viernes, 12 de julio de 2013

Y AHORA SÍ, EL JUICIO A LA SALIDA DE ILLARRAMENDI

Se acabó. Asier Illarramendi ya no es jugador de la Real y ha puesto fin a una etapa inesperadamente breve. 56 partidos, 50 en Primera, uno en Segunda y cinco en Copa del Rey. Y ahora sí, ya con casi todos los elementos de juicio sobre la mesa y no en el maremagnum de rumores, intoxicaciones e invenciones de la última semana, toca evaluar todas las consecuencias y razones de este caso. Que son profundas. Lo primero que es evidente, pero quizá por eso conviene recalcarlo, es que Illarra deja la Real porque quiere hacerlo. Sin eso, nada de esto habría sucedido. Absolutamente nada. Y eso merece todo el respeto del mundo. Cada persona es dueña de sus decisiones y de sus ambiciones. En este caso concreto, es evidente que el Real Madrid ofrece más que la Real a nivel deportivo y a nivel económico, y si el jugador considera que su carrera profesional debe seguir ese camino, tenía en su contrato la forma de seguirlo: la cláusula de rescisión.

Pero eso no quiere decir que valore positivamente la decisión de Illarra o las formas en que ha llegado su adiós. No lo hago. Ni mucho menos. Y me explico. Se habla de ofertas irrechazables, de oportunidades únicas. Lo siento, pero no creo en esas expresiones. El último que habló en Zubieta de trenes que sólo pasan una vez en la vida fue Xabi Castillo y ahora está firmando por Las Palmas mientras la Real juega en un mes competiciones europeas. Puede ser un ejemplo exagerado, pero hay que valorar las cosas como son, y eso pasa por tener prioridades en la vida. Cada uno tiene las suyas. Y cualquiera de las dos respuestas posibles a una oferta es respetable, pero a todas se les puede decir que no. Muchos han dicho que no a ofertas. Puede que no tan cuantiosas económicamente como la que ha recibido Illarra, pero si él hubiera querido seguiría siendo jugador de la Real y ganando mucho dinero. Menos, pero mucho.

Illarra se ha equivocado en dos cosas. La primera, su renovación. La segunda, sus manifestaciones públicas. No seamos ingenuos. El Real Madrid ya preguntó por Asier Illarramendi en el verano posterior al regreso a Primera, sin haber debutado en la máxima categoría, y en un pack del que formaban parte Iñigo Martínez y Rubén Pardo. Sin ánimo de descalificar al ya jugador madridista, hay que ser muy ingenuo o muy tramposo como para pensar que esa llamada no se iba a repetir en algún momento, y más del impresionante ejercicio que hizo en la Real y con la clasificación final del equipo. En esa tesitura, no parece entonces muy elogiable negociar un contrato hasta 2018, el último que firmó con la Real, sabiendo que vas a aprovechar esa oferta "irrechazable" en cuanto llegue o proclamar a los cuatro vientos que sólo te ves con la camiseta de la Real, que quieres jugar aquí toda la vida, que ojalá Xabi Alonso vuelva para jugar con él y tantas otras cosas. No. Basta ya de engañar a la gente y de jugar con sus sentimientos.

De esta forma, la salida de Illarramendi daña la ilusión que mueve el fútbol, la del aficionado. ¿Cómo creer al próximo canterano que proclame amor eterno a la Real si un chaval de 23 años del que nadie se esperaba una salida así se ha marchado justo cuando arrancaba la temporada más ilusionante para el conjunto txuri urdin en una década? Xabi Prieto siempre habló de esa fidelidad y pasaron años antes de que alguien le creyera, entre rumores de precontratos con el Athletic y otras ofertas, pues el daño que hicieron salidas anteriores como la de Joseba Etxeberria estaba muy presente en el ánimo del aficionado. ¿Cómo ilusionarse con el próximo canterano que despunte si ni siquiera jugar la Champions League con la camiseta txuri urdin es capaz de disuadir a un jugador tan joven de la idea de que la oferta del Madrid es "irrechazable"? Y lo que es peor: ¿cómo explicar a un chaval que juega en la cantera de la Real que lo más ilusionante es vestir la camiseta txuri urdin?

A Illarra le ha faltado claridad para explicar a la gente, a la que ha sido su gente desde que su nombre comenzó a ilusionar desde las categorías inferiores de la Real. Porque o bien eran mentira sus fidelidades proclamadas al escudo (que las proclamó, aunque hoy insinuara que la prensa saca de contexto o malinterpreta sus palabras) o bien simplemente eran el mensaje que tocaba dar por propio interés y no por sentimiento. Las dos son opciones que entristecen. Cuando el Barcelona llamó a la puerta de Kodro, era evidente que iba a aceptar la oferta por los mismos motivos por los que Illarra aceptó la del Madrid. Pero, en una época en la que no había tantas posibilidades de comunicación, se encargó de dejar claro que la transacción tenía que ser positiva para la Real. Bravo, por citar un ejemplo más actual, jamás ha ocultado que una oferta de un grande le llevaría a intentar dejar la Real, y su honestidad ha sido siempre agradecida por la mayor parte de la afición. Con Illarra el bofetón ha sido inmenso, porque además es canterano. No es el primero que daña así la ilusión txuri urdin, a veces más respetada por quien viene de fuera.

Pero este asunto va mucho más allá. El fútbol está muriendo y lo único auténtico que le queda está en la gente. Recordémoslo la próxima vez que un futbolista manipule, con o sin razón, los sentimientos de un aficionado. Aperribay lo dijo en la rueda de prensa que sirvió para despedir a Illarra, estamos condenados a que los jugadores se vayan. Ya no bastan una economía saneada, la opción de estar cerca de los inalcanzables o el sentimiento de afecto a un equipo. Y por eso era tan importante que el Real Madrid no consiguiera rebajar el dinero fijado en la cláusula. Da un poco igual que se hayan negociado condiciones, eso no empaña en absoluto el acertado papel en esta historia de Aperribay (a quien, no obstante, habría venido bien salir a la palestra cuando arrancó este asunto, porque su tardanza ha motivado durísimos juicios de valor en su contra de los que no escapará fácilmente), porque lo que no se puede hacer ya es poner alfombras rojas.

Aperribay dio la clave: para sacar rendimiento deportivo a un jugador joven, incluso si el destino irremediable es que acabe en otro lugar, es que las cláusulas sean mayores al comienzo de su carrera. No creo en eso, y lo digo abiertamente. Pero las ventajas económicas y de otros ámbitos que tienen equipos como el Madrid y el Barça obligan a estas soluciones. No creía en el derecho de retención, pero es lo que permitió que la Real fuera campeona de Liga, y no creo en las cláusulas de rescisión, pero es lo que nos hizo campeones de Copa. El futuro exige medidas adicionales, aunque no creamos en ellas. Todo eso y un compromiso de los grandes jugadores superior al que ha mostrado Illarramendi ahora (que, por cierto, ha firmado con el Madrid un año más de lo que firmó con la Real). Lo que no me ha gustado es la comprensión con su caso que mostraron tanto el presidente como el director deportivo, Loren, compareciendo junto a él ante la prensa. No lo hicieron con Montanier, que en absoluto es santo de mi devoción, pero hoy sí han estado allí. Ese mensaje es peligroso y puede pasar factura, sobre todo si el equipo no es capaz de encontrar soluciones a la ausencia de Illarra en el arranque de la temporada.

El fichaje de Illarramendi es un durísimo mensaje a quienes creen en la cantera. Cantera no significa criar a los jugadores para que se los lleven los grandes, aunque eso pueda suceder en algún caso. Cantera significa forjar un equipo con chavales a los que les has inculcado un sentimiento de pertenencia, un amor a una camiseta, un orgullo al vestirla. Si todo eso se esfuma a las primeras de cambio, por importante que sea la oferta que reciba, ¿qué tiene de especial el trabajo de cantera? A mí no me va a quitar la ilusión que alguien se vaya, se llame Illarramendi o se llame como se llame. Pero los efectos de su salida todavía se verán durante mucho tiempo. A lo que hay que encomendarse es a que no se sigan viendo este mismo verano, porque en caso contrario sí se podría convertir en un rejón de muerte a la ilusión de esta temporada y del futuro.

Al Real Madrid no le reprocho absolutamente nada, pues dejando al margen esa absurda regla de no poder negociar con un jugador hasta seis meses antes del final de su contrato (vox populi es que no se respeta), su comportamiento ha sido lógico y hasta elogiable. Hay un jugador que mejora lo que tiene, joven y prometedor. Lo quiere e intenta ficharlo, convenciendo primero a sus agentes y después hablando con su club de pertenencia. La única responsabilidad que tiene el Madrid en la parte negativa de este asunto está en la inagotable cantera de voceros que tiene y, en el sentido que sea, consiente. Son ellos más que el club los que generan antimadridismo. Y además, hay que decirlo, con razón. La prepotencia con la que hablan de ellos mismos y el desdén con el que tratan a los demás merece el más absoluto desprecio de las aficiones que no contamos con su beneplácito y tendría que recibir una respuesta igual de quien sale beneficiado. Esa será la gran revolución que algún día tendrá que acometer un presidente del Real Madrid o del Barcelona, acabar con la despreciable caterva de voceros interesados que desdeñan a los demás desde su pedestal.

Illarra ya es pasado. Hay quien cree que no va a triunfar en el Madrid, pero yo no me encuentro entre ellos. Es muy bueno y, aunque nunca se sabe que nos deparará el futuro, estoy convencido de que va a triunfar con la camiseta blanca. Eso no me producirá ningún tipo de emoción, como sí me la causó por ejemplo, y no tengo problemas en reconocerlo, el éxito de Xabi Alonso vistiendo de rojo o de blanco. Porque mientras Xabi Alonso salió principalmente porque la Real necesitaba el dinero, Illarra se va sobre todo porque ha querido irse y sin completar la ilusionante obra que comenzó hace algo más de dos años. Y digan lo que digan quienes defiendan la operación, sin sentimiento no hay fútbol que merezca la pena. Illarra, aún con lágrimas en los ojos, ha aniquilado una parte importantísima de esa ilusión, y todo el mundo, especialmente quienes dicen que todos haríamos lo mismo en su situación (no, no lo haríamos) o de los colores que defiendan, tiene que entender la inmensa e irreparable decepción que sentimos los que vemos a la Real como algo más que un pasatiempo de fin de semana.

Más información y artículos en Corazón Txuri Urdin.


1 comentario:

Vinatxo dijo...

Por lo menos cierran marcatv..unos perros menos que aguantar

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