No se puede discutir ningún ápice al mérito del triunfo ayer de los donostiarras, que se impusieron a uno de los rivales con mejor nivel que ha pasado por Anoeta en este curso y que, además, domina a la perfección los aspectos más oscuros del fútbol. A la Real todavía le falta poso, solera y madurez para controlar esa otra parte del juego. Lo pudimos comprobar en el encuentro de ayer, en el que se produjo una circunstancia reveladora. El partido siempre se disputó al ritmo que pretendía el Sevilla. Los andaluces quisieron que el choque fuera siempre de ida y vuelta y estuviera demasiado abierto.
Pese a todo, en un escenario que no le interesaba, los blanquiazules consiguieron sacar la necesaria calidad, ambición y determinación para llevarse un partido que le deja en una situación excelente para afrontar lo que resta de campaña. Por si fuera poco, la Real demostró esta vez la personalidad necesaria para reponerse al injusto mazazo del empate y, sobre todo, al momento en el que se produjo, segundos después de que Xabi Prieto fallara una ocasión clarísima en el área pequeña que hubiera supuesto la sentencia del 2-0.
Montanier introdujo un solo cambio respecto al once que sacó en Granada. Pardo ocupó el lugar de Zurutuza en el centro del campo, después de que este hubiese reconocido en Zubieta que todavía no se encontraba en plenitud de condiciones. Ifrán, que había estado entre algodones en los días previos, mantuvo su plaza en la alineación cuando la mayoría apostaban por la entrada de Agirrexe
El comienzo tuvo un comienzo eléctrico y apasionante. A los 20 segundos Negredo estuvo a punto de marcar en un forzado intento de vaselina tras una mala salida de Bravo que dejó pasar el esférico al perder la noción de si se había salido del área. A los 40 a Ifrán se le escapó un complicado control cuando estaba completamente delante de Diego López tras un fallido despeje de Botía. Y a los cuatro minutos Pardo no enganchó a botepronto un disparo en la media luna del área cuando tenía una posibilidad franca para marcar.
Los dos equipos mordían en la presión y además lo hacía en posiciones muy avanzadas lo que motivó que la primera media hora se jugara a un ritmo intensísimo. La sensación evidente era que iba a ser imposible que aguantaran lo que podía convertir el duelo en una carrera para ver quién era más fuerte físicamente. Este hecho no beneficiaba precisamente a los realistas, ya que el Sevilla dispone de mucho músculo en la medular.
Con el juego sin ninguna pausa, parecía encontrarse más a gusto el conjunto hispalense, que basaba su estrategia en intentar robar y buscar a su rival descolocado para matarle a la contra. Incluso estuvo cerca de adelantarse en disparo de Manu del Moral y en un centro de Navas al que no llegó Negredo.
El encuentro se encontraba sin control hasta que apareció el Griezmann que todos conocemos. Hay una forma inequívoca para pulsar si está fino o no y son las diagonales que traza con el balón. En la primera, arrancando desde la derecha, no consiguió crear peligro. En la segunda, partiendo desde la línea de cal contraria, la que mejor conoce, se apoyó en paredes con Pardo y Xabi Prieto y, en un escorzo muy forzado, asistió por dentro a Vela quien definió como siempre, es decir como los ángeles. El mexicano ni se alteró y volvió a acreditar que es uno de los mejores futbolistas de la Liga cuando encara al portero rival.
El Sevilla marcó
A partir de ese momento, con ventaja e el marcador, la Real se equivocó. En lugar de buscar un partido lento y más controlado, se lanzó a una disputa cara a cara sin cuartel, en el que las idas y las vueltas eran constantes. En ese intercambio de golpes, que era lo que ansiaba desde el inicio, el Sevilla rondó el empate otro centro de Navas que no alcanzó Negredo por centímetros. La Real en cambio perdía demasiados balones al tratar de llegar con demasiada celeridad y verticalidad. Le faltó sobre todo elaborar más en horizontal y posesiones más largas. No hubo más que comprobar cómo Vela estuvo a la media hora casi cinco minutos recuperándose del exigente esfuerzo para comprobar que el ritmo con el que se jugaba el encuentro no le interesaba nada.
Por cierto que antes del descanso, Álvarez Izquierdo, el mismo que un día perdonó la expulsión al racinguista Kennedy porque se equivocó de calvo, no quiso mostrar la segunda amarilla a Spahic en una falta que era tarjeta de libro.
En la reanudación las cosas se le torcieron de manera cruel a los realistas. A los dos minutos Griezmann alcanzó la línea de fondo y su centro lo envió a las nubes dentro del área pequeña Prieto. En su descarga hay que decir que casi no vio el balón, pero la oportunidad era imperdonable. Como tantas veces suele suceder, en la siguiente jugada empató el Sevilla en una acción en la que Bravo erró en su salida, el esférico quedó en los pies de Navas y su centro atrás lo envió a las redes Medel.
El mazazo fue a traición y de los que escuecen, pero la Real confirmó que ya no es el boxeador con mandíbula de cristal que tantas otras veces no se ha levantado de la lona en el primer puñetazo que recibe. Poco a poco, con valentía y personalidad, fue recuperándose y adueñándose de la situación. Lo hizo además con más mérito, porque no dejó de jugarse a lo que quería el Sevilla, por lo que su victoria se fraguó en la calidad individual de sus futbolistas. Ifrán fue el que volvió a meter el miedo a os de Michel con un cabezazo y un disparo lejano. Estos no se quedaron cortos e intimidaron con dos remates desde fuera del área que salvó un ya recuperado Bravo.
La jugada clave llegó el minuto 68, en un posesión larga y asediante de los blanquiazules en la que el balón llegó finalmente al desatascador Vela quien paró, esperó la incorporación del Expreso de Lodosa cuyo centro raso lo remachó en boca de gol De la Bella. Otra vez un lateral centrando y el otro rematando. Otra vez la Real poniendo en pie a Anoeta. Otra vez una afición rendida a un equipo y a un proyecto que ilusionan como pocos.
Hasta el final los donostiarras cometieron decenas de errores de inmadurez, al apostar por buscar el tercer gol en lugar de contemporizar cuando estaban con uno más porque el genio Vela había expulsado a Coke, pero esta vez se les perdona todo. En el momento en el que llegue a dominar esa faceta del juego que tengan todos mucho cuidado con este equipo. El único susto fue un remate de Negredo que se envenenó tras tocar en Iñigo ante el que respondió el último gigante en aparecer, el gato Bravo.
Si se confirma que los mayas tenían razón y hoy se acaba el mundo, los txuri-urdin moriremos con una sonrisa dibujada en nuestro rostro. Si no es cierto, nos espera un 2013 pleno de emociones y de alegrías. Ya lo verán.
Por cierto que antes del descanso, Álvarez Izquierdo, el mismo que un día perdonó la expulsión al racinguista Kennedy porque se equivocó de calvo, no quiso mostrar la segunda amarilla a Spahic en una falta que era tarjeta de libro.
En la reanudación las cosas se le torcieron de manera cruel a los realistas. A los dos minutos Griezmann alcanzó la línea de fondo y su centro lo envió a las nubes dentro del área pequeña Prieto. En su descarga hay que decir que casi no vio el balón, pero la oportunidad era imperdonable. Como tantas veces suele suceder, en la siguiente jugada empató el Sevilla en una acción en la que Bravo erró en su salida, el esférico quedó en los pies de Navas y su centro atrás lo envió a las redes Medel.
El mazazo fue a traición y de los que escuecen, pero la Real confirmó que ya no es el boxeador con mandíbula de cristal que tantas otras veces no se ha levantado de la lona en el primer puñetazo que recibe. Poco a poco, con valentía y personalidad, fue recuperándose y adueñándose de la situación. Lo hizo además con más mérito, porque no dejó de jugarse a lo que quería el Sevilla, por lo que su victoria se fraguó en la calidad individual de sus futbolistas. Ifrán fue el que volvió a meter el miedo a os de Michel con un cabezazo y un disparo lejano. Estos no se quedaron cortos e intimidaron con dos remates desde fuera del área que salvó un ya recuperado Bravo.
La jugada clave llegó el minuto 68, en un posesión larga y asediante de los blanquiazules en la que el balón llegó finalmente al desatascador Vela quien paró, esperó la incorporación del Expreso de Lodosa cuyo centro raso lo remachó en boca de gol De la Bella. Otra vez un lateral centrando y el otro rematando. Otra vez la Real poniendo en pie a Anoeta. Otra vez una afición rendida a un equipo y a un proyecto que ilusionan como pocos.
Hasta el final los donostiarras cometieron decenas de errores de inmadurez, al apostar por buscar el tercer gol en lugar de contemporizar cuando estaban con uno más porque el genio Vela había expulsado a Coke, pero esta vez se les perdona todo. En el momento en el que llegue a dominar esa faceta del juego que tengan todos mucho cuidado con este equipo. El único susto fue un remate de Negredo que se envenenó tras tocar en Iñigo ante el que respondió el último gigante en aparecer, el gato Bravo.
Si se confirma que los mayas tenían razón y hoy se acaba el mundo, los txuri-urdin moriremos con una sonrisa dibujada en nuestro rostro. Si no es cierto, nos espera un 2013 pleno de emociones y de alegrías. Ya lo verán.


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