miércoles, 13 de marzo de 2013

EL OTRO CENTENARIO:
2013, 100 AÑOS DE ATOTXA (Capítulo II)


Capítulo II

El proyecto frustrado de Zubieta y la decrepitud de Atotxa (1978-1993) 

Tras la última obra realizada en Atotxa -ampliación de la parte reservada a Tribuna en Duque de Mandas- el viejo campo inicia su período de decrepitud, básicamente porque, al haberse decidido construir un nuevo campo, ya no se acomete ninguna obra más en él (si exceptuamos las testimoniales de la colocación de los dos marcadores a que hemos hecho referencia) mientras las instalaciones van deteriorándose poco a poco.

Efectivamente, la necesidad de un nuevo campo para la creciente afición de la Real se hacía palpable desde los primeros años 70, en que, tras el “definitivo” (ahora, 40 años después, hay que ponerlo entre comillas) ascenso a primera división y la incorporación masiva de los aficionados de la provincia a la “familia realista”, el viejo campo, se había quedado pequeño.

Uno, que acababa de descubrir por aquellas fechas el más fascinante espectáculo que había visto en su corta vida y empezaba a engancharse a él, no podía entender -mirando el reloj que acababan de regalarle por su primera comunión- el retraso en el inicio de algún gran partido, al que había acudido dos horas antes para coger sitio en alguna primera fila con que sortear su reducida estatura, y llegada la hora y con los jugadores ya en el campo, el juego no empezaba y en su lugar aparecían por doquier policías haciendo aspavientos, txapelas corriendo de un lado a otro, señores con corbata dando instrucciones… hasta que de repente empezaba a saltar la gente al campo por oleadas y, una vez colocada a lo largo de todo el perímetro del terreno de juego, sentados en el suelo, el partido daba comienzo, con el espacio para sacar de banda y de esquina, ya de por sí testimonial, reducido a su mínima expresión.

La razón de este caos -que se produjo en varios míticos encuentros de los 70 contra Barcelona, R.Madrid y Athletic de Bilbao en que se dio esta circunstancia, así como en alguna que otra semifinal de copa- radicaba en el explosivo y repentino incremento de la afición realista que se había producido y para que el que el club no estaba preparado, o al menos sus instalaciones. En efecto, el ascenso de 1967 había constituido un hito de cariño y adhesión de toda la provincia de Gipuzkoa al que hasta entonces había sido considerado básicamente equipo de su capital y el glorioso recibimiento a los “héroes de Puertollano” por toda la geografía guipuzcoana, con su colofón en el Santuario de Arantzazu, no se quedó en un mero acto testimonial, sino que Gipuzkoa entera empezó a acudir a Atotxa “en manada”, quedando claro que el que hasta entonces había sido un campo adecuado para albergar a una afición primordialmente donostiarra, ya no lo era para acoger sin estrecheces a las gentes que llegaban desde toda la provincia a animar a nuestro equipo domingo tras domingo, llenando de ambiente la ciudad y su viejo campo.

Esta circunstancia, que no era desconocida por nadie, hizo que el club, encabezado por su presidente José Luis Orbegozo, que había llegado al cargo tras el ascenso de Puertollano en 1967, tomara la decisión de acometer la construcción de un nuevo campo que pudiera albergar en condiciones de comodidad a toda esa masa social creciente y abundante de que la Real disponía. Eran tiempos de construcción de nuevos campos de fútbol, no en vano España había sido designada en 1964 como sede del mundial de 1982, y quien más quien menos veía la oportunidad de conseguir la financiación de un nuevo campo vía FIFA siempre y cuando hubiera sido designada como sede.

Esa esperada noticia llega en 1978, año en que España, que ya había empezado a organizar el mundial 82, por medio de Raimundo Saporta, presidente del comité organizador, comunica a la Real que, habiéndose decidido que uno de los grupos disputara sus partidos en las entonces Vascongadas -a punto de constituirse en Comunidad Autónoma de Euskadi- y habiendo sido Bilbao nombrada sede, en el caso de que San Sebastián presentara su candidatura, sería designada subsede.

La Real habla con el ayuntamiento, que le da permiso, se presenta al comité organizador y éste concede esa subsede a Donostia -dentro de la sede cuyo cabeza de grupo jugará sus partidos en Bilbao- comunicándole que Atotxa, en las condiciones en que se encontraba, no era admisible para la disputa de los partidos y que habría de reformarse o bien construirse un campo nuevo, corriendo el gasto de la reforma o construcción por parte del Mundial 82.

En este punto es donde comienzan los desencuentros que dan lugar a la ulterior renuncia al Mundial y el por todos conocido “rejón de muerte”, término acuñado por el propio Orbegozo para aplicárselo a la situación en que quedó nuestro club y que a día de hoy aún arrastramos, con un campo que, estando situado en suelo que no es propiedad del club, es junto al del Mallorca el único que soporta las molestas pistas de atletismo en toda la primera división española.

La Real Sociedad, con su presidente Orbegozo a la cabeza, queriendo acercar más aún a los aficionados de la provincia incluso geográficamente -no en vano se desplazaba un poco hacia el centro geográfico de Gipuzkoa el templo txuri urdin, sin dejar de estar en el término municipal de Donostia la ubicación elegida- y guiado también por las circunstancias económicas que hacen más dificultosa la adquisición de un solar en una zona más cercana al casco de la ciudad, decide que el mejor lugar posible es Zubieta y compra para el club una finca situada en una vaguada, comunicando al Comité Mundial 82 que el campo de futbol nuevo, con capacidad para unos 35.000 espectadores, se construirá allí­.

El Comité no ve ningún problema, acepta el lugar, declara oficialmente a San Sebastián como subsede del Mundial 82 y que los partidos de ese grupo en que no participe el cabeza de serie se jugarán en nuestra ciudad, quedando para Bilbao los partidos del citado cabeza de serie (a título anecdótico decir que estando compuesto el grupo finalmente por Inglaterra, Francia, Checoslovaquia y Kuwait, se hubieran jugado en Donostia los partidos Francia-Checoslovaquia, Francia-Kuwait y Checoslovaquia-Kuwait, y en Bilbao los de Inglaterra contra los tres restantes rivales. )

El ayuntamiento de la ciudad, no obstante, comienza a poner pegas a esta operación. Teniendo en cuenta que ya por aquel entonces el número de socios de la Real residentes en San Sebastián rondaba las 10.000 personas (el gran equipo que venía forjándose en el campo había dado lugar a un nuevo repunte de la masa social que se situaba en torno a los 16.000 abonados), la previsión de que ese número aumentara y la necesidad de sacar de la ciudad a todos esos miles de personas cada 15 días sin unas comunicaciones adecuadas -el terreno estaba en una vaguada en aquel momento inaccesible- producía todo tipo de cautelas en un ayuntamiento que, pese a asegurársele que toda la obra de infraestructura de transporte la pagaría el comité organizador, no las tenía todas consigo y se negaba a dar la licencia de las obras hasta que esa financiación estuviera completamente garantizada al 100%, algo que resultaba un tanto draconiano para una Real que no era dueña de ese capital y por tanto se encontraba a la expectativa de lo que el comité organizador pudiera contestar, pero que era claro que a él correspondía financiar.

Cautelas infundadas por tanto, toda vez que la organización del mundial garantizaba la financiación de esa infraestructura viaria, la cual hubiera supuesto un hito para las comunicaciones interurbanas en nuestra provincia, quedando así en evidencia la fragilidad del argumento de la dificultad de sacar de la ciudad y volver a meter unas horas más tarde a todos esos miles de personas en Donostia -por haberse proyectado una infraestructura de carreteras similares a las hoy existentes para unir Donostia con Lasarte en 5 minutos- hasta el punto de resultar incluso irrisorias al posibilitar el proyecto frustrado que se adelantasen varios lustros las obras del “tren lanzadera” con una red viaria de moderna ingeniería que hubiera covertido ya entonces el Topo en un minimetro que uniera San Sebastián con Lasarte … operaciones todas ellas que se están realizado (e incluso abortando … algunas por los herederos directos de los mismos responsables de aquél NO de hace tres décadas) en las presentes fechas.

En este estado de cosas, el ayuntamiento donostiarra, con Jesus Maria Alkain del PNV como alcalde, se enroca en la postura de que a ellos no se les ha consultado nada y que el emplazamiento de un campo de fútbol en Zubieta no es el lugar idóneo y se niega a dar la licencia de obras mientras que Orbegozo, en la serie de entrevistas, cada vez más angustiosas, que mantiene con Alkain, le hace ver que se está dando una imagen de no querer el mundial y todo lo que ello conlleva en forma de riqueza -no sólo para la Real sino para la ciudad y resto del territorio- y que evidentemente, esto no jugaba precisamente a favor de la asunción de un compromiso claro de la organización para financiar esas obras. Una pescadilla que se mordía la cola, pero que quizás venía ocasionada por la aversión al fútbol -y por ende a la Real- de un alcalde que se quejaba de que ese dinero proveniente del mundial no se dedicara a Hogares del Jubilado (sic) que era al parecer el destino que tenía reservado para nuestra ciudad… pese a ser un dirigente del mismo partido que gobernaba en la vecina ciudad de Bilbao, que tan fuertemente había apostado por llevar el mundial a orillas de la Ría.

El motivo de esta férrea postura de Orbegozo en la obra de Zubieta, sin estar muy permeable en un principio a otras posibilidades, era la de dotar de patrimonio al club en los terrenos de su propiedad, pues la construcción de un campo de fútbol sobre un terreno propio computaba como un patrimonio económico equivalente al valor de las obras realizadas actualizado anualmente por los correspondientes índices de precios aplicables a la construcción, lo cual, aparte de facilitar el acceso del club a créditos bancarios para la gestión de la plantilla -ya de por sí muy valiosa por la gran gestión que este mismo presidente había hecho de la cantera y que hubiera permitido si no ya reforzar el equipo dada la filosofía de aquellos años, sí al menos mantener a sus mejores figuras, evitando traspasos como el de Periko Alonso que debilitaron prematuramente aquel equipo campeón- también otorgaba la posibilidad de escriturar la obra construida por el citado valor en los registros federativos, lo cual hubiera posibilitado además, a la larga, la no conversión del club en Sociedad Anónima deportiva -que tan perjudicial ha resultado a la postre y tantos conflictos ha traído- a diferencia de lo ocurrido con Athletic de Bilbao y Osasuna que se salvaron de ello gracias, entre otras cosas, a haberles facilitado históricamente las correspondientes instituciones territoriales su propiedad sobre San Mames y el Sadar, respectivamente ... sin olvidar la flexibilización de las deudas tributarias de su respectivas Haciendas, circunstancias todas ellas que no se han visto por estos lares donde la declaración de un pequeño déficit en 1991 unido a esa casi absoluta falta de patrimonio obligó a este club, tan enraizado en su tierra como los anteriores, si no más, a que haya voces que todavía a día de hoy se acojan a esa circunstancia para considerarlo “una entidad privada” a diferencia de los anteriores, que serían otra cosa distinta (¿).

Y no sólo lo anterior estaba en el ideario de Orbegozo… pues la previsible urbanización de todos los alrededores de Zubieta que la presencia del estadio hubiera traído -en una evolución similar a lo ocurrido en la ciudad de Valladolid, que aprovechó ese mundial que nosotros dejamos pasar para construir su campo- pudiera haber facilitado a la larga una importante revalorización de esos terrenos de propiedad de la Real -que a día de hoy no valen casi nada por estar encajonados en una vaguada inaccesible y rural, lo más a efectos de alguna hipoteca con alguna entidad bancaria- quizás hubiera permitido el regreso de la Real a una zona más urbana y cercana al núcleo fundamental de población de sus socios a que no podía acceder por su carestía en el momento de histórico que analizamos. Revalorización que se adivina muy factible y que podría haber derivado en una permuta de terrenos o alguna operación similar a la que tantos equipos de nuestra liga, favorecidos por sus instituciones, han realizado en tiempos de mayor bonanza económica -casualmente bajo el mandato de idénticos partidos políticos- e incluso de no tanta bonanza…

La cuestión es que, por una razón u otra, el tema se va enrocando definitivamente y el Comité Organizador, viendo que las obras del nuevo campo no han comenzado, se empieza a preocupar por las fechas y da un primer aviso a Real y ayuntamiento para que acerquen posturas si no quieren que se empiece a analizar la posibilidad de revocar la concesión de la sede a nuestra ciudad.

Ante esta amenaza, Orbegozo, desesperado le ruega al ayuntamiento que dé la licencia a Zubieta, porque, si no, la Real se queda sin campo y San Sebastián sin Mundial mientras que Alkain se sigue negando y proclama que jamás se hará un campo en Zubieta. Es entonces cuando un Orbegozo que empieza a estar superado por las circunstancias y en especial por esta postura intransigente del ayuntamiento -quizás en parte motivada por no tener el control del club con un hombre de su confianza, cuando no de su militancia, en la presidencia -y a las circunstancias del más inmediato presidente y de todos los que le siguieron nos remitimos para aducirlo- intenta presionar al ayuntamiento y da orden a la empresa constructora para que comiencen las obras.

Se desmonta un trozo del monte en Zubieta y se construyen un trozo de tribuna y rasea y encespeda el campo de fútbol, con fosos y todo. Todo ello sin licencia de obras, lo que hace estallar en ira a Alkain, quien ordena que se pare la obra y amenaza a la Real con acciones legales y con mandar a la policía. La empresa constructora paraliza la obra y durante mucho tiempo, del nuevo campo de fútbol para el Mundial 82 solo se verá una tribuna baja y los fosos.

En ese momento llega el segundo aviso del Comité en el que ya no sólo avisaba sino que amenaza con retirar la subsede a Donostia y concedérsela de urgencia a Valladolid, lo que hace arreciar las entrevistas y los comunicados cruzados en los periódicos entre Orbegozo y Alkain durante meses con unas posturas que empiezan a oscilar entre la intransigencia de Alkain y el posibilismo de Orbegozo, que pide encarecidamente, que ya que no se va a construir en Zubieta -con el consiguiente derribo de su sueño de hacerlo en terrenos propios de la Real con la revalorización patrimonial antes citada- se haga en cualquier otra parte de la ciudad, en el terreno que sea, incluso remodelando Atotxa… que se busque cualquier solución para no dejar pasar esta oportunidad de dotar a ese gran equipo del campo que merecía y necesitaba, pero la corporación, dirigida por el partido de Alkain que tanta carne había puesto en el asador de Bilbao y avalada por unos corporativos de Herri Batasuna que no querían un mundial de España en tierras vascas -aunque no consta que hicieran tales esfuerzos para que no saliera adelante en la vecina ciudad de Bilbao donde quizás todo hay que decirlo, su presencia en el Ayuntamiento no fuera tan signiticativa- se ríe a la cara de nuestro presidente, pidiéndole que sea él quien busque una ubicación, que a buen seguro iba a ser torpedeada por un ayuntamiento que ya actuaba en un plano incluso vengativo con quien había iniciado unas obras sin el correspondiente permiso y al que, por ese “desacato” bien puede decirse que se la tenían “jurada”.

Parecida situación de unión de fuerzas que en la ciudad vecina donde esos mismos responsables políticos (pertenecientes al mismo partido al menos) y por aquellas mismas fechas, tiraban con fuerza de un carro que posibilitó lo que a Donostia se le negó, remodelando un San Mamés por un importe superior incluso a lo que hubiera costado el estadio de Zubieta si le descontamos la infraestructura de transporte … y que hoy es el día en que construye un flamante campo de fútbol a la vera del viejo San Mamés mientras nosotros “presumimos” de ser el único club, junto con un Mallorca -que no es claro que la temporada que viene permanezca en la máxima división- que tiene el dudoso honor de exhibir unas lamentables -por carencia de uso- y refrigerantes, además de incómodas y lejanas, pistas de atletismo… si bien este nuevo agravio tres décadas posterior en el tiempo será analizado en un próximo capítulo.

La cuestión es que, en ese estado de cosas, va corriendo inexorablemente el tiempo desde aquel segundo aviso del Comité en el que amenaza con retirar la subsede a Donostia y concedérsela de urgencia a Valladolid, y aunque sobre la mesa parecía estar un ulterior intento de construir el campo en algún otro lugar, lo cierto es que el pescado estaba ya vendido, la inactividad del consistorio era absoluta ante la desesperación de ese presidente que nos hizo campeones que, ya tocado y con riesgo de hundimiento, ni siquiera buscaba emplazamientos alternativos en la seguridad de que se los rechazarían, y empezaba ya a hablar de “rejones de muerte”.

Así llega llega el tercer y último aviso del Comité. Pone fecha. Si para cierto día de cierto mes, la Real y el ayuntamiento no han llegado a un acuerdo y han comenzado las obras, la subsede y el dinero para un nuevo campo de fútbol se irá para Valladolid. Por cierto, en la ciudad castellana se frotan las manos con el follón y aseguran al Comité que allá­ no habrá "el más mínimo problema".

El final lo sabemos todos… El ayuntamiento, con Alkain a la cabeza, después de muchos días dice que "quizá" se podrá estudiar el emplazamiento de Anoeta (recordemos como era Anoeta entonces: un estadio sin nada, con el bar Xanti al fondo y las vías del topo en superficie) pero la idea se topa con todo tipo de trabas administrativas que el ayuntamiento, en vez de agilizar, se encarga de patentizar en farragosos documentos llenos de burocracia jurásica y finalmente el Comité organizador, viendo que no sólo no hay acuerdo, sino que ayuntamiento y el alcalde no están por la labor, retira la subsede a San Sebastián y la traspasa a Valladolid, donde es recibida con los brazos abiertos.

Ni qué decir tiene que todas las trabas burocráticas existentes en Donostia para llevar a cabo a última hora esa opción de Anoeta, se convierten en trámites ágiles y flexibles en la ciudad de Valladolid, donde construyen su “Nuevo Estadio José Zorrilla” -que hoy puede verse a la entrada de la ciudad, a la izquierda de la A-62- que llega a tiempo para el mundial 82 sin ningún tipo de problemas.

Definitivamente, la sede fue Bilbao, la subdsede Valladolid y el campo de fútbol que se debería haber construido en Zubieta quedó convertido en unas instalaciones de entrenamiento, excelentes eso sí, que debemos al gran presidente D. José Luis Orbegozo y cuyo campo principal llevan su nombre.

Fuera de este patrimonio de entrenamiento, San Sebastián se queda sin mundial en el peor momento económico de su Historia, con un paro del 24 por ciento. Bilbao, por el contrario, experimenta una invasión de ingleses bebedores de todo (incluso de agua de la ría) y de kuwaities. En los hoteles de Bilbao aún recuerdan las propinas de los árabes.

La mejor Real Sociedad de toda su Historia, se vio obligada a seguir jugando en el viejo campo, tardando otros once años mas en mudarse a un estadio con pistas de atletismo y en alquiler, convertida en Sociedad Anónima por todos estos motivos y otros, en una situación que clama al cielo cuando se constata que equipos igualmente arraigados y queridos en sus respectivos territorios e igualmente competitivos en la primera división -si es que a uno de ellos y no hace falta decir cuál se le deja vivir en vez de torpedearle- padecen semejante desigualdad de trato por parte de las autoridades, situación que, a día de hoy, lejos de corregirse, puede decirse que ha aumentado… pero como se ha dicho, ese análisis será objeto de un nuevo capítulo de esta saga de agravios y tratos despectivos de que está llena la historia del recinto futbolístico de este gran club, que este mismo año celebra el centenario de su histórico y añorado campo de Atotxa, campo que vivió los once años restantes hasta el traslado a Anoeta de una manera penosa, con una situación de deterioro galopante, goteras en las tejabanas, hierros roñosos por doquier, inaccesibilidad a los urinarios, incomodidad manifiesta, inseguridad, (quien esto escribe presenció varios partidos desde su localidad de pie en preferencia de Duque de Mandas sin llegar a poner los pies en el suelo, ensartado entre una masa de gente agolpada y que se movía de lado a lado en función del juego y de la necesidad de esquivar las columnas), avalanchas, especialmente en los fondos tras los goles de la Real como la que costó una tetraplejia a un chaval en la preferencia del mercado de frutas tras un gol de Bakero a Osasuna en 1987, creo recordar.

Esto culminó ya en los años anteriores al cierre de Atotxa en una bajada espectacular del número de asistentes a los partidos, como puede verse en imágenes de los primeros noventa, incluso de derbys, porque acudir allí se había convertido ya en un pequeño suplicio, sólo compensado por las tremendas ganas de acudir a animar a este club tan querido y arraigado en nuestro territorio, como pudo comprobarse con el estreno del nuevo campo, en que el número de socios se incrementó, de un plumazo en un 50% de su total, pasando de 12.000 a 18.000 simplemente con el abandono de aquel entrañable recinto futbolístico en ruinas… y que quita de argumentos a quienes, interesadamente, hablan de “muchos huecos libres” en un Anoeta reformado… Eso habrá que verlo… y esperamos vivir para poder contarlo.


ANEXO (Hemeroteca)     
      
CAPÍTULO I


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