viernes, 14 de diciembre de 2012

LA LEY DICTATORIAL

En el último suspiro. Parecía estar todo encaminado a una derrota por la mínima, en casa, de las que duelen, con un gol en las postrimerías del encuentro y ante un buen rival, correoso y peleón, pero que no merecía llevarse tan goloso premio. Pero la Real tuvo fe. Y me quedo con eso. Cualquier otro día el equipo hubiera bajado los brazos y, cabizbajo, hubiera permitido que el partido agonizara, incluso, en su propia área. Esta vez no. Los jugadores sacaron fuerzas de flaqueza para realizar un último intento que terminó con el consabido testarazo de Carlos Martínez, que besó las mallas de Moyá. Se rebeló ante la injusticia y si bien no merecía sumar los tres puntos, peleó hasta el último instante para defender ese punto que debía ser, y finalmente fue, suyo.

Sumar en partidos como los del otro día es clave. Seguramente, será un punto del que nos acordaremos a final de temporada. Supone mantener la racha de cinco partidos consecutivos sin perder y eso, anímicamente hablando, tiene su peso en oro. Es la ley dictatorial del casillero. La lectura del encuentro hubiera sido muy diferente de haber perdido. Y hay que relativizar. El Getafe puso en aprietos el conjunto txuri urdin, pero más que nada cuando no tenía la pelota, es decir, su estrategia fue ahogar la fuente de alimentación realista en el centro del campo para que no pudiera aprovechar su velocidad a la contra hacia arriba, con ese ataque demoledor que, eso sí, echó en falta a un Vela que, sancionado, tuvo que presenciar el envite desde la grada. Pues sí, en esta ocasión el tópico es acertado, cuando no puedes ganar, empata.

Me queda, no obstante, un pequeño sabor amargo. Esa sensación, nuevamente, de oportunidad perdida, de tren que sigue su camino sin que nos montemos en él. Tras los dos triunfos a domicilio, la ocasión se presentaba pintiparada para, con una victoria, situarse en los altares y, quién sabe, haber dormido en puestos europeos, tan lejanos e inaclcanzables en los últimos tiempos. No pudo ser. Y así como esta Real de Montanier nos está acostumbrando a levantarse en el momento más crítico, cuando el técnico más lo necesita, lamentablemente también lo está haciendo a la hora de desperdiciar la oportunidad de dar un golpe en la mesa y aprovechar el momento de encalomarse a los puestos nobles de la clasificación. Queda mucho por delante, muy cierto, pero no lo es menos la necesidad de la afición de disfrutar con el equipo y de agarrarse a ese clavo ardiendo de saborear éxitos que, por desgracia, están en las antípodas. Coger el periódico y haber visto a la Real sexta hubiera sido un subidón. Independientemente de que hubiera sido flor de un día.

Restan visitar al Granada, donde las aguas bajan revueltas y el futuro de su técnico, Anquela, pende de un hilo, y recibir al Sevilla del también cuestionado Míchel en Anoeta para cerrar 2012. Cómo pasa el tiempo. Dos barricadas, o dos oportunidades, por qué no, para dar un paso al frente y comenzar 2013 con un objetivo más ambicioso. Veremos si el equipo acepta el reto o no. La ley dictatorial pondrá a cada uno donde lo merece.

Con dos bemoles, Charly

Cuando suceden cosas como las del otro día, en el que un tío como Carlos Martínez se convierte en héroe, por accidente, uno se alegra. Lógicamente por lo que supone para el equipo, pero también por lo que supone para el futbolista. Es de esos jugadores que generan simpatía en la grada. Porque no hay un día que no ponga todo de su parte por el bien del grupo. Será mejor o peor, tendrá más o menos calidad, pero, desde luego, le echa dos bemoles en cada envite. Una característica que debería darse por hecha, que se presupone inerente al profesional del fútbol, pero que, en la realidad, y estamos curados de espanto, no es así.



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