He de reconocer que conocía desde la mañana la epidemia de gastroenteritis que mermó a gran parte del plantel, piezas algunas de ellas vitales para el equipo. Esta circunstancia condicionó bastante mi visión, sobre todo en la segunda parte, cuando el equipo sufrió un apagón de ideas y de ambición que acabó convirtiendo la derrota en un lamentable fracaso. El caso es que el propio Montanier afirmó al final que no era una excusa, por lo que tenemos que enfocar el análisis en lo que vimos, es decir, sin atenuantes.
Si la Real no ganó el domingo en el Bernabéu, no sabemos cuándo lo va a conseguir. Se topó con un rival en inferioridad numérica y en crisis, en medio de un plebiscito público motivado por el pulso del entrenador al capitán y niño mimado de la grada y frente a una defensa improvisada de emergencia. Con todo a su favor, el conjunto realista nunca creyó que fuera capaz de asaltar el Bernabéu. Su complejo de inferioridad se plasmó en que apenas generó peligro en sus largas posesiones antes del descanso y en una segunda parte de las peores que se le recuerdan y evocan épocas casi olvidadas.
Porque no fueron los realistas los que le encerraron, si no que fue el propio Madrid quien, con uno menos, se replegó y decidió jugar a la contra, como cualquier equipo pequeño. Su trabajo defensivo y la potencia de un futbolista superlativo como Cristiano Ronaldo, que vio claro desde el primer minuto que era una tarde para ponerse las botas, le permitió hacerse con tres puntos que no le van a servir de mucho, ya que la Liga la tienen perdida.
La defensa de la Real, la línea más fiable de lo que llevamos de campeonato, fue un absoluto desastre con varios errores de infantiles. Algunos colectivos y otros, muy graves, individuales. Bravo se comió el cuarto gol; Mikel estuvo desconocido todo el encuentro; De la Bella deshizo de manera inocente el fuera de juego en el primer tanto; y Zurutuza en el segundo... Demasiados fallos y lagunas ante un adversario como el Madrid, que necesita dos toques para crear peligro. Pero no se queda todo ahí. El centro del campo tampoco estuvo a la altura. Pardo decepcionó al mostrarse inesperadamente impreciso, con pérdida de balón grave en la jugada del tercer gol, y con un Zurutuza que no asumió el papel protagonista que le correspondía. Pocas noticias positivas también en los de arriba, que se supone que son lo mejor del equipo. Con su calidad de siempre, Vela solo apareció con cuentagotas; Griezmann intervino mucho, pero sigue sin chispa; e Ifrán completó una actuación lamentable, como si la historia no fuese con él. En definitiva, con una aportación individual de suspenso sí que es una misión casi imposible rascar en el coliseo blanco, como bien dijo su entrenador la víspera del choque, en una pintoresca y equivocada maniobra de supuesta motivación.
Casi el único que se salvó fue un Xabi Prieto que volvió a confirmar que el Bernabéu es su estadio talismán. El donostiarra marcó los tres tantos, uno de ellos al transformar un penalti, y trabajó mucho para evitar que Alonso moviera a su equipo. Debe ser duro regresar de vacío cuando consigues la hazaña de marcar tres goles en uno de los coliseos más importantes del mundo. El caso es que el capitán volvió a confirmar que fuera de casa se acerca mucho al nivel que todos le conocemos, pese a que algunos prefieran centrarse siempre en negarle méritos desde hace demasiado tiempo.
Roja clara
La Real no pudo arrancar peor el encuentro. No es casualidad que el Madrid le marcara en el primer minuto, en una jugada en la que Iñigo Martínez salió a frenar a un rival y ni Mikel González ni De la Bella, que se quedó colgado, fueron capaces de cerrar el inmenso solar a su espalda que aprovechó Benzema para batir a placer a Bravo. Los realistas tenían como plan presionar mucho la salida de balón de los blancos. La segunda vez que asfixiaron a la zaga local, Adán le dio un melón a Carvalho, Vela estuvo listo al arrebatarle el esférico y fue derribado por el meta cuando le había sentado en el suelo. Iglesias Villanuena le expulsó por ser el último hombre en una ocasión manifiesta de gol. El que lo discuta, como algún medio madrileño, lo único que hace es ponerse en evidencia y confirmar que para ellos hay dos reglamentos, el de los grandes y el que se aplica a los demás. A partir de ahí, el colegiado no aplicó el mismo rasero con las tarjetas y condicionó la defensa de la Real, al no poder cortar las contras por estar bajo amenaza de expulsión.
Tras anotar Prieto la pena máxima, los realistas se hicieron con el balón y durante la mayor parte de la primera mitad reflejaron que jugaban en superioridad. El propio donostiarra tuvo en sus botas el 1-2 tras una cantada de Casillas, pero su chut se fue fuera. Vela rozó el gol en un buen disparo a botepronto y Griezmann también probó suerte con la derecha. El partido era txuri-urdin, aunque cada vez que atacaba el Madrid sembraba el pánico en una zaga que parecía un queso gruyere. A los 35 minutos y a la salida de un córner que, como todas las jugadas de estrategia defendieron fatal los realistas, llegó el segundo tanto en un taconazo de Khedira. Los guipuzcoanos reaccionaron pronto y, tras una desgraciada acción en la que Vela salvó un disparo de Griezmann con marchamo de gol, Prieto empató al encontrarse con un balón en el área.
La última jugada antes del descanso fue reveladora, ya que Benzema lanzó al palo en una contra, tras un mal saque de esquina de Pardo, en la que el Madrid llegó con superioridad de efectivos al área visitante.
En la reanudación, la Real desapareció incomprensiblemente. Sin ambición, confianza ni calidad en su juego, las fuerzas se equilibraron y ya no parecía que jugaba con uno más. Era cuestión de tiempo quela bestia de Ronaldo saciara su voraz apetito, justo lo que le faltó a la Real para sobrevivir en el duelo.
Los txuri-urdin comienzan el año con una derrota que entraba dentro de lo previsible, pero que supo más amarga de lo esperado por las circunstancias que se dieron en el duelo. La Real pudo y debió dar la campanada, pero no creyó en sus posibilidades y así es imposible conseguir éxitos importantes. Este equipo continúa sin dar el salto más esperado, el que supone adquirir una solera y un aplomo que les permita tratar a todos sus rivales de tú a tú. El complejo de inferioridad que demostró en el Santiago Bernabéu resultó demasiado frustrante. Fue una oportunidad única.
Tras anotar Prieto la pena máxima, los realistas se hicieron con el balón y durante la mayor parte de la primera mitad reflejaron que jugaban en superioridad. El propio donostiarra tuvo en sus botas el 1-2 tras una cantada de Casillas, pero su chut se fue fuera. Vela rozó el gol en un buen disparo a botepronto y Griezmann también probó suerte con la derecha. El partido era txuri-urdin, aunque cada vez que atacaba el Madrid sembraba el pánico en una zaga que parecía un queso gruyere. A los 35 minutos y a la salida de un córner que, como todas las jugadas de estrategia defendieron fatal los realistas, llegó el segundo tanto en un taconazo de Khedira. Los guipuzcoanos reaccionaron pronto y, tras una desgraciada acción en la que Vela salvó un disparo de Griezmann con marchamo de gol, Prieto empató al encontrarse con un balón en el área.
La última jugada antes del descanso fue reveladora, ya que Benzema lanzó al palo en una contra, tras un mal saque de esquina de Pardo, en la que el Madrid llegó con superioridad de efectivos al área visitante.
En la reanudación, la Real desapareció incomprensiblemente. Sin ambición, confianza ni calidad en su juego, las fuerzas se equilibraron y ya no parecía que jugaba con uno más. Era cuestión de tiempo quela bestia de Ronaldo saciara su voraz apetito, justo lo que le faltó a la Real para sobrevivir en el duelo.
Los txuri-urdin comienzan el año con una derrota que entraba dentro de lo previsible, pero que supo más amarga de lo esperado por las circunstancias que se dieron en el duelo. La Real pudo y debió dar la campanada, pero no creyó en sus posibilidades y así es imposible conseguir éxitos importantes. Este equipo continúa sin dar el salto más esperado, el que supone adquirir una solera y un aplomo que les permita tratar a todos sus rivales de tú a tú. El complejo de inferioridad que demostró en el Santiago Bernabéu resultó demasiado frustrante. Fue una oportunidad única.
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