La Champions está muy cerca, aunque debemos ir paso a paso. Este fin de semana podemos certificar nuestra presencia matemática en competición europea la próxima temporada. Puede ser aquel en que se cumpla el sueño de una década. Tras el espejismo de aquella inolvidable temporada del subcampeonato, la Real volvió a caer en esa inercia a la que parecía abocada desde la llegada del nuevo siglo, de coquetear con el descenso. Tanto jugamos con fuego que cuatro años después, en 2007, caímos al precipicio.
El via crucis por Segunda División estuvo marcado por momentos de máxima fractura social. Nuestro querido equipo parecía desangrarse deportiva y económicamente. El durísimo episodio de Vitoria acrecentó más la maldición que parecía haber caído sobre el club. Pero la Real es grande y en 2010, de la mano de Martín Lasarte, regresó al lugar que nunca debió perder. Poco a poco se fue confeccionando un equipo basado en la cantera con un futuro ilusionante y los aficionados anhelábamos que se diera ese salto de calidad que necesitábamos para que las heridas del pasado quedaran definitivamente cicatrizadas.
Martín cumplió con el objetivo marcado, y dio paso a Philippe Montanier, que en su primer años no estuvo a la altura de las circunstancias en una temporada que resulto de transición y aprendizaje. Y llegó el curso 2012-2013. Las cosas no pudieron empezar peor y en la jornada 11, nuestra Real ocupaba la zona de descenso a Segunda División. La afición, sabedora del potencial que atesoraba este equipo, clamaba contra el entrenador francés.
Parecía que la mediocridad volvía a instalarse en el club txuri urdin, y Montanier volvía a estar en la cuerda floja. Sabedor de esto, cambió su esquema y dejó atrás los experimentos. Tras interminables meses y dos campañas con el equipo instalado en la parte baja, entendió que debía de adaptarse a las características del mismo, y no al revés como había hecho hasta entonces Y los resultados llegaron de inmediato. De la mano, entrenador y plantilla fueron creciendo juntos de una manera vertiginosa, escalando puestos semana tras semana. Un salto que, ahora sí, había llegado. Exhibiéndose jornada tras jornada, el cuadro blanquiazul lleva toda la segunda vuelta imbatido, siendo el primer equipo que doblegó al FC. Barcelona tras precísamente no haber conocido la derrota en la primera mitad del curso, hincando la rodilla en Anoeta en el primer partido de la segunda vuelta. La Rosaleda, Mestalla, San Mamés, El Calderón, Vallecas... todos fueron tomados. Y en Anoeta exhibiciones frente al Rayo, Barça, Betis, Valladolid, Málaga y Valencia.
En esta tesitura llegamos a esta jornada 34, en la que la Real tiene su primera oportunidad de lograr matemáticamente clasificarse para Europa después de 10 años si vence al Getafe de Luis García. Si el Rayo pierde el domingo en Zaragoza también tendrá asegurada la Europa League. Si no, será suficiente con repetir el lunes lo que hagan los vallecanos en tierras mañas, para garantizar que, pase lo que pase en las últimas cuatro jornadas, la Real jugará competición europea en la temporada 2013-2014.
Jugar en Europa es el sueño que todos los realistas que nacimos a principios de los 80, tenemos en nuestro corazón. Recordamos cómo en nuestra infancia disfrutamos de eliminatorias ante Dukla Praga, Sporting de Lisboa, Colonia, Stuttgart, Lausanne, Partizán de Belgrado,Vitoria Guimaraes, Spartak de Praga, Atlético de Madrid…
Veíamos como algo habitual y cercano a nosotros que la Real viajase por Europa paseando el nombre de San Sebastián y Gipuzkoa por el Viejo Continente. El sueño de una década está a punto de cumplirse, y curioso resultará que, diez años después, regresemos a una competición continental, de nuevo, por la puerta más grande, la Champions League. Pero vayamos poco a poco y aseguremos primero la Europa League derrotando al Getafe.
Europa nos espera y ha llegado la hora de asegurar un billete a ese universo europeo en el que nacen los sueños futbolísticos más deseados.
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