En el fútbol, al margen de análisis interesados, hay un continuo enfrentamiento entre los optimistas y los pesimistas. Entre los que ven la botella medio vacía y los que la ven medio llena. Probablemente, es la circunstancia que provoca más debates y genera discusiones que convierten el fútbol en el apasionante deporte que tanto nos enamora. Si aplicamos la teoría de los vasos comunicantes a la temporada que lleva la Real, hay dos aspectos dignos de analizar. El conjunto txuri-urdin finaliza la primera vuelta con 26 puntos, una marca que le sitúa lejos de la amenaza del descenso y que le coloca entre los diez primeros, a solo cuatro puntos de los puestos que dan acceso a Europa, si se tiene en cuenta que el Málaga no podrá acudir por sanción. Por este lado todo bien, sobre todo si comparamos los resultados de este siglo y tenemos en cuenta que el equipo sufrió una crisis peligrosa hace un par de meses. Por el contrario, la sensación que tenemos muchos es que los de Montanier se han dejado por el camino demasiados puntos. No es normal que haya triunfado en dos estadios de Champions, la Rosaleda y Mestalla, y haya firmado brillantes actuaciones en Anoeta contra Athletic, Rayo y Sevilla, y que, sin embargo, no haya sido capaz de ganar a ninguno de los últimos cinco clasificados. Es más, en esos cinco duelos solo ha conseguido un gol, precisamente el que anotó Vela el domingo ante el Depor.
La Real cerró la primera vuelta con decepción y eso, en el fondo, es algo que habla bien de su potencial. Su entorno ya se ha convencido de que la plantilla cuenta con una fortaleza suficiente como para meterse de lleno en la lucha por los puestos europeos. Ahora solo falta que se lo crean los jugadores. Aunque algunos de ellos comienzan a animarse un poco con el mensaje, lo cierto es que en muchas ocasiones al equipo le falta el poso necesario para serenarse, no pecar de impaciencia y plasmar a fuego lento su manifiesta superioridad ante muchos de sus rivales.
Esto fue, principalmente, lo que le volvió a pasar el domingo. La Real cuenta con más nivel que el Deportivo y tenía que haber ganado el duelo, pero no lo consiguió. Las bajas provocaron que Montanier tuviera que cambiar a cinco jugadores con respecto al once que saltó al Bernabéu. Es más, Bravo y Carlos Martínez jugaron con peligro de recaída y, pese a que entró en la lista y llegó a calentar, Zurutuza no estaba en condiciones de salir al no haberse recuperado del todo de la gastroenteritis. Con una defensa de emergencia, a los locales les costó bastante entrar en el encuentro. Los dos primeros acercamientos fueron de los gallegos, que sabían que el hecho de que varios de sus rivales tuvieran que asentarse en los primeros minutos jugaba claramente a su favor. Zé Castro probó suerte de cabeza en un córner y un disparo de Pizzi, que pronto confirmó que era la principal amenaza, se marchó cerca del palo. El primer destello de Vela, con una vertical conducción y una apertura a banda, se saldó con un flojo disparo de De la Bella en el rechace cuando lo más fácil era marcar a puerta vacía.
Pese al regreso de Illarramendi, probablemente el futbolista clave para el buen funcionamiento del bloque, a la Real le costó mucho hacerse con el control del choque. Su juego siempre careció de continuidad y de pausas. En las últimas semanas hay jugadores que se precipitan al abusar del primer toque, lo que muchas veces se convierten en pérdidas en zonas peligrosas y susceptibles de contragolpes.
Domingos Paciencia no solo demostró que había trabajado mucho con sus jugadores, sino que tenía perfectamente estudiada a la Real. Su táctica consistió en impedir que la pareja Illarra-Pardo recibiese cómoda y su jugada maestra fue que cada subida de Carlos Martínez fuese respondida a continuación por una contra con Pizzi, su mejor jugador, en el espacio que el navarro dejaba libre. Las consecuencias de sus movimientos en la pizarra fueron que el lateral apenas subió y que Pardo, asediado por Bergantiños, se separara en exceso de Illarramendi en busca de posiciones en las que pudiera entrar en juego.
El Deportivo era netamente superior y tras un par de avisos del siempre incómodo Riki y otro de André, se puso por delante en el marcador. Bergantiños presionó a un Illarramendi que no tenía ayudas claras y, tras robarle el balón, asistió a Pizzi que definió como los grandes, con una talentosa vaselina. No es que tuvieran la mayor parte de la culpa los dos centrales, pero la verdad es que el rendimiento del entramado defensivo txuri-urdin fue más bien pobre al mostrarse muy blando y con muchos problemas para recuperar los balones.
La Real reaccionó a arreones. Cuando por fin asumió el rol de dominador que se le presumía, lo que comenzó a faltarle fue paciencia. Agirretxe cabeceó al palo un córner que había vuelto a colocar Ansotegi y, una buena contra, motivada por un gran robo de balón de Griezmann, acabó con un centro de Agirretxe al que no llegó Xabi Prieto por no tener la suficiente fe u olfato para intuir dónde iba a poner el esférico.
Con la Real más enchufada, llegó un remate de Bergantiños sin apenas oposición que detuvo Bravo. Casi inmediatamente, el asistente, que ya había castigado anteriormente a Agirretxe por un fuera de juego muy dudoso, invalidó la posición legal de Griezmann cuando encaraba solo a Aranzubía. En el último minuto, Vela, que cuando quiere es buenísimo, se inventó de la nada el gol del empate. El azteca definió con un remate muy suyo buscando el segundo palo del meta.
Nada más reiniciarse el juego, una pérdida grave de los gallegos ante Vela propició una internada de Xabi Prieto que se equivocó al centrar por alto en lugar de rasa. El ritmo de esta segunda parte fue muy diferente, ya que el duelo se convirtió en un correcalles de ida y vuelta que perjudicaba con notoriedad al que en teoría es superior, la Real. André y Pizzi estuvieron cerca de volver a poner por delante a los suyos. A los 63 minutos, Evaldo vio la segunda tarjeta por dar un manotazo en el salto a Xabi Prieto. La acción no admite discusión, pese a que Domingos se quejara después en la sala de prensa. Es más, posteriormente Zé Castro trabó a Agirretxe tras una mala cesión atrás. Es tan cierto que el realista no llegaba al balón como que era el último hombre, por lo que quizá debió ser expulsado.
A la Real le faltó paciencia para encontrar el tanto de la victoria y le sobró precipitación y precisión. Montanier tampoco ayudó, algo que es demasiado habitual, ya que no parece lógico que en el duelo ante el colista, en superioridad numérica y con el campo pesado por la incesante lluvia, no consumara los tres cambios para dotar de un plus de agresividad a su equipo. En medio del desorden y el desgobierno, Griezmann lo intentó dos veces pero sigue sin la chispa y el nivel que le permitía marcar diferencias. En una de las ocasiones se equivocó al intentar una volea tan espectacular como complicada. Vela, tras una jugada con varios pases en el área, remató por encima del larguero e Ifrán no llegó a un gran centro de Xabi Prieto en la jugada final del encuentro. No sirve de excusa ni justificación, pero Del Cerro Grande, el colegiado que dio validez a un tanto del Sporting ante la Real en Segunda cuando Bilic estaba cuatro metros adelantado, sigue con problemas con sus linieres. Dos de esos errores impidieron sendas ocasiones manifiestas para anotar de Griezmann y Agirretxe. Y si permite que se pierda el tiempo de manera evidente, no se puede descontar solamente tres minutos e impedir que se saque una última falta muy peligrosa al borde del área con el tiempo ya cumplido.
En conclusión, la Real cerró la primera vuelta por debajo de las expectativas que ha generado por momentos su juego y su potencial. Los realistas todavía no se han hecho merecedores del pase VIP que les permita instalarse en la zona noble de la clasificación. Lo peor es que el decepcionante empate ante el Deportivo se sitúa entre la derrota ante el Madrid y la visita del Barcelona. Con la recuperación de efectivos, la próxima misión será volver a intentar proteger el récord de la imbatibilidad. Pese a lo visto ayer, este equipo es capaz de plantarle cara en casa a cualquiera. Pero esa será otra historia.
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