Real 1-1 Deportivo
Era el día. Nos reencontrábamos después de un parón navideño que se me hizo demasiado largo y el frío propio de enero se desvaneció en el calor que me provocaba la idea de volver a verte. Llovía y aunque quedarme en casa con un tazón de colacao enroscada en la manta me seducía casi tanto como lo hace tu presencia, la tentación de tus promesas europeas me hizo salir al diluvio con la intención de dejarme querer.
Sabía que tenías algo para mí. Algo grande, potente, vigoroso que iba a hacerme tocar el cielo. Un veintiocho… ¡Ay ama, veintiocho! La excitación de terminar el día disfrutando de un veintiocho me provocó sudores fríos. Hacía muchas temporadas que no terminábamos la primera vuelta con veintiocho puntos y estábamos a tres de lograrlo con Montanier ¡quién lo iba a decir!
Estaba nerviosa, ansiosa por lo que tenías preparado para nuestra cita y me temblaron las piernas recordando el hat trick del Bernabéu. El rival era un Deportivo en horas bajas, un escenario muy sugerente que auguraba una tarde de lujuria txuriurdin. Con un once de circunstancias, Ansotegi y Elustondo sustituían a Mikel González y mi IñiGoL. En la delantera, Agirretxe llevaba la voz cantante con nuestro mexicano marcando el ritmo.
Me senté en el cincuenta y dos de la dieciocho y me dejé hacer. Intentabas entrar pero errabas una y otra vez. Tus idas y venidas llegaron a aburrirme y cuando más cerca parecía estar ¡zaspa! El 0-1 supuso un gatillazo que me dejó helada. ¡Veintiocho, ¿decías?! Y pasaban los minutos y lejos de venirte arriba, el Deportivo hizo grande su inferioridad noqueando a una Real desorientada y aunque se quedó con diez, quiso demostrar que los pequeños también la saben mover.
Y la movías y llegabas y querías meterla aunque sin acierto y cuando perdí la cuenta de los fallos de Agirretxe, mi corazón latino no me falló…¡¡Viva Mexico!! Con el 1-1 nos quedábamos con veintiséis pero yo quería más… Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando Diego Ifrán desenfundó su hacha de guerra y salió al campo, potente, enérgico, con la mirada puesta en la meta y en el momento cumbre ¡adiós! Un nuevo fallo, una nueva decepción. Y a casa sin saciar mi hambre de ti.
Los nuestros no la saben meter. ¡Ala, lo dije! No. No saben. Tocar, tocar y tocar está genial, pero yo iba buscando la profundidad de tu veintiocho, culminar a lo grande la mejor primera vuelta en mucho tiempo. Pero no la saben meter. Necesitamos un killer, un depredador del área que entre a matar, que la ponga bien…¡¡¡que me ponga bien!!!
Dejé atrás nuestro nidito de amor y caminé bajo la lluvia pensando qué pudo salir mal. ¿Será algo físico o más bien mental? Necesitamos un nueve de los de verdad, como Darko, ese sí que nos dio tardes de gloria. Caminé con la decepción de no haberme montado al veintiocho y así, de sopetón y por detrás, después de haberme mojado para llegar por mis propios medios apareció Él. El mismísimo veintiocho, el de la canción de La Oreja de Van Gogh…¡¡siempre tarde, joder!!
Debí imaginar que ‘coger el veintiocho’ en esa tarde de lluvia tenía una traducción literal y que terminaría yendo a casa en autobús. Una vez seca y calentita, enroscada en la manta y con el colacao calentándome las manos me di cuenta de que el veintiséis tampoco está mal, realmente, porque algo hemos tenido que hacer bien para haber completado la mejor primera vuelta de los últimos años, ¿no? Pues moral alta ¡y a por el veintinueve!
No hay comentarios:
Publicar un comentario