Los últimos acontecimientos no invitaban a creer en la machada. Precedía una semana letal, con el empate de Valladolid, la derrota en Córdoba y el remate final con tropiezo ante el Espanyol en casa. Y se visitaba al equipo de moda en el continente, que, para más inri, ¡había perdido su anterior compromiso ante sus fieles! El tufo a chamusquina alcanzaba hasta el más recóndito lugar de la provincia. La lógica, esa que aunque nos empeñemos, no existe en el fútbol, nos encaminaba al mismo sitio, a la derrota ante el Málaga. Pero, hete aquí, volvió a aparecer el equipo que anhelábamos tanto, que mostró muchas de sus virtudes y que fue como el garrote vil para los enemigos del centro del campo hacia delante. Ya era hora.
El run run no se hizo esperar. Minutos antes del comienzo del partido, cuando se hicieron oficiales las alineaciones, debo admitir que no dudé en tildar de loco a Montanier, al más puro estilo Obélix. “¡Están locos estos romanos!”. Una alineación ultra ofensiva, con futbolistas que tienen calidad por arrobas. ¿Quién iba a defender? Los noventa minutos dieron la respuesta. Todos. La Real fue un equipo en mayúsculas, conjuntado, unido y que explotó sus virtudes a las mil maravillas. Todo, a pesar de que volviera a encajar un gol en un desajuste defensivo de patio de colegio que, algún día, confiamos en que sepan resolver.
Para algunos, la ‘flor’ de Montanier no tiene fin. En los momentos más delicados, hay algo, hay alguien, que le salva los muebles. Y el triunfo sirve de aspirina ante los tres partidos consecutivos que llegan en Anoeta y que pueden servir de anestésico definitivo. El técnico galo y los suyos ganarían mes y medio de tregua. Pero como diría el montañero, no nos precipitemos. Anticiparse a los acontecimientos tiene mucho riesgo y quien considere que derrotar al Rayo y a Osasuna en Liga y eliminar al Córdoba en Copa va a ser tarea sencilla, no puede estar más equivocado. No obstante, es el momento. Aprovechando la oportunidad y sacando seis puntos, el golpe de efecto sería muy importante. Hay que centrar todos los esfuerzos en ello ya que puede suponer un antes y un después tanto para la plantilla como para la afición, que a poco que le ofrezcan, vuelve a ilusionarse como al comienzo de la temporada. Malísima señal sería volver a defraudarle. Pues eso, al lío, que no se diga.
Balsa de aceite
La Junta General de Accionistas del miércoles se esperaba igual o, si cabe, más tranquila que la última. Nada atractiva e informativamente hablando, sin ninguna novedad. Al margen de la denominada “atomización” de las acciones del club txuri urdin, que no es tal y que nos daría para debates mucho más amplios, no había duda ninguna de que la gestión de Jokin Aperribay y su Consejo de Administración iba a ser ratificada por, casi, la mayoría absoluta de los asistentes. El trabajo que están realizando es bueno, se ha volteado la situación económica y la gestión de renovaciones casi impoluta. Al César lo que es del César. Hay factores con los que podremos estar de acuerdo o no, pero el balance global no puede dejar de ser positivo por ello. La victoria ante el Málaga, claro, también ayudó para que en los “Ruegos y Preguntas” no hubiera apenas críticas. Una balsa de aceite.
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