lunes, 7 de noviembre de 2011

MONTANIER DIMISIÓN Y LOS CÁNTICOS EN VALLECAS



La Real se fue a Segunda con cánticos de “Lotina, quédate”. Con eso en el recuerdo, es el momento de valorar en su justa medida que en Vallecas la afición de la Real profiriera gritos de “Montanier, dimisión”, unidos además a algunos contra el director deportivo, Loren Juarros, y el presidente, Jokin Aperribay. Por un momento, la memoria se me marchó a ese partido que vivió también Vallecas en el año 2000, en el que fue toda la grada del estadio vallecano, en un gesto pocas veces visto de solidaridad con la aquel día escasa representación txuri urdin, la que cantó “Clemente, vete ya” con tanta fuerza que al día siguiente el entrenador vizcaíno fue cesado. La Real sumaba entonces cinco puntos en seis jornadas, había encajado un 0-6 inolvidable por la impotencia ante el Barcelona, había desnaturalizado el equipo con fichajes imposibles y paupérrimos y había padecido un sufrimiento excesivo para salvarse del descenso en la temporada anterior. La Real perdió entonces ante el Rayo por 4-1. Esa era la mayor goleada que había sufrido el equipo realista en Vallecas. Hasta ayer. Vaya récord.

Aquel día de hace once años, los pocos realistas que estuvimos en la grada del estadio vallecano mostramos nuestro descontento también cuando el equipo abandonó el recinto. Ayer no. Ayer no había ni ganas de hacerlo. Ayer la nota era el desánimo, y ese es el enemigo más peligroso al que puede hacer frente un equipo. Y es que eso es lo que se transmite desde el campo y desde la institución. Desánimo, resignación, impotencia. Se insiste en que la expulsión condicionó el partido, pero somos colistas porque el Getafe remontó su partido al Atlético de Madrid con diez jugadores. Ellos pueden y nosotros, por lo visto, no. Nosotros tenemos que sacar cinco defensas para jugar contra el Madrid. El Levante le ganó sin hacerlo. Nosotros tiramos la primera parte contra el Barça asumiendo una inferioridad que después se vio que, a un partido, no era tal. Ayer el Athletic demostró que se pueden jugar 90 minutos contra el Barça al más alto nivel. Y así con todo. Lo que los demás hacen con relativa frecuencia, a nosotros nos parecen montañas imposibles de escalar.

Cuando acabó el partido de Vallecas, Montanier fue el primero en coger el túnel de vestuarios. Se marchó solo. El equipo se acercó hasta los centenares de aficionados que habían acudido a Vallecas, para darles por lo menos el saludo que merecían. Montanier no. Hizo bien, porque seguramente hubiera provocado silbidos. No es el único culpable, pero, siendo también el más merecido, es el objetivo más fácil. Lo cierto es que la Real es colista. Llegó a esa lamentable posición apenas tres días después de que el presidente Aperribay descartara por completo el cese de Montanier. Se ha aferrado a su continuidad pero esas palabras no contarán, si sucede lo peor contra el Espanyol dentro de dos larguísimas semanas, en el momento en el que el técnico francés deje de entrenar a la Real. El club fichó a Montanier para crecer. Para dar un paso adelante, entendiendo que Martín Lasarte no iba a ser capaz de hacer crecer el fútbol de la Real ni mejorar su posición en la tabla. Con ese objetivo fijado de antemano, el retroceso es, a día de hoy, sencillamente brutal. Y la injusticia que se cometió con Lasarte, al margen o no de su continuidad en el equipo, queda ya de manifiesto de una forma imborrable.

Efectivamente, como dijo Aperribay después de la debacle de Vallecas, la Real de Lasarte tuvo una racha idéntica a esta. Fue entre las jornadas 25 y 31, con un importante colchón de puntos sobre el descenso, con un proyecto en marcha, con ideas que sólo el nerviosismo exterior hizo tambalear. No entre las 6 y 12, como le ha sucedido a Montanier. Y es, todavía, un partido menos duradera que la que sufrió en la 2006-2007, con Lotina como entrenador. Aquella racha, que se extendió entre las jornadas 18 a 25, fue la que nos mandó a Segunda, con más fuerza incluso que el pésimo inicio. Supongo que no hará falta decir ya lo importante que es el partido contra el Espanyol. Supongo que no hará falta dar más explicaciones de por qué la gente pidió el cese de Montanier. Porque es la gente la que siente el club. La que lo lleva en el corazón. La que está dispuesta a meterse horas de autobús y perder horas de sueño por ver a su equipo. Y esa gente no coincide con el sentir de los porcentajes accionariales. No coincide, aunque ojalá lo hiciera, con el dictamen empresarial de la directiva y con el técnico del entrenador. Ellos, nosotros, ven, vemos, cosas inexplicables. Y son demasiadas. Son las que nos han llevado al último lugar de la clasificación.

Es culpable Montanier, pero no es el único. Algo falla si hay dos lesiones musculares en los primeros diez minutos del partido, cuando Balbi nos había acostumbrado a que eso no sucediera (y ahí apunto también a los jugadores). Algo falla si después de tres años sigue sin haber un lateral izquierdo de refresco en este equipo (Loren lo sigue viendo innecesario). Algo falla si nadie se responsabiliza de pedir el rendimiento que tiene que dar un fichaje en la Real, porque, como me decía un realista a la salida de Vallecas, tiene que hacer docenas de chavales en Zubieta capaces de hacer lo que hace Mariga. Algo falla si se nos vende que vamos a hacer un fútbol de toque (desde el propio Montanier hasta el presidente Aperribay, pasando por el director deportivo Loren) y lo que vemos es un juego mucho más rácano que el demostrado en los peores momentos de Martín Lasarte. Algo falla si nadie explica por qué Agirretxe, Llorente e Ifrán no juegan en este equipo ni ganando ni perdiendo. Algo falla. Y algo falla si la Real es colista y queremos limitar las protestas de la gente a intervenciones a título individual en una Junta de Accionistas o si convertimos decepcionantes actuaciones del equipo (y eso va por Montanier, pero también por algunos periodistas) en un “tuvimos al Madrid contra las cuerdas”.

Lo más triste de todo es que la gota que colma el vaso sucedió en el mejor escenario de la Liga española para jugar un partido de fútbol. Vallecas es el cielo. La vallecana, la mejor afición que hay en el fútbol español. A mí me sigue admirando, y lo diré tantas veces como juguemos allí, que el Rayo nos dé la bienvenida por megafonía. Me emociona profundamente que la afición del Rayo se quede en la grada aplaudiendo a la de la Real al finalizar el encuentro. Me entusiasma que Vallecas sea un lugar al que se puede ir con la más absoluta tranquilidad con la camiseta de tu equipo, a animar a la Real sin necesidad de esconderse o temiendo por tu integridad física. Y me duele que no se diga. Que no se diga más. Que no se diga con más fuerza. Mil gracias, Rayo. Mil gracias, Vallecas. Simbolizáis con nosotros lo que tendría que ser el fútbol. Y eso es tan imposible de pagar, que casi se agradece que si la Real tiene que perder algún día por 4-0 sea ahí. Yo también canté “Rayo, Rayo” al final del partido. Me decía un guardia de seguridad al entrar al campo si el año que viene íbamos a estar los dos en Primera. Yo le dije que sí. Él dudaba por el Rayo. Yo, a pesar de que mantengo que tenemos un gran equipo, dudo ahora por la Real. Qué triste.


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