Condenados a sufrir. Alguno se las
daba muy feliz. Incluso algún optimista exagerado pensaría en Europa. La lógica
invita a pensar que la Real va a enlazar tres derrotas consecutivas –aspirar a puntuar
en el Bernabéu no puede ser sino un sueño, una quimera- y será después, cuando
sólo falten nueve partidos para el final de Liga, cuando se jugará las
habichuelas. El objetivo, por supuesto, la permanencia. Cuál si no.
Y el objetivo no puede ser otro,
primero, porque la plantilla es la que es y porque ante equipos bien
trabajados, tácticamente muy correctos y con unas gotas de calidad arriba sufre
y, generalmente, pierde. Como el miercoles. Ni los futbolistas ni Montanier encontraron
soluciones. Y, segundo, porque, otra vez, quedó a las claras que los árbitros
le tienen la consideración de club menor, al que menosprecian un día sí y otro
también. El penalti de Iñigo parece de chiste y la expulsión de Elustondo una
broma de mal gusto. El que Manu Sarabia admitiera, en la tele, que ni era
penalti ni era expulsión, es el ejemplo más claro para certificarlo. Enésima
tomadura de pelo. Una vergüenza. Ni los rivales nos respetan, ni los árbitros
nos respetan. Mala señal.
1 comentario:
Pues si no nos respetan tampoco nosotros deberíamos respetarles como lo venimos haciendo todos los años. Así se darán cuenta los responsables y tomarán medidas porque esto va camino de generar violencia dentro del futbol español.
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