Estando así el asunto, celebrábamos las fiestas navideñas entre exquisitos manjares, turrones y degustando los más exquisitos vinos y cavas, esperando con inusitada ilusión la llegada de los Reyes Magos entre gin-tonic y cubatas, más que nada porque ese día visitábamos el estadio Bernabeú con la ilusión de un niño que espera abrir los regalos que los Reyes han dejado en su brillante zapato.
En esta larga espera sin fútbol y haciéndonos ilusiones con un regalo de nuestro equipo, nuestro míster empieza a oscurecer nuestro cielo lleno de estrellas que nos dirigen desde La Concha hasta Madrid, diciendo que es casi imposible vencer en el Bernabeú. Mis esperanzas y alegrías se empiezan a disipar al pensar con qué motivación van a salir mis chicos a jugar si su jefe, tutor, mentor, estratega, director, motivador, psicólogo piensa que es prácticamente imposible conseguir algo positivo en el campo del rival y que van a la capital del reino a pasar la tarde de Epifanía. Pero casi al mismo tiempo, aparecen las declaraciones de unos de los jugadores más bravos del equipo, Bravo, exigiendo carácter y agresividad para jugar en Madrid. Me tranquilizo y espero con impaciencia a abrir mis regalos en el zapato.
Después de comer el rosco y con un gin-tonic en mi mano me dispongo a ver qué es lo que me han traído los Reyes. Los nervios están a flor de piel y mis ojos brillan como las del niño al paso de la cabalgata.
Al minuto y medio del partido, ellos marcan su gol. “Tranquilidad”, me digo a mí misma, “es normal que el Madrid marque en el Bernabeú y queda mucho partido”.
Efectivamente, en el minuto 6 del partido, y a pesar de Mou, Casillas tiene que saltar al campo por expulsión del portero y penalti a favor nuestro. Perfecto pero hay que marcar. Nuestro capi, Prieto, decide hacernos su particular regalo de Reyes: marca el gol del empate. El partido se nos pone “ a huevo”: Empatamos y jugamos contra diez. Ni en los mejores sueños.
Pero el Madrid es el Madrid y tiene una pegada increíble: marca el segundo. Pero Prieto está empeñado en hacer de rey y vuelve a empatar el partido. Acaban los primeros 45 minutos y todos empezamos a pensar que aquello que escribimos en nuestra carta se va a cumplir. Este año aparte de ser muy buena, las condiciones son inmejorables y por fin, creo que los Reyes me van a hacer caso.
No sé qué pasa en el descanso en el vestuario pero una vez más los jugadores salen en la segunda parte con una empanada del 12. No sé si es producto de la gastroenteritis, del miedo escénico o de la cagalera que nos entra muchas veces, pero el Madrid nos gana el rosco, nos quita los regalos y nos deja carbón en el zapato. Y eso que Prieto coge la capa de Rey, atiza a su camello y nos regala con un tercer gol. Lástima. Prieto se merecía un hat-trick para animarse en una temporada difícil para él, pero los Reyes Magos le han regalado un balón y no tiene con quién jugar.
Hay varios factores que propiciaron la derrota de ayer, teniendo todo a favor: Primero, el entrenador tiene que creer que podemos ganar a cualquiera y transmitir eso a los jugadores. Pero el nuestro no lo hace, todo lo contrario y esa no es la actitud. Si tú no crees que tus pupilos pueden conseguir una buena nota, ¿qué es lo que les enseñas? Un profesor no puede decir a un alumno que ve es imposible que pueda aprobar una asignatura porque el alumno va a pasar de esforzarse en la misma.
Segundo, nuestros jugadores tienen que creer y luchar por el triunfo, diga lo que diga el profesor. La actidud debería ser: “Que le den. Vamos a demostrarle que somos capaces de eso y mucho más”. Así se aprueban los cursos, así se ganan partidos, así se ganan ligas.
Nunca un partido en el Bernabeú se nos ha presentado con tantos pajes, camellos, caramelos, y regalos en nuestro lado, pero no hemos sabido aprovecharlos. El año que viene no escribo carta, para el caso que me hacen...
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