. Y como son extrañas, son necesarias explicaciones para que no se empiecen a ver conspiraciones ni fantasmas.
La Real ha perdido intensidad en su juego y en su presión, pero, sobre todo, ha perdido condición física. Las lesiones musculares no existieron con la preparación de Balbi y el equipo, al que se podían achacar otras muchas cosas, llegó en forma al final de la temporada. Cuando perdía, por mal que hubiera jugado, solía cerrar los partidos en el área contraria, buscando el empate. Este año no. Sólo mostró en Sevilla y fue gracias a que Montanier metió en el campo a Illarra y Agirretxe, suplentes aquel día contra todo pronóstico. Fue una cuestión de fútbol y no de físico, cuando el año pasado era al revés, cuando no había fútbol la Real aguantaba el tipo con ganas y fuerza. Montanier, por el momento, no está sabiendo sacar lo mejor de sus jugadores y, salvo los nuevos (contando ahí a Agirretxe precisamente por su ostracismo del año pasado), todos parecen por debajo de su nivel.
Alarmante es el caso de Xabi Prieto, pero no es el único. De la Bella no se parece al de los dos años anteriores (y sigue sin tener suplente). Carlos Martínez mantiene la garra, pero está bastante peor y él mismo lo ha reconocido. O Zurutuza, o Aranburu, o Demidov. Puede que hasta Bravo, aunque tampoco ha tenido demasiadas ocasiones de demostrarlo, pues hace falta muy poco para que le marquen sin que pueda hacer nada para evitarlo.
Y en esa comparación, no se puede obviar el caso de Sarpong. El año pasado entró con chispa y después se hundió. Se hundió hasta un lugar del que no parece que vaya a volver. No ha enseñado nada que nos haga pensar que es jugador para la Real. Nada en absoluto, más que aquellos chispazos contra el Espanyol de hace ya un año. No ha evolucionado nada. Y no parece que lo vaya a hacer. Sutil es mucho más jugador que él, pero la dirección deportiva prescindió del jienense y no del holandés. De eso tampoco se ha dado una explicación convincente. Y eso que la plantilla parece mejor que la del año pasado. Se han traído dos refuerzos procedentes de grandes equipos, y tendrían que notarse ya. Pero Mariga no da la impresión de ser el portento físico que nos vendieron y Vela no ha podido rendir por las lesiones.
Aún así, esta Real no ha tenido los graves inconvenientes que tuvo la de Lasarte (que no pudo contar, por ejemplo, con Ifrán en la primera mitad de la temporada y con Llorente en la segunda). Dos jugadores del Sanse son titulares desde el inicio porque se lo han ganado, y uno de ellos, además, ha compensado la importante ausencia de Diego Rivas. Y toda la plantilla tiene un año más de experiencia en Primera.
A pesar de todo, la Real de Montanier sale perdiendo en la comparativa. A día de hoy, por supuesto. No quiere decir esto que haya perdido la confianza en el equipo. Ni mucho menos. Pero, como ha quedado muy claro en estos últimos años, la Real tiene que jugar con intensidad, con mucha intensidad. Porque si no lo hace, cualquiera le puede ganar con muy poquito. Eso lo sabíamos ya con Lasarte. El club argumentó su cese en la necesidad de crecer. No compartí sus razones, pero las entendí. Lo que pasa es que este inicio de temporada no está justificando los motivos esgrimidos para cambiar de entrenador. Y ahí, además de la responsabilidad que tienen el técnico y los jugadores, también hay que mirar al Consejo de Administración y a la Dirección Deportiva por la decisión que tomaron y por los motivos por los que la tomaron. Ahora no, por supuesto.
Que nadie piense que estas palabras implican una petición del cese de Montanier y el regreso de Lasarte. Ni mucho menos. En octubre nadie gana la Liga ni se va a Segunda. Pero tampoco se puede ocultar la inmensa decepción que provoca el arranque de esta temporada. Y comparando con la anterior, todo se ve aún más decepcionante. Aprendamos de los errores, pero aprendamos ya. Entre otras cosas porque ganar al Getafe será obligatorio antes de jugar contra dos de los tres primeros clasificados.
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