martes, 12 de febrero de 2013

EL FIN DE LA MALDICIÓN

Si el lunes pasado hablábamos de que la Real había roto el gafe al ganar ante uno de los equipos de la parte baja de la clasificación, este domingo acabó con una maldición que le perseguía desde que militaba en Segunda división. Desde aquella mítica victoria en Cádiz en la que dejó visto para sentencia el ascenso, la Real no había ganado a domicilio en Liga en una segunda vuelta, ni en el año de Lasarte ni en el primero de Montanier. Ese maleficio terminó en Zaragoza (1-2), en un estadio que no se le da bien a la Real, pero allí levantó el gran Arconada la última Copa ganada por un equipo vasco.

La Romareda no parecía el campo indicado para terminar con esta maldición, y menos aún después de una semana muy complicada para la Real por culpa de las acusaciones de dopaje. El Zaragoza sólo había ganado tres partidos en casa en toda la temporada y era algo que daba algo de respeto, por eso de que los de Montanier eran especialistas en revivir muertos, pero no, este equipo ha cambiado, ha madurado.

El encuentro empezó con los locales apretando mucho y sin que la Real saliese de su campo. Ese dominio no se tradujo en ocasiones de gol, pero los txuriurdin -de naranja en La Romareda- apenas cruzaban el centro del campo con el balón controlado. Pero llegó el minuto 11 y Iñigo Martínez pegó un pelotazo arriba para evitar la presión del Zaragoza, Agirretxe la luchó y el balón le cayó a Vela que se la puso a Griezmann para que el francés batiera a Roberto sin problemas. Fue la primera jugada de ataque que firmó la Real, el partido no podía empezar mejor.

Pocos minutos después el colegiado Gil Manzano mandó a la ducha al debutante Héctor, que en 21 minutos tuvo tiempo de llevarse dos amarillas con total merecimiento.Era el séptimo partido consecutivo que la Real jugaba en superioridad, lo nunca visto. Al ir por detrás en el marcador los locales no pudieron encerrarse atrás como hizo el Celta hace dos semanas, por lo que el partido siguió con el guión establecido hasta ese momento.

Los de Montanier dominaban el partido a su antojo, con un Illarramendi al frente de las operaciones. El de Mutriku crece partido a partido y nadie sabe cual puede ser su techo, pero se encuentra en el mejor momento de su carrera. El rubio centrocampista es el eje de la Real, tanto en ataque como en defensa. En la Romareda recordó a Iniesta, hizo de todo y todo bien. En una jugada robaba un balón en la frontal y en la siguiente dejaba solo a un compañero ante el portero con un pase genial. El gran momento que vive la Real está muy relacionado con el momento de forma del 8 txuriurdin.

También es justo destacar a Carlos Vela, porque si Illarra es el eje de la Real, el mexicano es quien marca las diferencias. Provoca faltas constantemente -lástima que se saque tan poco partido de las mismas-, da asistencias y marca goles, pero lo mejor de Vela es el peligro que genera constantemente. Cada vez que engancha la pelota el público sabe que puede pasar algo, es un jugador distinto, de los que son capaces de decidir encuentros en una sola acción.

El mexicano no marcó, pero quien sí lo hizo fue Imanol Agirretxe, que en el anterior partido había asistido a Diego Ifrán. El de Usurbil marcó un golazo en un gran disparo desde dentro del área, en una acción a la que no nos tiene acostumbrados. La Real llegó al descanso con 0-2 y el partido completamente dominado.

Rematar al rival

La primera parte fue totalmente positiva, pero en la segunda las cosas fueron diferentes. Antes de nada decir que el resultado no peligró en ningún momento, puesto que el gol local llegó en el último minuto del descuento, pero de haber llegado antes se hubiera sufrido.

Los de Montanier dominaron la segunda parte, controlaron el balón y apenas concedieron ocasiones a un Zaragoza que sólo inquietó a Bravo con disparos lejanos. Con el partido tan a favor y siendo tan superiores al rival, la Real debió buscar el tercero para cerrar el partido completamente, porque un gol de los locales les hubiera metido en el partido en cualquier momento. Dio la sensación de que los realistas no quisieron pisar el acelerador para no hacer sangre de un equipo herido y en inferioridad, pero esto es fútbol y es mejor sentenciar a un rival que dejarlo morir en la hierba, ya que en una acción aislada puede revivir.

La Real gozó de ocasiones claras en la segunda mitad. Roberto se convirtió en el mejor jugador aragonés y evitó una goleada con varias paradas de mucho mérito. Apoño recortó distancias desde el punto fatídico después de que Markel se resbalase en el área y se llevara por delante a Postiga. Ahí murió el partido y Montanier y sus hombres se trajeron a San Sebastián los tres puntos que les sirven para seguir escalando en la clasificación y mirar a Europa descaradamente.

El equipo tiene muchísimo talento y si sigue creciendo como en las últimas semanas no se puede renunciar a nada. Sólo ha perdido uno de los últimos 13 partidos ligueros y demuestra ser un equipo muy difícil de batir. Los dos próximos partidos: Levante en Anoeta y el Derbi en San Mamés serán dos buenas piedras de toque para saber hasta donde puede llegar este equipo. ¡Qué siga la racha!



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