Hemos intentado buscar un hálito de esperanza para encarar esta temporada con optimismo. Supimos comprender la goleada recibida en Barcelona y nos ilusionamos con la victoria ante el Celta. Pensábamos que esta temporada la podíamos enfocar por fin con la esperanza de llegar lejos pero las desalentadoras sensaciones de anoche nos han vuelto a llevar a la conclusión de que la vida sigue igual: seguimos teniendo a un entrenador que es capaz de desconcertar al más paciente de los aficionados y unos jugadores que fuera de casa pecan de una incapacidad que hace imposible soñar con dar un vuelco histórico a nuestro mediocre presente.
Comenzó bien el encuentro. Los primeros 10 minutos fueron de un apabullante dominio territorial de la Real. Los nuestros salieron con fuerza y embotellaron al Mallorca en su área. Noventa segundos después del pitido inicial, Agirretxe tuvo en sus botas adelantar a la Real a la salida de una falta pero su remate salió desviado. La Real tenía el control del balón, forzaba varios corners y centraba con cierto peligro al área rival.
Pero ese chip se apagó pronto. La Real se desconectó del partido y el aburrimiento se convirtió en el rey del envite. El Mallorca sin hacer nada del otro mundo comprobó que la Real no era tan fiera como lo pintaban, aunque sus acercamientos se limitaban a meras escaramuzas. Sin embargo, los últimos cinco minutos fueron el preludio de que lo que ocurriría en la segunda parte. Victor Casadesús y Anderson Conceicao avisaban con dos ocasiones claras.
Al descanso, 0-0 y muchos bostezos en la grada y en los que veíamos el partido en la pequeña pantalla. Tras la reanudación, la Real descaradamente pareció hacer un pacto con el aburrimiento. El objetivo de los nuestros se limitaba a que pasaran los minutos y que el hastío general hiciera desembocar el partido al 0-0 inicial y a un gratificante punto en el casillero.
Pero desgraciadamente el Mallorca se cansó de ser la comparsa de una farsa y se decidió a ir a por el partido. Pereira y Alfaro comenzaban a hilvanar jugadas por las bandas, aprovechando el desbarajuste defensivo de una Real en la que seguía existiendo muchas distancias entre las líneas. Montanier por su parte, a lo suyo, no sabe no contesta. Mientras vayamos empate, no hay problema aunque para que el respetable que me está viendo por televisión no se enfade, saco a Griezmann a pesar de que estemos ya en el minuto 69.
Un remate espectacular de Pereira salía lamiendo el poste de la portería de Bravo. Definitivamente, la Real estaba siendo desbordada. Y en el minuto 75, llegaría el gol de Mallorca en un gran cabezazo del ex realista Victor Casadesús que se aprovechó de un pésimo marcaje de Alberto De la Bella. Gol del Mallorca y suenan las sirenas. La Real despierta de su letargo e intenta en los últimos quince minutos corregir todos los males ganados a pulso por su conservadurismo.
Lo que más duele es que una vez más, la Real demostró que sólo sabe navegar a contracorriente. En ese cuarto de hora final, generó varias ocasiones de peligro. En el 78, Xabi Prieto no acierta a batir a Auoate con todo a su favor, en el 85, Agirretxe dispara a las nubes en buena posición y en el descuento, Ifrán dispara con intención una falta y el balón sale limando el travesaño de la portería del guardameta mallorquinista. No hubo tiempo para más. El Mallorca ganaba 1-0 sin jugar un buen partido pero aprovechándose de la irregularidad de una Real que sólo existió en los compases iniciales y finales del partido.
Lo ocurrido anoche para mí ha supuesto una gran frustración. Tenía muchas esperanzas en que la Real nos ofreciese una versión distinta a lo que ha solido demostrar fuera de San Sebastián desde su regreso a Primera, pero no fue así. Este equipo adolece de unos males endémicos que mucho me temo le pueden volver a condenar a una temporada de vaivenes viajando en una peligrosa montaña rusa. No quiero volver a despotricar contra Montanier pero el tiempo pasa, y el francés no termina de cuajar.
Ayer por razones desconocidas que solo él comprende dejó en el banquillo a Griezmann, sin duda el jugador en mejor forma de nuestra Real. Por otra parte, su obsesión en confiar en Markel Bergara, y en jugar fuera de casa con el famoso trivote sacrificando a un hombre arriba, su falta de confianza en un jugador como José Angel que ha venido con vitola de estrella pero que de momento se ve en la imposibilidad de entrar en el once inicial por la presencia de De la Bella son cosas que no logro comprender.
Pero la vida sigue igual, no sólo para Montanier, sino para los jugadores en general. Ha pasado un año y los jugadores siguen bajando varios peldaños en su nivel cuando juegan sin el calor del público de Anoeta. Queda toda la liga por delante, pero las sensaciones de anoche me dejaron un amargo sabor de boca. Queda mucho camino por recorrer para alimentar nuestros sueños y aunque los que queremos a la Real deseamos de todo corazón que llegue ese momento, si los verdaderos protagonistas de esta función no ponen su granito de arena para ello, no queda más remedio que volver a agachar la cabeza y deambular como actores secundarios en esta película.
Mallorca no ha sido la isla del miedo para la Real. Ni miedo, ni terror, ni pánico ni nada parecido. Para nuestros jugadores Mallorca es la “isla de la comodidad”. Un lugar paradisíaco en el que pasar un buen día, hacer la visita de rigor al estadio, disputar 90 minutos con una palpable indolencia, irse de fiesta con Nsue al acabar el partido, y todos a casa cantando “será maravilloso viajar hasta Mallorca”. Pero de jugar a fútbol nada de nada. Y mientras tanto los aficionados sufriendo en la pequeña pantalla. Mañana será otro día. Por hoy, ha sido suficiente...
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