viernes, 19 de abril de 2013

OCÉANO BLANCO Y AZUL

“Individualmente somos una gota, juntos somos un océano”. El poeta japonés Ryunosuke Satoro no pudo resumir, en una sola frase, la trascendental importancia de saber extender del “yo” al “nosotros” en muchos aspectos de la vida. El deporte, no es una excepción, todo lo contrario.

No quiero que esta cita se entienda únicamente en el ámbito exclusivamente de equipo, de vestuario. Es evidente que un único futbolista, sólo él, por muy bueno que sea, no puede lograr los mismos éxitos que si es acompañado por otros que, seguramente son peores que él, pero que a su lado le hacen, aún, mejor. Me gustaría que fuéramos capaces de extender el concepto e incluir a todo aquello que forma el denominado entorno. Sí. Es lo que pretende ser este artículo. Una oda a la afición de la Real. Ni más ni menos.

De un tiempo a esta parte la afición de la Real venía siendo maltratada por el mundo. Estaba dejada de la mano dios por Consejos y consejeros que saltaron de un barco a la deriva para salvarse ellos, sin preocuparse de los que trataban de sacar el agua con cubos, en un esfuerzo titánico e infructuoso. Estaba dejada de la mano de dios por las instituciones y poderes fácticos que lo único que han querido siempre ha sido gobernar el club, más allá del verdadero sentimiento, del alma txuri urdin que poseen la inmensa mayoría de los que abarrotan Anoeta cada quince días. Estaba dejada de la mano de dios, incluso, por algunos futbolistas, egoístas, incapaces de tener un mínimo detalle de coste cero para ellos en algunas situaciones inexplicables. El sufrimiento ha sido enorme, pero la afición no ha claudicado, nunca, y ha estado a las duras y a las maduras, tragando bilis. Hubo momentos de fractura social que a punto estuvieron de hundir a la Real. No hay mayor fortuna para un club que la fidelidad de los suyos.

Atrás han quedado estampas como la de futbolistas realistas desviviéndose por sacarse una foto con sus hijos y con los futbolistas del Barcelona tras una derrota que dejaba a la Real con pie y medio en Segunda. La ilusión es joven y Real. El fin de semana pasado, el sábado concretamente, anterior a la cita de Vallecas, una numerosa chavalería inundaba las campas de Ulía. Quince de ellos lucían la elástica txuri urdin. Sólo dos la blaugrana. Algo está cambiando y ya era hora.

Vigo, Vitoria, Cádiz… Vallecas fue el otro día escenario de una nueva lección magistral de una afición a la que, ahora, le toca sonreír. La vuelta de tuerca dada en el club con respecto a la figura de los aficionados es evidente. El mensaje, desde la punta de la pirámide hasta los bajos fondos es nítido, nadie se sale del camino marcado: sin la afición no somos nada. El “no se desunan” de Lasarte llevado a su máxima expresión. Lo que va a hacer que, con una pizca de suerte, veamos a nuestra Real, después de diez años, compitiendo en la Champions League. Un océano blanco y azul. Maravilloso.

La margarita de Monty

La excepcional marcha del equipo esta temporada y las posibilidades de clasificarse para la Champions en una recta final de campeonato apasionante que se avecina es lo que más preocupa y ocupa a los seguidores de la Real. Sin embargo, hay una cuestión que, cada vez más, empieza a estar en los debates de la calle. “¿Por qué no ha renovado todavía Montanier?”. Algunos dicen que si no ha renovado ya es porque no va a seguir. Otros que nada de eso, que ya ha dado el Ok, pero que no se va a hacer oficial hasta el final de Liga. La gente quiere saber. ¿Hay razón para retardar la comunicación oficial de la decisión?


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