A pesar de experimentar varias relaciones de amor exitosas, no seré yo quien se atreva a dar la pócima mágica para que estas relaciones sean duraderas y felices, más que nada porque no la tengo.
No descubro nada nuevo al comentar la importancia de tres factores esenciales en toda relación de amor:
Aprender a dar y recibir. Una relación sana implica un “toma y da” entre ambos miembros de la pareja, en vez de consistir en cuánto puede obtener una persona de otra o cuánto puede dar una persona a otra.
Expresar sentimientos. Una relación afectuosa y de apoyo permite expresar detalles personales —como preferencias y aversiones, sueños y preocupaciones, momentos de orgullo, decepciones, miedos y puntos débiles.
Escuchar y apoyar. Cuando dos personas se importan, se apoyan mutuamente cuando se sienten vulnerables o tienen miedo. No se hacen de menos o se insultan, incluso cuando discrepan.
Después de un inicio de mucha pasión, la relación comienza a ser más tranquila, sosegada y corre el riesgo de convertirse en monótona y aburrida. La capacidad de todavía sorprender a tu pareja es esencial para que esa relación siga viva y sea tan excitante como al principio.
Mi semana estaba siendo realmente dura. Problemas en el trabajo, necesitaba un estímulo, una alegría y un empujón pero uno de mis amantes (el más duradero, el eterno) me estaba fallando. Y la verdad sea dicha había perdido mi confianza en él: ya no me atraía, nuestra comunicación era prácticamente nula, no me escuchaba y no hacía más que defraudarme y fallarme.
Pero es un buen amante, y cuando menos me lo esperaba volvió a sorprenderme y consiguió avivar la llama una vez más. ¿ Qué hizo? Lo que mejor saber hacer: mirarme a los ojos y volver a conquistarme.
Triste y llorosa me senté en el sofá sin ningún tipo de esperanza, escéptica sospechando que mi amante volvería a fallarme y yo seguiría en mi estado depresivo. Pero, como muchas otras veces, me equivoqué. Al ver cómo disponía esa noche supe que algo distinto iba a suceder.
Triste y llorosa me senté en el sofá sin ningún tipo de esperanza, escéptica sospechando que mi amante volvería a fallarme y yo seguiría en mi estado depresivo. Pero, como muchas otras veces, me equivoqué. Al ver cómo disponía esa noche supe que algo distinto iba a suceder.
Mi amante había decidido portarse como un campeón y me regaló un revolcón en el primer minuto del partido. La llama volvía a encenderse.... ¿ qué más voy a contar? Volvió a ser aquel de otras tardes-noches excitantes. Después de 90 minutos de pasión desenfrenada, me conquistó, fue capaz de avivar nuestra relación y yo me animé y volví a jurarle amor eterno.
Evidentemente, no todo se arregla con un buen “sábado noche”, y mi amante tendrá que demostrarme que realmente quiere una relación conmigo. No me engañará con una cena a la luz de las velas y una velada romántica. Había perdido mi confianza en él y para recuperarla tendrá que conquistarme una vez más (A pesar de las faenas que nos hace la suegra, Montanier).


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